Enrique Verástegui. Datzibao

 

Presentamos un texto clave del enorme poeta peruano.

 

 

 

 

Enrique Verástegui

 

 

DATZIBAO

 

De pronto perdí todo contacto contigo.

Ya no pude llegar al teléfono, recordar ese número y llegar a tu

casa que no conocí.

Ya no pude volar sobre ti como todos los días a las tres de la tarde

estas pobres alas no dieron más

y aquí me tienes ideando estas líneas que reflejan mis ojos cansados

de ir caminando con la mente y las manos repletas de yerba.

Yo fui el primer sorprendido.

La extrañeza de ser dos aves hurgándose el pecho y corriendo uno

detrás del otro entre las matas y bancas del parque.

y éramos arrojados fuera de nosotros mismos y por esto fue que

conocí tu ciudad

y me apreté contra ti buscando desesperadamente encontrarme en

tus ojos y amé todas tus cosas

y tu mirada angustiada y esa seriedad para responderme a ciertas

preguntas y cuestiones que nos diferenciaron para siem-

pre de las personas nacidas antes de 1950

tu maravilloso instinto agresivo desarrollado contra los males del

tiempo y portándote como en la más furiosa embestida

en la batalla por un lugar en el taxi que nos alejó miles de cuadras

más cerca de la pasión de la vida

hoy miércoles y no otro día.

Porque ya es hora de ir poniendo las cosas en claro y más que nada

empezar a ser uno mismo

un solo obstinado bloque de rabia.

tú por todo lo que para mí reflejabas lo más claro eres mi sopor

antes de echarte a gritar por estos sitios malditos

aún después de haber transformado esa palabrita bestialmente lúcida

en una flor obsesiva

que yo no quiero acariciar ni comprender el suicidio mi amiga es

una espera maldita.

como puede ser aguantarnos un par de horas más en el parque en

medio de un viento furioso que pugna por arrancar de

raíz lo más nuestro de nosotros

y tú junto a mí convertida en mi aliento escuchándote aprendiendo

de ti a la Molina no voy más esa canción negra arde en

mi pecho, me aplasta, levanta, avienta a decir no contra todo.

Cada uno recuerda su primera caída.

Cada uno recuerda paso por paso los pasos que fue dando y los

que no dio porque en uno mismo está el propio enemigo.

Y yo me levanto para luchar contra mí – y me tengo miedo.

Lo perfecto consiste en desabotonarnos el torso mientras vamos sal-

vajemente penetrando en esta selva de arenas movedizas

y tu vida o mi vida no ruedan como esas naranjas plásticas que

eludimos porque tú y yo somos carne

y nada más que un fuego incendiando este verano.

La vida se abre como un sexo caliente bajo el roce de dedos reven-

tando millares de hojas tiernas y húmedas,

y no dijimos nada pero exigíamos a gritos destruir la ciudad, esta

ciudad ese monstruo sombrío escapado de la mitología

devorador de sueños.

Y el musgo creció como un verso clarísimo en tus ojos.

tú querías leer mis poemas aferrarte a ese instante de dulzura don-

de jamás hubo límites entre uno y otro ser

y fuiste sólo una muchacha que pasó por mis ojos silenciosamente

pegada a mí a mi secreta manera de enredarme en las

cosas de explicar un mundo indeciso sembrado con piedras

yo que creí que nada era nada en cualquier lugar de este mundo

y de pronto me di con tus sueños como con un golpe de mar sobre el

rostro

y luego adiós porque todo y nada puede explicarse en el amor y

porque todo y nada se explica en nosotros y con nosotros.