Bien pudiera ser
ASÍ
Hice el libro así:
gimiendo, llorando, soñando, ay de mí.
Mariposa triste, leona cruel,
di luces y sombras todo en una vez.
Cuando fui leona nunca recordé
cómo pude un día mariposa ser.
Cuando mariposa, jamás me pensé
que pudiera un día zarpar o morder.
Encogida a ratos y a saltos después
sangraron mi vida y a sangre maté.
Sé que, ya paloma, pesado ciprés,
o mata florida, lloré y más lloré.
Ya probando sales, ya robando miel,
los ojos lloraron a más no poder.
Da entonces lo mismo, que lo he visto bien.
Ser rosa o espina, ser néctar o hiel.
Así voy a curvas con mi mala sed
podando jardines de todo jaez.
SÁBADO
Levanté temprano y anduve descalza
por los corredores; bajé a los jardines
y besé las plantas;
absorbí los vahos limpios de la tierra,
tirada en la grama;
me bañe en la fuente que verdes achiras
circundan. Más tarde, mojados de agua,
peiné mis cabellos. Perfumé las manos
con zumo oloroso de diamelas. Garzas
quisquillosas, finas,
de mi falda hurtaron doradas migajas.
Luego puse traje de clarín más leve
que la misma gasa.
De un salto ligero llevé hasta el vestíbulo
mi sillón de paja.
Fijos en la verja mis ojos quedaron,
fijos en la verja.
El reloj me dijo: diez de la mañana.
Adentro, un sonido de loza y cristales:
comedor en sombra; manos que aprestaban
manteles.
Afuera sol como no he visto
sobre el mármol blanco de la escalinata.
Fijos en la verja siguieron mis ojos,
fijos. Te esperaba.
¿QUÉ DIRÍA?
¿Qué diría la gente, recortada y vacía,
si en un día fortuito, por ultrafantasía,
me tiñera el cabello de plateado y violeta,
usara peplo griego, cambiara la peineta
por cintillo de flores: miosotis o jazmines,
cantara por las calles al compás de violines,
o dijera mis versos recorriendo las plazas,
libertado mi gusto de vulgares mordazas?
¿Irían a mirarme cubriendo las aceras?
¿Me quemarían como quemaron hechiceras?
¿Campanas tocarían para llamar a misa?
En verdad que pensarlo me da un poco de risa.
EL DIVINO AMOR
Te ando buscando amor que nunca llegas,
te ando buscando amor que te mezquinas,
me aguzo por saber si me adivinas,
me doblo por saber si te me entregas.
Las tempestades mías, andariegas,
se han aquietado sobre un haz de espinas;
sangran mis carnes gotas purpurinas
porque a salvarme, oh niño, te me niegas.
Mira que estoy de pie sobre los leños
que a veces bastan unos pocos sueños
para encender la llama que me pierde.
Sálvame, amor, y con tus manos puras
trueca este fuego en límpidas dulzuras
y has de mis leños una rama verde.
VEINTE SIGLOS
Para decirte, amor, que te deseo,
sin los rubores falsos del instinto,
estuve atada como Prometeo,
pero una tarde me salí del cinto.
Son veinte siglos que movió mi mano
para poder decirte sin rubores:
“Que la luz edifique mis amores”.
¡Son veinte siglos los que alzó mi mano!
Pasan las flechas sobre mis cabellos.
Pasan las fechas, aguzados dardos…
¡Son veinte siglos de terribles fardos!
Sentí su peso al liberarme de ellos.
BIEN PUDIERA SER…
Pudiera ser que todo lo que en verso he sentido
no fuera más que aquello que nunca pudo ser,
no fuera más que algo vedado y reprimido
de familia en familia, de mujer en mujer.
Dicen que en los solares de mi gente, medido
estaba todo aquello que se debía hacer…
Dicen que silenciosas las mujeres han sido
de mi casa materna… Ah, bien pudiera ser…
A veces en mi madre apuntaron antojos
de liberarse, pero, se le subió a los ojos
una honda amargura, y en la sombra lloró.
Y todo eso mordiente, vencido, mutilado
todo eso que se hallaba en su alma encerrado,
pienso que sin quererlo lo he libertado yo.
-Alfonsina Storni
Poesía
Selección y prólogo de Gustavo Pellón
Valparaíso ediciones
España, 2019
http://valparaisoediciones.es/tienda/poesia/425-163-poesia.html