La ascensión del profeta
–a 880 años del nacimiento del gran poeta sufí–
(Traducción al castellano por Carmen Linares)
Centro Estatal de Traducción de Azerbaiyán
LA ASCENCIÓN DEL PROFETA
(Fragmento de Las Siete Princesas)
Puesto que su corona no cabía en el mundo, la Ascensión1 llevó su asiento hasta el trono de Dios. Para su exaltación desde el peldaño bajo, Gabriel2 vino guiando con la mano a Buraq3, y le dijo:
Pon sobre el viento tu pie de tierra, para que en tierra se convierta el firmamento. En la vigilia nocturna de los íntimos alojamientos eres esta noche guardián de la pureza; tuya es la velocidad de rayo de este Buraq, cabálgalo porque esta noche te corresponde la guardia en el palacio de Dios. Al igual que te he traído la flecha de guardia, te traigo también a Buraq como cabalgadura. Guía tu montura sobre el firmamento porque tú eres la Luna, hazla correr sobre los astros, porque tú eres el Rey; arrebata las seis direcciones de las siete raíces4, traspasa los nueve cielos con los cuatro clavos5. ¡Haz pasar el corcel más allá de la plataforma del firmamento y coge a lazo la cabeza de los ángeles! Aquellos que derraman el perfume de la noche están a tu servicio; los ángeles te esperan vestidos de verde; las delicadas bellezas del Egipto de este compás se han enamorado de ti, como José. Surge, pues, para que puedan verte, y se corten, con las naranjas, las manos6; y en el cielo, bajo tus pasos, forma una cabellera nueva con el rizo de tu sombra. Haz que florezcan como lámparas los nocturnos viandantes; muestra fresco tu rostro, como el brote de un jardín. La noche es tu noche, el tiempo es la hora de la plegaria: obtendrás lo que quieres. Renueva el tapiz de los ángeles, planta las tiendas al pie del Trono divino; toma la corona, porque te has convertido en Rey; ve más allá que todos, porque te has convertido en el jefe.
Yérguete soberbio por encima de todos; aprópiate con una amplia carrera de los dos mundos; vacía tu camino de polvo; parte hacia la Corte de la Eternidad, para que, como don que se concede al mensajero a tu llegada, tu estandarte se agite sobre los dos mundos». Cuando Muhammad, en secreto, escuchó de Gabriel este mensaje que acariciaba el espíritu, dio perfección al intelecto y a la oreja anillo de servidumbre: aquél era el siervo de confianza de Dios en la revelación; éste, el siervo fiel del intelecto, en palabras y pruebas. Dos tesoreros7 confiados a la guardia de un solo depósito sagrado: éste, lejos de los demonios; aquél, de los hombres demoníacos; uno hizo llegar la cláusula del mensaje, el otro escuchó el secreto del sagrado discurso. En la noche oscura, aquella lámpara resplandeciente acogió el sello del diseño del amado; no apartó el cuello del collar de aquel lazo: ¡un collar de oro sólo así puede encontrarse! Como el rayo, se sentó sobre Buraq, sosteniendo el corcel entre las piernas y la fusta en la mano y, cuando hubo puesto pie en el corcel, la perdiz que camina majestuosamente en las alturas saltó rápida; batió las alas de pavo real de los cascos, con la luna arriba, como la montura de Kei-Kaus8, y voló con una carrera tan rápida que dejó atrás las cuatro águilas de los elementos. Todo lo que veía pasaba bajo sus pasos; la noche recibía las coces y la luna tiraba de las riendas. Has visto cómo camina la fantasía, cómo el rayo desenfunda rápido la espada. Pues la velocidad a que viaja el intelecto por el mundo, el movimiento del espíritu en un ser joven son gestos propios de una cojera comparados con su viaje, son estrechos comparados con la vastedad de sus pasos. Su carrera sobrepasó la del polo, el del norte o el del sur, y a la escuadra de aquel papel rayado9 mostraba ora Arturo ora La Espiga. Cuando Muhammad, con la danza de las patas de Buraq, hubo recorrido todas las páginas de aquel cuaderno, tomó la vía de la puerta del mundo, se alejó de la vuelta del firmamento, esculpió en las moradas del cielo una vía real hacia las alas de los ángeles; reverdeció el rostro de la luna, en su inmensa cinta, con su imagen; sobre Mercurio10, con la argéntea operación de su mano, imprimió un color de horno plúmbeo; con el claro de luna tejió un velo blanco para Venus, mientras que el polvo de su vía, en el asalto al firmamento11, depositó una corona de oro sobre la cabeza del Sol, y, aunque vestía de verde como el Califa de Siria, puso un vestido rojo sobre Marte; vio a Júpiter atormentado de los pies a la cabeza por la jaqueca y se puso a derramar sándalo, y cuando la corona de Saturno besó su pie, envolvió su estandarte en negrura de ámbar. Viajaba como el viento del alba sobre un corcel semejante a un genio desencadenado12, cuando he aquí que su compañero rebajó la acometida. Buraq aminoró el paso y lo condujo hasta una etapa que Gabriel no tenía permiso para traspasar. Pero, más allá que las alas de Gabriel y de Miguel, voló sobre la espalda de Israfil13, para luego partir incluso de aquel trono, dejando allí donde se encontraban el rumor de las alas de los ángeles y el Loto Supremo, abandonar a medio camino a los compañeros y tomar la vía del mar de la inconsciencia. Gota a gota, rebasó aquel mar; paso a paso, recorrió todo lo que había y, cuando llegó a los pies del Trono, con el cordón del Deseo construyó una escala: sacó fuera la cabeza del Trono de Luz en el Lugar del supremo peligro del misterio de Dios y, puesto que su confusión aceptó aquel peligro, vino la Misericordia y lo tomó por las riendas. Fue en aquel momento, cuando (en) su (proximidad) «a una distancia de dos arcos» (qab qawsayn) sobrepasó la cercanía (dana) con el «o más cerca» (aw adnà)14. Cuando hubo arrancado mil velos de luz, su ojo captó la Luz sin velo. Fue atraído un paso más allá de su ser, hasta el punto de serle concedido ver a Dios. Y vio a su Adorado en toda Su realidad y se limpió la vista de cualquier cosa ajena: aún no había fijado los ojos en ninguna dirección, cuando oyó un saludo a derecha e izquierda. El arriba y el abajo, el delante y el detrás, la izquierda y la derecha se convirtieron en una sola dirección y desaparecieron las tres dimensiones15. ¿Cómo estimularían las seis direcciones las llamas? Desapareció el mundo y desapareció la dirección, porque el Sin Dirección ninguna relación guarda con el espacio, por eso carece de espacio aquel compás. Hasta que la vista no ocultó el espacio, el corazón no se libró de la turbación; sólo será posible ver sin direcciones cuando la dirección espacial se esconda a la vista. Del Profeta no había allí más que el aliento; allí todo era Dios y no había otra cosa. ¿Cómo podría medir la dirección el conjunto del Todo? ¿Cómo se insertaría la dirección en el ámbito total?16 Cuando el Profeta vio a Dios sin espacio, oyó las palabras sin labios ni boca. Bebió una bebida especial, obtuvo especial vestimenta de honor y encontró la vía del culto puro por la proximidad al Señor. Su cáliz fue la Fortuna; su copero, la Gnosis; ninguna otra cosa le falto de lo Eterno. Descendió de la culminación de aquella órbita con la gracia de cien mil plegarias, y todo lo que portó lo intercambió con los amigos y lo consagró al bien de los pecadores. ¡Oh Nizami! ¿Hasta cuándo adorarás el mundo? ¡Ven a lo alto! ¿Cuánto más va a durar esta abyección? Esfuérzate por ganar el Reino Eterno, que encontrarás en la Religión de Muhammad. ¡Si la fe ayuda al intelecto, reconoce la salvación en la luz de la Ley!
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NOTAS
1 Al comienzo de casi todos sus poemas, Nizami, como ya hicieran algunos de sus predecesores, menciona y describe la Ascensión profética, que quiere ser el símbolo de la unión del corazón del Profeta (Hombre Perfecto) con el mundo angélico, pero, al mismo tiempo, sirve de introducción al mundo fabuloso que seguirá, como un distanciamiento inicial del tiempo y del espacio comunes. En efecto, el profeta, según la tradición, realizó en un segundo su larguísimo viaje entre paraísos e infiernos: el jarro que había volcado involuntariamente a su partida aún no había vertido toda el agua a su vuelta.
2 Dios creó a los ángeles a partir de su luz pura, dice el Corán, y ellos son sus servidores y mensajeros. En esencia, esta representación no se aparta de la tradición judeocristiana. Muhammad no tuvo una percepción neta de la figura angélica que le comunicaba la Revelación divina hasta después de las primeras visiones. La tradición identifica la figura con Gabriel, que ocupa un rango muy elevado en la angelología islámica.
3 Buraq es la legendaria cabalgadura-ángel –representada en las miniaturas con alas, rostro humano y cola de pavo real– sobre la que Muhammad realizó su ascensión al cielo, pero que, como el Virgilio de Dante, llegó sólo hasta un determinado punto del viaje (véase más adelante). Buraq, de la misma raíz que el árabe barq, «rayo», se presta, por su velocidad sobrenatural, a fáciles juegos de palabras y conceptos.
4 «Las seis direcciones» son los extremos de cada una de las tres dimensiones del espacio según la geometría de la época, esto es, arriba, abajo, delante, detrás, derecha, izquierda; mientras que las «siete raíces» son los siete influjos planetarios (también llamados «siete padres celestes»). El sentido total de la metáfora podría ser: en tu vertiginosa subida, oh Muhammad, supera los cielos planetarios e invierte la relación entre realidad (espacialidad) terrestre e influjos celestiales.
5 «Los cuatro clavos» indican varios objetos (incluso una mesa de tortura) o también un conjunto de cuatro estacas que sostienen la cuerda de los saltimbanquis; concepto que juega aquí, probablemente, con los cuatro cascos de Buraq, la veloz cabalgadura.
6 Alude al episodio narrado en la azora de José (Corán, XII), donde se cuenta cómo la esposa de Putifar, para demostrar a las mujeres de Egipto las razones de su culpable locura de amor por la arrebatadora belleza del joven, que ellas le reprochaban, organizó un banquete y le hizo entrar en la sala, sin previo aviso. A su vista, las egipcias se ofuscaron de tal modo que, junto con las naranjas que estaban comiendo, se cortaron también en las manos.
7 Los «dos tesoreros de confianza» son el intelecto y el oído.
8 Otro mítico rey keiánida, que, según la leyenda, fue arrebatado hasta el cielo en una litera (una montura) milagrosa. Puesto que el lenguaje poético tradicional de los persas conoce también la expresión «litera» o «cuna» de la Luna, resulta evidente la conexión metafórica.
9 En su carrera vertiginosa, el corcel del Profeta atraviesa las regiones celestes–representadas aquí como un mapa «rayado» de las líneas imaginarias de los paralelos y los meridianos, sobre el que se puede seguir con una escuadra el recorrido–, ora en una dirección, ora en otra. La elección de Arturo y La Espiga para designar dos direcciones distintas puede deberse sólo a la homonimia de las dos constelaciones en árabe y en persa, Simak (también «peces»); se distinguen La Espiga como simak-i azal («destacada, separada»), es decir, Espiga de la Virgen, y Arturo como simak-i ramib (del «lancero»).
10 Cada planeta y cada cielo contaba, en la tradición astrológica, con su correspondiente color, su piedra preciosa, etc. Se dan aquí los colores de las plantas que corresponden a la estructura de todo este poema, aunque no corresponden por completo a los de otras tradiciones. La alusión al Califa de Siria simboliza los califas omeyas con sede en Damasco, cuyo color, como el del Profeta, era el verde. El sándalo, color de Júpiter, se consideraba un medicamento útil contra la jaqueca.
11 Es el polvo que se imagina levantó el corcel del Profeta en su carrera al asalto de los cielos.
12 Sobre la iconografía de Buraq, véase nota 3.
13 Muhammad se acercó todo lo que resulta posible a la esencia inaccesible de Dios. Israfil, uno de los ángeles más importantes del paraíso islámico, será el encargado de despertar a los muertos con su añafil el día del Juicio. El «Loto Supremo» o «Loto del Término» es un misterioso árbol al que se alude en el Corán (LIII, 14) a propósito de una visión de Muhammad que la tradición vincula a su Ascensión. Según esto, es un árbol que indica el término máximo al que puede acercarse a Dios un hombre. Se encuentra recubierto de ángeles, de ahí que el profeta sintiera el rumor de sus alas.
14 Palabras alusivas del Corán, en el original árabe, que indican emblemáticamente la máxima proximidad a Dios que alcanzó el Profeta en su Ascensión. Al describir la visión de Dios, dice el Corán (LIII, 8-10): «Luego, se acercó (dana) [«el muy poderoso»], y quedó suspendido en el aire, estaba [Muhammad] a dos medidas de arco (qab qawsayn) o más cerca (aw adnà), y reveló a su siervo lo que reveló». [Véase J. Cortés, El Corán, Herder, Barcelona, 1986.]
15 Según la filosofía natural aristotélica, generalmente aceptada por la cultura islámica, las seis direcciones son, en realidad, los extremos de cada una de las tres dimensiones, es decir, alto y bajo, derecha e izquierda, detrás y delante.
16 Contraste entre la no-espacialidad divina y la espacialidad terrena: en la totalidad-«circularidad» divina una dirección determinada carecería de sentido.
¿Cómo podría, pues, la dirección, concepto espacial, entrar en la no-espacialidad divina? (Sobre las «seis direcciones».