Waldo Leyva

Contra la desmemoria y otros textos

 

 

 

 

CONTRA LA DESMEMORIA

Para José Omar Torres, hermano

Cantemos la canción de los soñadores

que no nos detengan las espaldas que se alejan

ni los oídos que solo quieren escuchar

el repetido canto de las sirenas

por muy solo que se anuncie el camino

cantemos siempre la canción de los soñadores

que el canto nos acompañe

con su melodía incorruptible.

El fin no es tocarlo sino perseguir el sueño.

Y si algún día, no quiero pensarlo

nadie canta la canción de los soñadores

si alguna vez, no quiero imaginarlo

solo se escucha el alarido de las sirenas

entonces yo, contra esa desmemoria

seguiré cantando con mi torpe voz

y estoy seguro, eso quiero creer

que alguien, cuyo recuerdo ignoro todavía

se levantará de las aguas para sumarse al coro

y descubrir conmigo la canción de los soñadores.

 

 

 

 

EL HUECO GRIS DE LA MADERA

 

Soñé que estaba muerto.

Este sueño me habita desde siempre.

De niño lloraba junto a un féretro vacío

o, asombrado, interrogaba a un público sin rostro

que abrumaba la sala de una casa desconocida todavía.

Anoche este sueño era distinto.

El hueco gris de la madera tenía mi cuerpo

y aquel era mi rostro de los 20 años.

Solo mis ojos no eran mis ojos

ni tampoco los ojos que me esperan.

De espaldas, en la sala vacía

una mujer que pudo ser mi madre

cantaba en silencio esa canción de cuna

que nunca le escuché.

El sueño de mi infancia no me dejaba andar

pero el sueño de ayer me devolvió las piernas

el único sendero era mi rostro

un rostro que a los veinte años

no podía creer que la esperanza dejara cicatrices.

¿Será cierto, Vallejo?

¿Murió mi juventud y estoy velándola?

 

 

 

 

NOCHE DE GUARDIA

 

Por alguna fisura estoy llegando.

El tiempo es una herida, una sombra de la memoria.

Inútil mi vieja escopeta

contra las múltiples rendijas de la madera

por donde entra el frío insoportable de la luna.

Desde alguna fisura estoy saliendo.

El buey se escapó

y revuelve el retoño de la noche.

Su vaho tibio es impotente contra el miedo

que me achica la espalda.

Todas las roturas de la madera tienen ojos que respiran.

Nadie sabe que tiemblo, que estoy fijo

que me duelen los poros.

En el carro de la antigua grúa penden los estrobos

y duermen ciertos pájaros sucios.

¿Mañana, cuando el sol borre las roturas de la madera

serán inofensivas las fisuras?

 

 

 

 

ODISEO

 

No puedo asegurar si estoy partiendo

o si he llegado al fin donde quería.

El olor de la tierra es familiar,

no me resulta extraño el árbol,

ni la garganta migratoria de los pájaros.

Los espejos de agua

me devuelven un rostro indescifrable.

 

¿Alguien me vio partir?

¿Alguien me espera?

 

En la memoria del porvenir

yo seré el que regresa,

y en la piel, junto al salitre

y ciertas mordeduras incurables,

tendré tatuado el ruido de la sombra

y el silencio que dejan las batallas.

 

 

 

 

PAÍS DE LA MEMORIA

 

Cae lenta una lluvia de invierno,

sin sospechar que moja

el penúltimo diciembre de este siglo.

Duele el metal del agua que se precipita.

Entre sábanas que guardan la memoria de la estirpe,

mi mujer suda una antigua fiebre,

mientras yo intento reconstruir un mapa

por el que alguna vez pasaron hombres y caballos.

Es un país de la memoria,

al que regreso cuando revientan las crisálidas

y se confunden las estrellas con las altas copas de los árboles.

Mañana, cuando el sol borre de nuevo las gotas del invierno,

las sábanas se beberán el agua de los ríos

y no habrá sombras

ni altas montañas

ni fiebres

ni palomas.

Waldo Leyva (Cuba, 1943). Poeta, narrador, ensayista, profesor universitario, periodista y actor. Ha publicado los siguientes libros de poemas: De l ... LEER MÁS DEL AUTOR