Raúl Zurita

Canto a su amor desaparecido

 

 

 

 

Canto a su amor desaparecido

(Fragmento)

 

Ahora Zurita —me largó— ya que de puro verso y desgarro te pudiste

entrar aquí, en nuestras pesadillas; ¿tú puedes decirme dónde está mi

hijo?

 

—A la Paisa

—A las Madres de la Plaza de Mayo

—A la Agrupación de Familiares de los que no aparecen

—A todos los tortura, palomos del amor, países chilenos y asesinos:

 

Canté, canté de amor, con la cara toda bañada canté de amor y los

muchachos me sonrieron. Más fuerte canté, la pasión puse, el sueño,

la lágrima. Canté la canción de los viejos galpones de concreto. Unos

sobre otros decenas de nichos los llenaban. En cada uno hay un país,

son como niños, están muertos. Todos yacen allí, países negros, áfrica

y sudacas. Yo les canté así de amor la pena a los países. Miles de cruces

llenaban hasta el fin el campo. Entera su enamorada canté así. Canté el

amor:

 

Fue el tormento, los golpes y en pedazos

nos rompimos. Yo alcancé a oírte pero la

luz se iba.

Te busqué entre los destrozados,

hablé contigo. Tus restos me miraron y yo

te abracé. Todo acabó.

No queda nada. Pero muerta te amo y nos

amamos, aunque esto nadie pueda enten-

derlo.

 

—Sí, sí miles de cruces llenaban hasta el fin el campo.

—Llegué desde los sitios más lejanos, con toneladas de cerveza

—adentro y ganas de desaguar.

—Así llegué a los viejos galpones de concreto.

—De cerca eran cuarteles rectangulares, con sus vidrios rotos y olor

—a pichí, semen, sangre y moco hendían.

—Vi gente desgreñada, hombres picoteados de viruela y miles de

—cruces en la nevera, oh sí, oh sí.

—Moviendo las piernas a todos esos podridos tíos invoqué.

—Todo se había borrado menos los malditos galpones.

—Rey un perverso de la cintura quiso lomarme, pero aymara el

—número de mi guardián puse sobre el pasto y huyó.

—Después me vendaron la vista. Vi a la virgen, vi a Jesús, vi a mi

—madre despellejándome a golpes.

—En la oscuridad te busqué, pero nada pueden ver los chicos lindos

—bajo la venda de los ojos.

—Yo vi a la virgen, a Satán y al señor K.

—Todo estaba seco frente a los nichos de concreto.

—El teniente dijo “vamos”, pero yo busco y lloré por mi muchacho.

—Ay amor

—Maldición, dijo el teniente, vamos a colorear un poco.

—Murió mi chica, murió mi chico, desaparecieron todos.

 

Desiertos de amor.

Ay amor, quebrados caímos y en la caída

lloré mirándote. Fue golpe tras golpe, pero

los últimos ya no eran necesarios.

Apenas un poco nos arrastramos entre los

cuerpos derrumbados para quedar juntos,

para quedar uno al lado del otro. No es duro

ni la soledad. Nada ha sucedido y mi sueño

se levanta y cae como siempre. Como los

días. Como la noche Todo mi amor está aquí

y se ha quedado:

 

—Pegado a las rocas al mar y a las montañas.

—Pegado, pegado a las rocas al mar y a las montañas.

—Recorrí muchas partes.

—Mis amigos sollozaban dentro de los viejos galpones de concreto.

—Los muchachos aullaban.

—Vamos, hemos llegado donde nos decían —le grité a mi lindo chico.

—Goteando de la cara me acompañaban los Sres.

—Pero a nadie encontré para decirles “buenos días”, sólo unos brujos

—con máuser ordenándome una bien sangrienta.

—Yo dije —están locos, ellos dijeron— no lo creas.

—Sólo las cruces se veían y los dos viejos galpones cubiertos de algo.

—De un bayonetazo me cercenaron el hombro y sentí mi brazo al caer

—al pasto.

—Y luego con él golpearon a mis amigos.

—Siguieron y siguieron pero cuando les empezaron a dar a mis

—padres corrí al urinario a vomitar.

—Inmensas praderas se formaban en cada una de las arcadas, las

—nubes rompiendo el cielo y los cerros acercándose.

—Cómo te llamas y qué haces me preguntaron.

—Mira tiene un buen culo. Cómo te llamas buen culo bastarda chica,

—me preguntaron.

—Pero mi amor ha quedado pegado en las rocas, el mar y las montañas.

—Pero mi amor te digo, ha quedado adherido en las rocas, el mar

—y las montañas.

—Ellas no conocen los malditos galpones de concreto.

—Ellas son. Yo vengo con mis amigos sollozando.

—Yo vengo de muchos lugares.

—Yo vengo llorando. Fumo y pongo con los chicos.

—Es bueno para ver colores.

—Pero nos están cavando frente a las puertas.

—Pero todo será nuevo, te digo, oh sí lindo chico.

—Claro —dijo el guardia, hay que arrancar el cáncer de raíz,

—oh sí, oh sí.

—El hombro cortado me sangraba y era olor raro la sangre.

—Dando vueltas se ven los dos enormes galpones.

—Marcas de T.N.T., guardias y gruesas alambradas cubren sus vidrios

—rotos.

—Pero a nosotros nunca nos hallarán porque nuestro amor está pegado

—a las rocas, al mar y a las montañas.

—Pegado, pegado a las rocas, al mar y a las montañas.

—Pegado, pegado a las rocas, al mar y a las montañas.

—Murió mi chica, murió mi chico, desaparecieron todos.

 Desiertos de amor.

Raúl Zurita (Santiago, Chile, 1950). Ingeniero Civil en Estructuras, egresado de la Universidad Federico Santa María de Valparaíso. Inicia sus publica ... LEER MÁS DEL AUTOR