Recitación en elogio de una Reina
(Traducción al español de Juan Carlos Mestre y Alexandra Domínguez)
Recitación en elogio de una Reina
I
“Alto asilo de lo ubérrimo hacia el que se abren camino los deseos
de un pueblo de guerreros enmudecidos de tragar saliva,
¡oh Reina! ¡rompe la cáscara de tus ojos, anuncia
en tu hombro que ella vive!
oh Reina, rompe la cáscara de tus ojos, sednos propicia, acoge
un orgulloso deseo, ¡oh Reina!, como una chanza bajo el óleo,
de bañarnos desnudos ante Ti,
¡mancebos!”.
*
-Pero ¿quién sabría por dónde adentrarse en Su corazón?
II
“He dicho, sin contar sus dignidades con los dedos:
¡Oh Reina bajo el achiote! magno cuerpo del color de la corteza,
¡oh cuerpo como un
ara de sacrificios! ¡y tabla de mi ley!
¡Primogénita! ¡oh más Apacible que la superficie del río, nosotros celebramos
que una leonada y espléndida melena embellezca tu lado oculto,
con el que se hace ilusiones el embajador que se pone en camino
con su más lindo atuendo!”.
*
-Pero ¿quién sabría por dónde adentrarse en Su corazón?
III
“Además dije, guiando mis ojos como dos perras astutas:
¡Oh Establecida con firmeza, oh Severa! tus serenas y largas manos
son como una cumplida cargazón de palmeras sobre el regocijo de tus piernas,
aquí y allá, donde brilla y orbita
la reluciente adarga de tus rodillas; y de ese vientre infecundo,
ombligo sellado desde lo alto, ningún fruto quiere pender, salvo,
nadie sabe de qué secreto pedúnculo,
¡nuestras cabezas!”.
*
-Pero ¿quién sabría por dónde abrirse paso hacia Su corazón?
IV
“E incluso le dije, encaminando mis ojos igual que descarriados muchachos:
…Reina en tu oronda perfección, descruza
las piernas, y haz así de la fragancia de tu cuerpo un don,
¡Oh Afable, oh Tibia, oh casi Húmeda, y Delicada,
se dice que tú
nos despojarás del zahiriente recuerdo de los campos de pimenteros
y de los arenales donde crece el árbol de ceniza
y de las núbiles vainas y de los animales con bolsitas almizcleras!”.
*
-Pero ¿quién sabría por dónde adentrarse en Su corazón?
V
“Ah Necesaria! ¡Y Señera!… es posible que entre los tres
pliegues de ese vientre resida
toda la seguridad de tu reino:
¡permanece inmóvil y a salvo, sé el valladar de nuestros trances nocturnos!
El zapote se desploma con un aroma a incienso; Aquel que oscila
entre el follaje y el Sol
floreciente y áureo para tu hombro tan límpido
y la Luna que gobierna las mareas es la misma que regula, ¡oh Lícita!
¡el orgulloso rito de tus menstruaciones!”.
*
-Pero ¿quién sabría por dónde adentrarse en Su corazón?
Historia del Regente
¡Has vencido! ¡has vencido! ¡Qué preciosa era la sangre, y la
mano que con el pulgar y el índice limpiaba una espada!…
Eso sucedió
hace muchas lunas… Y nos embargaba la ardicia. Me acuerdo
de las mujeres que huían con jaulas de pájaros verdes; de los tullidos
que escarnecían; y de los mansos domeñados en el mayor lago de ese país…;
del profeta que corría detrás de los palenques, sobre una camella muerta…
Y toda una noche, alrededor de las hogueras, dispusimos a los más habilidosos entre aquellos
que con la flauta y el triángulo saben acompañar una canción.
Y las piras de leña se desplomaban cargadas del fruto humano.
Y los Reyes se acostaban desnudos entre el olor de la muerte. Y
cuando el ardor hubo abandonado las fraternales cenizas,
recogimos los huesos blancos que aquí permanecen,
inmersos en la pureza del vino.
Canción del Heredero
Honro a los vivos, tengo rostro entre vosotros.
Y uno habla a mi diestra con el susurro de su alma
y el otro aborda los navíos,
el Jinete se apoya en su lanza para beber.
¡Sacad a la sombra, a su umbral, la silla pintada del anciano!
*
Honro a los vivos, tengo merced entre vosotros.
Decid a las mujeres que mantengan,
que ellas abriguen sobre la tierra ese delgado hilo de humo…
Y el hombre anda entre los sueños y se encamina hacia la mar
y la humareda se eleva al final de los promontorios.
*
Honro a los vivos, estoy impaciente entre vosotros.
Perros, ¡oh!, mis perros, os silbamos…
Y la familia recargada de honores y el año amarillo entre las hojas
nada son para el corazón del hombre si él piensa:
¡todas las direcciones de la tierra están en nuestra mano!
-Saint John Perse
Obra poética
Traducción de Juan Carlos Mestre y Alexandra Domínguez
Galaxia Gutenberg