Erik Lindner

Aún lo recuerdo

 

 

(Traducción al español de Diego Puls)

 

 

 

Ivens y el viento

Inspirado en el documental de Joris Ivens Une histoire de vent (1988)

 

Hasta que del molino se suelta un aspa

Ivens espera sentado en una silla el viento

 

hasta que se disgrega la punta del valle de la duna

el viento sentado en una silla espera Ivens

 

hasta que el tren se disuelve en un penacho de humo

Ivens sentado en una silla espera el viento

 

hasta que el polvo hace lagrimear sus ojos

espera sentado en una silla el viento Ivens

 

hasta que se seca el sudor del mentón

sentado en una silla espera Ivens el viento

 

hasta que se agitan las barbas de los camellos

hasta que los granos como pulgas emprenden el vuelo

 

hasta que una honda se enreda en la cuerda de una cometa

hasta que su bastón se tumba como un palo de golf

 

hasta que la arena bulle como espuma en la rompiente

hasta que se abre la tapa de su maleta

 

sentado en una silla en la cumbre señala Ivens

allí duerme el viento en una cueva en el desierto.

 

 

 

 

El mar es violeta en el Pireo

 

Una bandera emerge del campanario

cuando el viento gira.

 

Un hombre pasa por encima de un perro.

Una mujer se frota cabizbaja un párpado.

 

En una tienda de paraguas se cae un paraguas del mostrador.

 

En una ramita fina hay posada una paloma

que se cae, revolotea y se posa de nuevo.

La baya lejana que cuelga en la extremidad de la rama.

La rama que cede, el collar que se abomba cuando la paloma avanza.

 

Una chica aborda el tren con un cajón de escritorio.

 

En la arena gruesa junto a la rompiente

un pescador extiende horizontalmente su caña.

A su lado una bici apoyada en el pie.

 

Él separa las piernas como orinando.

Huellas de patas de pájaro en la arena.

La caña se curva sobre el mar.

 

 

 

 

Aún lo recuerdo

 

El espejo del mar se rompió y tus manos no pudieron más

que mecánicamente como excavadoras hacer cuenquitos

cada palada que volcabas se escurría ante tus pies

quien aun así hablaba de una casa una chimenea una mesa

tus uñas no excavaban más que una planta plana en la arena.

 

Aún recuerdo cómo el suelo temblaba y tú agitabas

los brazos llenos de pájaros tatuados chillando

cuanto más bajos los cúmulos más revueltas las olas

cargabas a manos llenas arena mojada por la ancha playa

los limpiaparabrisas de tus codos enyesaban la pared.

 

Sé que cuando el viento amaina tus pájaros se calman

las estrellas de mar que trajiste se sueltan suavemente de la pared

y sé cuán pálidas tus piernas que se extienden y separan

veo los fragmentos de conchas que aparecen entre los dedos de tus pies

lo único que puedes esconder es tu cuerpo en la arena.

 

 

 

 

Legitimaciones

 

1. De lo que se trata no es más que de que sea cierto,

la posibilidad de ser un elemento, de pertenecer

a una compañía, a un conjunto. Gente

cambiándose entre los ligustros bajos

y el alambrado al borde de las dunas.

 

Naipes que caen sobre una toalla en la arena,

las provisiones bajo paños en un cesto de mimbre,

una botella enterrada de una destilería

donde ese día uno de nosotros ha trabajado.

Corremos como todo el mundo hacia el mar

 

y volvemos, nos sacudimos los zapatos en la senda,

abrazamos lo que en toda conversación se omite

al despedirnos y nos sabemos desconsolados cuando

en un tranvía el conductor anuncia las paradas

a su único pasajero.

 

 

 

 

18 de septiembre de 1994

 

1. Todo lo generado puede desaparecer.

 

Cómo en un día caluroso un largo banco

recibe la sombra de siete olivos.

Cómo las posaderas se enfrían al contacto

con la maciza y milenaria piedra.

 

Cómo la tramontana rompe el espejo del mar

y por la penetrante luz de un sol perezoso

recoge y revuelve la superficie acuática

en huracanes amarillo, azul, ocre, arena, agua.

 

El vértigo puede disolverse, sin rumbo.

 

Golondrinas lanzándose como murciélagos

por la escarpada pared rocosa detrás del banco

donde el sendero bordea tres bahías

apuntando sin embargo solo a Francia.

 

 

2. Nada muere en Port Bou por su voluntad.

 

La muchacha aragonesa en la playa

se quita la falda y camina antílopemente

por la rompiente mientras su bolso de cuero

guarda una carpeta con herrajes.

Solo ha venido por este domingo

que semeja una historia anónima.

 

Un pedestal vacío en una plataforma de acero.

El jardín al frente de un puesto de aduanas abandonado.

Un peñón que casi se desliza en el mar.

Démosle daltónicas denominaciones

juego de tramontana, viento con la fuerza

de alta montaña, que estremece al sol.

 

 

3. Todo lo generado puede desaparecer.

 

El libre suministro de penicilina

y morfina. En el cuarto de la vieja pensión

hay dos camas entre un muro

de enfermedad. Tú y yo, ¿quién es masculino?

 

¿Qué es la masculinidad? Que una cuchilla

rasque la garganta inflamada,

la sensación que provoca ser afeitado

por última vez, para una fiesta a la que ya

 

no se asistirá. O cómo

un niño tira arena al sol

riendo. Caerse y no sentir

vergüenza hasta levantarse.

 

 

4. También lo no generado puede desaparecer.

 

Arena, raíces, barrón, huellas que aquí

nunca hubo. Los habitantes que con la mirada

siguen al viajero sin facilitar su descripción.

Su andar todavía interrumpido tras erigir

 

un monumento. Ahora, cuando la tramontana

lame tu cuerpo y te recoge a ti y a tus lentes,

llevándoselos. Donde el paso conduce al cementerio

hasta el precipicio asomado a la rompiente.

 

Alrededor solo puede encontrar un miope.

¿Cómo ha llegado aquí? Cincuenta años atrás. Ol-

vidar algo así es bárbaro. Aun la mutilación

de una obra de arte es un acto de cultura.

 

Eso hice. Sin escrúpulos. Hoy. Fecha.

 

Erik Lindner Nace en 1968 en La Haya, Países Bajos. Ha publicado seis volúmenes de poesía y dos novelas To Whitebridge (De Bezige Bij, 2013) ... LEER MÁS DEL AUTOR