Aún lo recuerdo
(Traducción al español de Diego Puls)
Ivens y el viento
Inspirado en el documental de Joris Ivens Une histoire de vent (1988)
Hasta que del molino se suelta un aspa
Ivens espera sentado en una silla el viento
hasta que se disgrega la punta del valle de la duna
el viento sentado en una silla espera Ivens
hasta que el tren se disuelve en un penacho de humo
Ivens sentado en una silla espera el viento
hasta que el polvo hace lagrimear sus ojos
espera sentado en una silla el viento Ivens
hasta que se seca el sudor del mentón
sentado en una silla espera Ivens el viento
hasta que se agitan las barbas de los camellos
hasta que los granos como pulgas emprenden el vuelo
hasta que una honda se enreda en la cuerda de una cometa
hasta que su bastón se tumba como un palo de golf
hasta que la arena bulle como espuma en la rompiente
hasta que se abre la tapa de su maleta
sentado en una silla en la cumbre señala Ivens
allí duerme el viento en una cueva en el desierto.
El mar es violeta en el Pireo
Una bandera emerge del campanario
cuando el viento gira.
Un hombre pasa por encima de un perro.
Una mujer se frota cabizbaja un párpado.
En una tienda de paraguas se cae un paraguas del mostrador.
En una ramita fina hay posada una paloma
que se cae, revolotea y se posa de nuevo.
La baya lejana que cuelga en la extremidad de la rama.
La rama que cede, el collar que se abomba cuando la paloma avanza.
Una chica aborda el tren con un cajón de escritorio.
En la arena gruesa junto a la rompiente
un pescador extiende horizontalmente su caña.
A su lado una bici apoyada en el pie.
Él separa las piernas como orinando.
Huellas de patas de pájaro en la arena.
La caña se curva sobre el mar.
Aún lo recuerdo
El espejo del mar se rompió y tus manos no pudieron más
que mecánicamente como excavadoras hacer cuenquitos
cada palada que volcabas se escurría ante tus pies
quien aun así hablaba de una casa una chimenea una mesa
tus uñas no excavaban más que una planta plana en la arena.
Aún recuerdo cómo el suelo temblaba y tú agitabas
los brazos llenos de pájaros tatuados chillando
cuanto más bajos los cúmulos más revueltas las olas
cargabas a manos llenas arena mojada por la ancha playa
los limpiaparabrisas de tus codos enyesaban la pared.
Sé que cuando el viento amaina tus pájaros se calman
las estrellas de mar que trajiste se sueltan suavemente de la pared
y sé cuán pálidas tus piernas que se extienden y separan
veo los fragmentos de conchas que aparecen entre los dedos de tus pies
lo único que puedes esconder es tu cuerpo en la arena.
Legitimaciones
1. De lo que se trata no es más que de que sea cierto,
la posibilidad de ser un elemento, de pertenecer
a una compañía, a un conjunto. Gente
cambiándose entre los ligustros bajos
y el alambrado al borde de las dunas.
Naipes que caen sobre una toalla en la arena,
las provisiones bajo paños en un cesto de mimbre,
una botella enterrada de una destilería
donde ese día uno de nosotros ha trabajado.
Corremos como todo el mundo hacia el mar
y volvemos, nos sacudimos los zapatos en la senda,
abrazamos lo que en toda conversación se omite
al despedirnos y nos sabemos desconsolados cuando
en un tranvía el conductor anuncia las paradas
a su único pasajero.
18 de septiembre de 1994
1. Todo lo generado puede desaparecer.
Cómo en un día caluroso un largo banco
recibe la sombra de siete olivos.
Cómo las posaderas se enfrían al contacto
con la maciza y milenaria piedra.
Cómo la tramontana rompe el espejo del mar
y por la penetrante luz de un sol perezoso
recoge y revuelve la superficie acuática
en huracanes amarillo, azul, ocre, arena, agua.
El vértigo puede disolverse, sin rumbo.
Golondrinas lanzándose como murciélagos
por la escarpada pared rocosa detrás del banco
donde el sendero bordea tres bahías
apuntando sin embargo solo a Francia.
2. Nada muere en Port Bou por su voluntad.
La muchacha aragonesa en la playa
se quita la falda y camina antílopemente
por la rompiente mientras su bolso de cuero
guarda una carpeta con herrajes.
Solo ha venido por este domingo
que semeja una historia anónima.
Un pedestal vacío en una plataforma de acero.
El jardín al frente de un puesto de aduanas abandonado.
Un peñón que casi se desliza en el mar.
Démosle daltónicas denominaciones
juego de tramontana, viento con la fuerza
de alta montaña, que estremece al sol.
3. Todo lo generado puede desaparecer.
El libre suministro de penicilina
y morfina. En el cuarto de la vieja pensión
hay dos camas entre un muro
de enfermedad. Tú y yo, ¿quién es masculino?
¿Qué es la masculinidad? Que una cuchilla
rasque la garganta inflamada,
la sensación que provoca ser afeitado
por última vez, para una fiesta a la que ya
no se asistirá. O cómo
un niño tira arena al sol
riendo. Caerse y no sentir
vergüenza hasta levantarse.
4. También lo no generado puede desaparecer.
Arena, raíces, barrón, huellas que aquí
nunca hubo. Los habitantes que con la mirada
siguen al viajero sin facilitar su descripción.
Su andar todavía interrumpido tras erigir
un monumento. Ahora, cuando la tramontana
lame tu cuerpo y te recoge a ti y a tus lentes,
llevándoselos. Donde el paso conduce al cementerio
hasta el precipicio asomado a la rompiente.
Alrededor solo puede encontrar un miope.
¿Cómo ha llegado aquí? Cincuenta años atrás. Ol-
vidar algo así es bárbaro. Aun la mutilación
de una obra de arte es un acto de cultura.
Eso hice. Sin escrúpulos. Hoy. Fecha.