Ana Luisa Amaral

Otras voces

 

 

 

 

Las memorias más puras: o de lumbres

 

Ayer por la noche y antes de dormir,

la alegría más pura

 

de un cielo

 

en medio del sueño que se escapa, solemne

la emoción         y la alegría más pura

de un día entre niña y casi grande

 

y era en el pueblo,

levantarse a las seis de la mañana,

los ojos en los postigos de madera, el sonido

que hacían al abrirse, los postigos

en una habitación que no era la mía, el olor

de nombre ausente

 

pero era un olor

entre lo más fresco y la luz

que comenzaba era el calor del verano,

la alegría más pura

 

un cielo tan del color de la sangre

que aún hoy, aún ayer antes de dormir,

las lágrimas brotan como entonces, y de repente,

el sol como un incendio largo

y el olor los colores

 

Pero era estar allí, de pie, y joven,

y la muerte tan lejana,

y no había muertos ni su desfile

solo vivos, risas, el olor

la luz

 

era la vida, el poder de elegir,

o eso parecía:

 

la cama y las cascadas frescas de las sábanas

suaves como extranjeros que llegan a un país nuevo,

o los postigos    abiertos de madera

y el incendio                 del cielo

 

Esto fue ayer por la noche,

este esplendor en lo oscuro y antes de dormir

 

……..

 

Hoy, los periódicos en esta mañana sin sol

hablan de cosas tan brutales

y tan encendidas, como pueblos sin nombre, sin luz

que amanezca su color y sus tiempos,

de muertos no por vidas vividas

sino por vidas cortadas la violencia de ser

encima de esta tierra                 sobre otros muertos

apenas recordados o ni siquiera recordados

 

Y pienso dónde está, dónde cabe,

esa pura alegría recordada

que tomó el pasillo de mi sueño

se acostó a mi lado ayer por la noche

 

retomada nuevamente              hecha movimiento,

bella mercancía para cesto de paja                   muy bello,

como bello era el cielo de aquel día

 

¿Dónde cabe la alegría recordada

frente al incendio que vi                      ayer por la noche?

¿dónde los colores de la alegría?        su perfil tan nítido

como si fuese alimentado con átomos

en explosión

 

¿cómo volverse tiempo? ¿cómo fingirse tiempo?

 

….

 

Y sin embargo   los tiempos      cohabitan

Y el mismo                               pasillo les da espacio

y lumbre

 

Oscuro, trad. Luis María Marina, Olifante, 2016

 

 

 

Lugares comunes

 

Entré en Londres

a un merendero cutre (no sólo entre nosotros

hay merenderos cutres, los ingleses también

y ellos han tenido hasta más cosas, ahora

es sólo Escocia y un poco de Irlanda y esas

islitas, más allá)

 

Entré en Londres

a un merendero cutre, peor todavía que nuestros bares

de playa (esto es sólo para los que no pueden

hacerse una pequeña idea de lo que los ingleses tienen por allá), era

muy pero muy cutre,

no es que fuera mal intencionado, era cutre

como decimos, muy lleno de remiendos y con la cocina

sucia. Bien roñoso.

 

Claro que todos mis prejuicios

de mujer se me vinieron encima, porque en el merendero

sólo había hombres que comían tocino y huevos y jitomate

(si estuviera en Portugal, serían sándwiches de queso),

pero pensé: Estoy en Londres, estoy

solita, a mí qué me importan los hombres, los ingleses

ni se meten tanto con una como los nuestros,

y así…

 

Y, bueno, entré en el merendero cutre, con árboles

de plástico en los rincones.

Sólo después de entrar vi a una mujer

sentada leyendo alguna cosa. Y me sentí

más fuerte, no sé por qué pero me sentí más fuerte.

Era una tribu de veintitrés hombres y ella solita y

luego yo

 

Y pues pedí un café, que no estaba nada mal

para un merendero cutre como ése y el hombre

que me sirvió me dijo: There you are, love.

Se me antojó contestar: I’m not your bloody love o

Go to hell o algo así, pero después

pensé: Ya lo traen tan entrañado

en sus culturas y su intención no era mala y además

me voy en un ratito, tengo un vuelo

a mí qué me importa

 

Y pagué el café, que no estaba nada mal,

Y estuve un rato así, mirando a mi alrededor

viendo a toda esa tribu que comía huevos y jamón

y después vi la hora y pensé que el taxi

ya iba a llegar y yo tenía que marcharme.

Y cuando me iba a levantar, la mujer sonrió

como quien dice: That’s it

 

Y miró así a su alrededor el jamón

y los huevos, a todos los hombres que comían

y yo me sentí más fuerte, no sé por qué,

pero me sentí más fuerte

 

y pensé que al fin no importa Londres o nosotros,

que en todas partes

las mismas cosas son

 

What’s in a Name, trad. Paula Abramo, Sexto Piso, 2020

 

 

 

Otras voces

 

Cerrar los ojos y por dentro reverberar el pasado.

Pensar “podría tener otro color de piel, otro pelaje”.

Y volverse el tiempo del revés, y entrar allí,

en espiral, en el tiempo.

Escoger

 

Llevar cota de malla y de salitre,

haber llorado cuando el puerto se alejaba,

millares de millas antes,

meses en sobresalto hacia atrás

 

Las fiebres y temblores durante la travesía,

el agua amarga, las noches

cargadas de estrellas,

y el balanceo del navío, un astrolabio

 

Una mañana de sol, desde el puesto de vigía,

ver muy al fondo en dulce oval,

la línea casi tan lejana como una constelación.

Gritar “tierra”, gritar a los compañeros

al fondo del navío, desde lo más hondo de los pulmones gritar,

y el bote después, los remos largos,

la cama de arena y los árboles.

 

O traer en la cabeza plumas coloridas,

solo conocer a fondo la arena blanca

y el mar sin fondo, peces pescados al albur de los días,

una lengua que sirve para subir a palmeras,

que sirve para cazar y contar historias

 

Moldear un arpón, comenzar por un hueso

o piedra o madera,

entrelazar el cuerpo de la madera, y el filo de la extremidad.

Contemplar despacio el resultado del trabajo

y de la espera.

O la belleza. Escoger

 

Traer el fuego en la mano, escondido en la pólvora,

hacer fuego en los límites del bosque.

Las risas de los niños, tocar la arena blanca, tocar

otra piel. Cruel,

el miedo, vacilar entre el hambre y el miedo.

O no escoger

 

 

 

 

Las plumas coloridas sobre un yelmo,

la cota de malla lanzada al aire como una flecha,

los cantos de los pájaros sobre la cabeza,

imitar sus cantos,

en un lago de agua dulce limpiar cuerpo y

pecados de la imaginación,

sentir la noche dentro de la noche,

la piel junto a la piel,

imaginar un sitio sin edad

 

Cambiar el fuego escondido por el fuego alerta,

el arpón por el fuego que se extiende,

gritar “aquí estoy, vida”,

sin oro ni plata.

Con la plata moldear un anillo

y una bola de fuego fingido,

y desde el fuego despierto tender un puente que alcance

a la palmera más alta

 

Olvidarse del estandarte del navío,

después partir de la arena blanca, nadar hasta el navío,

las plumas coloridas a un lado,

traer de nuevo el estandarte y desmembrarlo.

Hacer una vela, adornarla con plumas,

derretidos entretanto,

bajo la hoguera alta y varias noches,

yelmo y cota de malla

 

Estos otorgarán firmeza al soporte de la vela,

un barco nuevo habitado por peces

brillantes como estrellas

 

No elegir mar ni horizonte.

Y embarcar sin mapa hasta el fin

de la oscuridad

 

Oscuro, trad. Luis Maria Marina, Olifante, 2016

 

 

 

Matar es fácil

 

Asesiné (tan fácil) con la uña

a un pequeño mosquito

que sin tener licencia ni permiso

aterrizó en la hoja de papel

 

En tono, era invisible:

ala sin consistencia de visión

y, ya muerto en la hoja, dejó un rastro  de casi nada

 

Pero ese rastro

en un resto de magia, era pretexto

para un poema, y aunque ardió su linfa

por un tiempo menor

que el de mi vida,

no dejaba de ser

un tiempo vivo

 

Abatido sin lanza ni puñal,

ni sustancia mortal

(un digno cianuro o estricnina),

murió, víctima de uña,

y al polvo regresó

como una breve harina triturada

 

Pero ha de ser sustento,

tal como sus parientes,

de una cosa concreta,

será, dentro de menos de cien años,

de una sustancia igual

 

a la que nutre tibia de poeta,  el rostro que se amó,

la pulpa del papel en el que estoy,

el más mínimo punto imperturbable

de cola de cometa

 

What’s in a Name, trad. Paula Abramo, Sexto Piso, 2020

 

 

 

El exceso más perfecto

 

Quisiera un poema de respiración tensa

y sin pudor.

Con la elegancia redonda de las mujeres barrocas

y todo lo contrario del arbusto esbelto.

Un poema que Rubens envidiara, al verlo,

desde allá desde el fondo de tres siglos,

su cuerpo magnífico echado en un diván,

y reclinados los brazos desnudos

con sólo pulseras tan (pero tan) preciosas,

y un angelito encima,

en su pequeño nicho vuelto nube,

resguardándolo, dulce.

Un poema así quisiera.

 

Mucho más todo que las griegas dignidades

de equilibrio.

Un poema hecho de excesos y dorados,

y aun así muy bello en su pujanza oscura

y mística.

Ah, cómo quisiera un poema diferente

de la pureza del granito, y de la pureza del blanco,

y de la transparencia de las cosas transparentes.

Un poema exultando en la angustia,

un ancho rododendro color sangre.

Una alameda entera de rododendros por donde el viento,

al pasar, se detuviera deslumbrado

y en desvelo. Y se quedara allí, preso del cántico

de sus pulseras tan (pero tan)

preciosas.

 

Desnudo, de redondas formas, un poema así quisiera.

Una contrarreforma del silencio.

 

Música, música, música llenándole el cuerpo

y el cabello trenzado de flores y serpientes,

y una fuente de asombro polifónico

manando de sus dedos.

Reclinado en un diván tapizado de terciopelo,

su desnudez redonda y plena

haría palidecer a grifos y serpientes.

Y a los pobres templos, de líneas contenidas y tan puras,

temblar de miedo sólo por la fulguración

de su mirar. Dorado.

 

Música, música música y la explosión del color.

Acechando desde allá, desde el fondo de tres siglos,

un Murillo callado, al ver cuán simples eran sus ángeles

junto a los ángeles desnudos de este poema,

cantando en conjunción con otros

astros rubios

salmodias de amor y de perfecto exceso.

 

Góngora palidece, cual los grifos,

ahora que lo contempla.

Esta contrarreforma del silencio.

Su mano alzada rumbo al cielo, cargada

de nada

 

What’s in a Name, trad. Paula Abramo, Sexto Piso, 2020

 

 

 

Una botánica de la paz: visitación

 

Tengo una flor

mas no sé su nombre

 

En el balcón,

perfume común

de otros aromas:

cayenas, un rosal,

un puñado de citronela

 

Mas esos son prodigios

de otra mañana:

porque esta flor

brotó con hojas de verde

ensombrecido,

minúsculas y leves

 

No la amenazan bombas

ni románticos vientos,

ni misiles o tornados,

ni ella sabe, aunque está cerca,

de la sal inquietante

que el mar trae

 

Y el cielo azul del otoño

simulando verano

es, para ella, bendición,

como el agua pequeña

que le doy

 

Debe ser esta

una especie de paz:

 

Un secreto botánico

de la luz

 

Entre otras noches, Rocca Ediciones, transl. Lauren Mendinuetta, 2013

 

 

 

 

Cosas de partir

 

Intento derribarte de encima del poema

para no arruinarlo en la emoción de ti:

ojos semicerrados, precauciones de tiempo

soñándolo de lejos, todo libre sin ti.

 

Ausento de él tus ojos, sonrisa, boca, mirada:

todas cosas tuyas, pero cosas de partir…

Y una alarma me nace: ¿y si moriste ahí,

en medio de suelo, sin texto ausente de ti?

 

¿Y si ya no respiras? ¿Si no te vuelvo a ver

por querer derribarte, lírica de emoción?

Y mi pánico crece: ¿si no estuvieras allá?

¿Y si tú no estuvieras donde el poema está?

 

Eróticamente te doy respiración en la boca:

primero un adverbio, después un adjetivo,

después todo un verso en emoción y voto.

 

Y termino contigo encima del poema,

presente indicativo, artículos a oscuras.

 

Entre otras noches, Rocca Ediciones, transl. Lauren Mendinuetta, 2013

 

 

 

Kamasutras

 

Tira toda la ropa

al suelo.

Deprisa. Sin momento seductor

ninguno

 

Las prendas en pedazos,

desmayadas,

tumbadas por el suelo.

Desde lo más pesado a lo infinitamente

más leve

 

Y deja la luz

prendida. Sin seducción

ninguna. Una luz por lo menos

de 60 watios.

O sino cruda,

de supermercado.

 

Escoje armario,

lugar escuadrado

donde los cuerpos

no puedan descansar.

Sin ningún tipo

de preliminar,

asáltame

vestida:

 

que yo tenga toda la

ropa. Desde lo más pesado

a lo infinitamente más

leve.

Luces todas prendidas

Deprisa

y de repente

 

Pasemos a la cocina

Y allá, en una poética de manos,

en suprema gimnasia del mirar,

comamos lentamente,

com saber hindú,

los restos del asado sobrante

de la cena

 

A la luz

fosforescente

y seductora, en lo más

preliminar,

lanza contra el fogón,

por encima del hombro,

la copa de cristal

(de las de pie alto!)

 

Que el suelo,

al serle agudo como asfalto,

le enseñe el kamasutra

en última edición!

 

(trad. inédita Diana Bellessi)

Ana Luisa Amaral (Lisboa, Portugal, 1956-2022). Vivió en Leça da Palmeira. Fue profesora en la Facultad de Letras, en Oporto. Obtuvo un Doctorado sobre la ... LEER MÁS DEL AUTOR