Otras voces
Las memorias más puras: o de lumbres
Ayer por la noche y antes de dormir,
la alegría más pura
de un cielo
en medio del sueño que se escapa, solemne
la emoción y la alegría más pura
de un día entre niña y casi grande
y era en el pueblo,
levantarse a las seis de la mañana,
los ojos en los postigos de madera, el sonido
que hacían al abrirse, los postigos
en una habitación que no era la mía, el olor
de nombre ausente
pero era un olor
entre lo más fresco y la luz
que comenzaba era el calor del verano,
la alegría más pura
un cielo tan del color de la sangre
que aún hoy, aún ayer antes de dormir,
las lágrimas brotan como entonces, y de repente,
el sol como un incendio largo
y el olor los colores
Pero era estar allí, de pie, y joven,
y la muerte tan lejana,
y no había muertos ni su desfile
solo vivos, risas, el olor
la luz
era la vida, el poder de elegir,
o eso parecía:
la cama y las cascadas frescas de las sábanas
suaves como extranjeros que llegan a un país nuevo,
o los postigos abiertos de madera
y el incendio del cielo
Esto fue ayer por la noche,
este esplendor en lo oscuro y antes de dormir
……..
Hoy, los periódicos en esta mañana sin sol
hablan de cosas tan brutales
y tan encendidas, como pueblos sin nombre, sin luz
que amanezca su color y sus tiempos,
de muertos no por vidas vividas
sino por vidas cortadas la violencia de ser
encima de esta tierra sobre otros muertos
apenas recordados o ni siquiera recordados
Y pienso dónde está, dónde cabe,
esa pura alegría recordada
que tomó el pasillo de mi sueño
se acostó a mi lado ayer por la noche
retomada nuevamente hecha movimiento,
bella mercancía para cesto de paja muy bello,
como bello era el cielo de aquel día
¿Dónde cabe la alegría recordada
frente al incendio que vi ayer por la noche?
¿dónde los colores de la alegría? su perfil tan nítido
como si fuese alimentado con átomos
en explosión
¿cómo volverse tiempo? ¿cómo fingirse tiempo?
….
Y sin embargo los tiempos cohabitan
Y el mismo pasillo les da espacio
y lumbre
Oscuro, trad. Luis María Marina, Olifante, 2016
Lugares comunes
Entré en Londres
a un merendero cutre (no sólo entre nosotros
hay merenderos cutres, los ingleses también
y ellos han tenido hasta más cosas, ahora
es sólo Escocia y un poco de Irlanda y esas
islitas, más allá)
Entré en Londres
a un merendero cutre, peor todavía que nuestros bares
de playa (esto es sólo para los que no pueden
hacerse una pequeña idea de lo que los ingleses tienen por allá), era
muy pero muy cutre,
no es que fuera mal intencionado, era cutre
como decimos, muy lleno de remiendos y con la cocina
sucia. Bien roñoso.
Claro que todos mis prejuicios
de mujer se me vinieron encima, porque en el merendero
sólo había hombres que comían tocino y huevos y jitomate
(si estuviera en Portugal, serían sándwiches de queso),
pero pensé: Estoy en Londres, estoy
solita, a mí qué me importan los hombres, los ingleses
ni se meten tanto con una como los nuestros,
y así…
Y, bueno, entré en el merendero cutre, con árboles
de plástico en los rincones.
Sólo después de entrar vi a una mujer
sentada leyendo alguna cosa. Y me sentí
más fuerte, no sé por qué pero me sentí más fuerte.
Era una tribu de veintitrés hombres y ella solita y
luego yo
Y pues pedí un café, que no estaba nada mal
para un merendero cutre como ése y el hombre
que me sirvió me dijo: There you are, love.
Se me antojó contestar: I’m not your bloody love o
Go to hell o algo así, pero después
pensé: Ya lo traen tan entrañado
en sus culturas y su intención no era mala y además
me voy en un ratito, tengo un vuelo
a mí qué me importa
Y pagué el café, que no estaba nada mal,
Y estuve un rato así, mirando a mi alrededor
viendo a toda esa tribu que comía huevos y jamón
y después vi la hora y pensé que el taxi
ya iba a llegar y yo tenía que marcharme.
Y cuando me iba a levantar, la mujer sonrió
como quien dice: That’s it
Y miró así a su alrededor el jamón
y los huevos, a todos los hombres que comían
y yo me sentí más fuerte, no sé por qué,
pero me sentí más fuerte
y pensé que al fin no importa Londres o nosotros,
que en todas partes
las mismas cosas son
What’s in a Name, trad. Paula Abramo, Sexto Piso, 2020
Otras voces
Cerrar los ojos y por dentro reverberar el pasado.
Pensar “podría tener otro color de piel, otro pelaje”.
Y volverse el tiempo del revés, y entrar allí,
en espiral, en el tiempo.
Escoger
Llevar cota de malla y de salitre,
haber llorado cuando el puerto se alejaba,
millares de millas antes,
meses en sobresalto hacia atrás
Las fiebres y temblores durante la travesía,
el agua amarga, las noches
cargadas de estrellas,
y el balanceo del navío, un astrolabio
Una mañana de sol, desde el puesto de vigía,
ver muy al fondo en dulce oval,
la línea casi tan lejana como una constelación.
Gritar “tierra”, gritar a los compañeros
al fondo del navío, desde lo más hondo de los pulmones gritar,
y el bote después, los remos largos,
la cama de arena y los árboles.
O traer en la cabeza plumas coloridas,
solo conocer a fondo la arena blanca
y el mar sin fondo, peces pescados al albur de los días,
una lengua que sirve para subir a palmeras,
que sirve para cazar y contar historias
Moldear un arpón, comenzar por un hueso
o piedra o madera,
entrelazar el cuerpo de la madera, y el filo de la extremidad.
Contemplar despacio el resultado del trabajo
y de la espera.
O la belleza. Escoger
Traer el fuego en la mano, escondido en la pólvora,
hacer fuego en los límites del bosque.
Las risas de los niños, tocar la arena blanca, tocar
otra piel. Cruel,
el miedo, vacilar entre el hambre y el miedo.
O no escoger
Las plumas coloridas sobre un yelmo,
la cota de malla lanzada al aire como una flecha,
los cantos de los pájaros sobre la cabeza,
imitar sus cantos,
en un lago de agua dulce limpiar cuerpo y
pecados de la imaginación,
sentir la noche dentro de la noche,
la piel junto a la piel,
imaginar un sitio sin edad
Cambiar el fuego escondido por el fuego alerta,
el arpón por el fuego que se extiende,
gritar “aquí estoy, vida”,
sin oro ni plata.
Con la plata moldear un anillo
y una bola de fuego fingido,
y desde el fuego despierto tender un puente que alcance
a la palmera más alta
Olvidarse del estandarte del navío,
después partir de la arena blanca, nadar hasta el navío,
las plumas coloridas a un lado,
traer de nuevo el estandarte y desmembrarlo.
Hacer una vela, adornarla con plumas,
derretidos entretanto,
bajo la hoguera alta y varias noches,
yelmo y cota de malla
Estos otorgarán firmeza al soporte de la vela,
un barco nuevo habitado por peces
brillantes como estrellas
No elegir mar ni horizonte.
Y embarcar sin mapa hasta el fin
de la oscuridad
Oscuro, trad. Luis Maria Marina, Olifante, 2016
Matar es fácil
Asesiné (tan fácil) con la uña
a un pequeño mosquito
que sin tener licencia ni permiso
aterrizó en la hoja de papel
En tono, era invisible:
ala sin consistencia de visión
y, ya muerto en la hoja, dejó un rastro de casi nada
Pero ese rastro
en un resto de magia, era pretexto
para un poema, y aunque ardió su linfa
por un tiempo menor
que el de mi vida,
no dejaba de ser
un tiempo vivo
Abatido sin lanza ni puñal,
ni sustancia mortal
(un digno cianuro o estricnina),
murió, víctima de uña,
y al polvo regresó
como una breve harina triturada
Pero ha de ser sustento,
tal como sus parientes,
de una cosa concreta,
será, dentro de menos de cien años,
de una sustancia igual
a la que nutre tibia de poeta, el rostro que se amó,
la pulpa del papel en el que estoy,
el más mínimo punto imperturbable
de cola de cometa
What’s in a Name, trad. Paula Abramo, Sexto Piso, 2020
El exceso más perfecto
Quisiera un poema de respiración tensa
y sin pudor.
Con la elegancia redonda de las mujeres barrocas
y todo lo contrario del arbusto esbelto.
Un poema que Rubens envidiara, al verlo,
desde allá desde el fondo de tres siglos,
su cuerpo magnífico echado en un diván,
y reclinados los brazos desnudos
con sólo pulseras tan (pero tan) preciosas,
y un angelito encima,
en su pequeño nicho vuelto nube,
resguardándolo, dulce.
Un poema así quisiera.
Mucho más todo que las griegas dignidades
de equilibrio.
Un poema hecho de excesos y dorados,
y aun así muy bello en su pujanza oscura
y mística.
Ah, cómo quisiera un poema diferente
de la pureza del granito, y de la pureza del blanco,
y de la transparencia de las cosas transparentes.
Un poema exultando en la angustia,
un ancho rododendro color sangre.
Una alameda entera de rododendros por donde el viento,
al pasar, se detuviera deslumbrado
y en desvelo. Y se quedara allí, preso del cántico
de sus pulseras tan (pero tan)
preciosas.
Desnudo, de redondas formas, un poema así quisiera.
Una contrarreforma del silencio.
Música, música, música llenándole el cuerpo
y el cabello trenzado de flores y serpientes,
y una fuente de asombro polifónico
manando de sus dedos.
Reclinado en un diván tapizado de terciopelo,
su desnudez redonda y plena
haría palidecer a grifos y serpientes.
Y a los pobres templos, de líneas contenidas y tan puras,
temblar de miedo sólo por la fulguración
de su mirar. Dorado.
Música, música música y la explosión del color.
Acechando desde allá, desde el fondo de tres siglos,
un Murillo callado, al ver cuán simples eran sus ángeles
junto a los ángeles desnudos de este poema,
cantando en conjunción con otros
astros rubios
salmodias de amor y de perfecto exceso.
Góngora palidece, cual los grifos,
ahora que lo contempla.
Esta contrarreforma del silencio.
Su mano alzada rumbo al cielo, cargada
de nada
What’s in a Name, trad. Paula Abramo, Sexto Piso, 2020
Una botánica de la paz: visitación
Tengo una flor
mas no sé su nombre
En el balcón,
perfume común
de otros aromas:
cayenas, un rosal,
un puñado de citronela
Mas esos son prodigios
de otra mañana:
porque esta flor
brotó con hojas de verde
ensombrecido,
minúsculas y leves
No la amenazan bombas
ni románticos vientos,
ni misiles o tornados,
ni ella sabe, aunque está cerca,
de la sal inquietante
que el mar trae
Y el cielo azul del otoño
simulando verano
es, para ella, bendición,
como el agua pequeña
que le doy
Debe ser esta
una especie de paz:
Un secreto botánico
de la luz
Entre otras noches, Rocca Ediciones, transl. Lauren Mendinuetta, 2013
Cosas de partir
Intento derribarte de encima del poema
para no arruinarlo en la emoción de ti:
ojos semicerrados, precauciones de tiempo
soñándolo de lejos, todo libre sin ti.
Ausento de él tus ojos, sonrisa, boca, mirada:
todas cosas tuyas, pero cosas de partir…
Y una alarma me nace: ¿y si moriste ahí,
en medio de suelo, sin texto ausente de ti?
¿Y si ya no respiras? ¿Si no te vuelvo a ver
por querer derribarte, lírica de emoción?
Y mi pánico crece: ¿si no estuvieras allá?
¿Y si tú no estuvieras donde el poema está?
Eróticamente te doy respiración en la boca:
primero un adverbio, después un adjetivo,
después todo un verso en emoción y voto.
Y termino contigo encima del poema,
presente indicativo, artículos a oscuras.
Entre otras noches, Rocca Ediciones, transl. Lauren Mendinuetta, 2013
Kamasutras
Tira toda la ropa
al suelo.
Deprisa. Sin momento seductor
ninguno
Las prendas en pedazos,
desmayadas,
tumbadas por el suelo.
Desde lo más pesado a lo infinitamente
más leve
Y deja la luz
prendida. Sin seducción
ninguna. Una luz por lo menos
de 60 watios.
O sino cruda,
de supermercado.
Escoje armario,
lugar escuadrado
donde los cuerpos
no puedan descansar.
Sin ningún tipo
de preliminar,
asáltame
vestida:
que yo tenga toda la
ropa. Desde lo más pesado
a lo infinitamente más
leve.
Luces todas prendidas
Deprisa
y de repente
Pasemos a la cocina
Y allá, en una poética de manos,
en suprema gimnasia del mirar,
comamos lentamente,
com saber hindú,
los restos del asado sobrante
de la cena
A la luz
fosforescente
y seductora, en lo más
preliminar,
lanza contra el fogón,
por encima del hombro,
la copa de cristal
(de las de pie alto!)
Que el suelo,
al serle agudo como asfalto,
le enseñe el kamasutra
en última edición!
(trad. inédita Diana Bellessi)