La luz que ya encendimos
Nuevas voces de la poesía Argentina
Por Luis Benítez
Si algo define la ya prolongada y destacada contribución del poeta Rubén Valle a las letras del país, es el ahondamiento progresivo y sostenido en las tópicas que son inherentes a su estilo discursivo. La amplitud de su registro hace posible que convivan en una misma colección de textos la cada vez más aguda percepción del lugar que su consciencia ocupa en el mundo, con su capacidad indagatoria de las relaciones existentes entro lo interior y lo exterior al poeta. De tal manera, Valle logra en sus poemas más acertados brindarnos una lúcida aunque fugaz –siempre será fugaz- visión de lo que alberga ese enigma paradójico al que denominamos poesía, aplicado a nombrar mediante el uso de las palabras y sus interrelaciones justamente aquello que se encuentra más allá de las palabras.
Poemas de Rubén Valle
El que viene
“A usar tu lengua vienes…”
Macbeth a un mensajero,
William Shakespeare
Maten al mensajero, pronto maten al que vino
a decir que Rimbaud desembarcó de su ausencia,
al que jura que la palabra de Sor Juana sabe tan dulce
como un pezón de luna. Maten al impostor, al que aún bebiendo todo
el aguardiente puede recitar sin respiro un palíndromo, dejarse amar
por cien mujeres y recordarlas brutalmente tan sólo con olerlas
en la penumbra. Maten al malvenido, al inesperado, al homérico.
Ciérrenle la puerta en la cara antes de verlo erguido como un lirio.
No podrán resistirlo, les dirá cómo olvidarse de lo que nunca fueron,
los dejará en medio del círculo, los invitará a un banquete de sombras.
Maten al mensajero, al palomo malherido, al desbocado juglar
de las tabernas que apestan de solos. Pónganle hartas piedras,
ciérrenle el camino, háganle un pozo de silencio hasta que caiga.
Niéguenle la soga el salmo la rosa el orgasmo, sobre todo la mirada.
Maten al mensajero: la luz que dice traer es la luz que ya encendimos.
Derecho de autor
¿Para qué la poesía si los barcos
no pueden volar a contramano,
Si la virgen no encuentra su adagio
en el inspirado beso del semental?
Crédulos (o no) los relojes
deberían ser pájaros y piedras a su modo
¿Por qué no camaleones de un solo color?
Cada poema una isla dentro de otra isla
Un libro desierto donde el náufrago se escriba a sí mismo
Y nosotros, meros bastardos del Dante,
espantapájaros de nieve en un infierno
que embriaga sus nueve lenguas en agua bendita
¿Para qué la poesía entonces
si la palabra no se desnuda en público,
unta las sábanas con su esperma negra
o copula con el mar dentro de una botella?
Es derecho de autor dejar
último en la fila entre paréntesis
al creador del tajo y la cicatriz
Hacer que el mundo vuelva a ser nuevo
e igual de cuadrado
Una hoja en blanco donde los ciegos lean
La poesía es la ley y también la trampa.
En buen romance
Si no es paranoia, pregunto:
¿cómo saber qué hacen
esas dos muñecas rusas
tomando el té al pie de mi cama?
¿Qué quieren de mí?
¿Más té, un verso de Brodsky,
una ostra, su perla negra?
¿Por qué ahora vienen hacia mí,
se escurren por estas sucias sábanas
y me hacen el amor como a un zar?
¿Están locas o tan solas en el puerto
que me buscan creyendo que soy todos los marineros?
Las tazas que dejaron rotas huelen a vodka en sus lenguas
No se vayan mis lésbicas brujas, les suplico en buen romance
No me dejen solo conmigo, grito aterrado
Aquí hay un espejo mirándome todo el tiempo
Duplicadas vuelvan cada noche duplicadas
tráiganme la agitación y el alarido del después
Duérmanse una de cada lado
Protéjanme del asesino serial de los sueños
Y llénenme dos tazas con su vodka de llorar
Les prometo hacer girar los molinos del Viejo Mundo a puro jadeo
La ciudad, afroditas mías, escuchará en el trasnochado canto del cisne
a un lobo agradecido aullando en ruso
Me escucharán.
Los inolvidables
Como cerrar el piano
y que la música siga sonando
Así de tácitos así de cercanos
Siempre a la vista el tacto o el paladar
Dejando a cada paso migas hilos epifanías
para seguir latentes en este laberinto sin Ariadnas
Como explotar y multiplicarnos
en una imparable lluvia de esquirlas
que a nadie roce que a todos deje cicatriz
Permanecer desde la ausencia urdir la muesca
Ser la llave maestra otra vez los inolvidables
La montaña entre ceja y ceja el camino nunca sus atajos
Que nuestra palabra refleje la tensión de los puertos ajenos
el agitado renacer de los campos la última noche en la tierra
Y en el desierto insomne donde reina el silenciero y su piedra muda
dejar impresas las mejores huellas las inspiradas las definitivas
Que lean a voz en cuello por aquí pasaron los inolvidables
los que cortaron las flores con el filo de sus lenguas
los que amaron hasta dolerse los que odiaron hasta arder
los que bebieron el mejor y el peor vino
los que soñaron morir a lo bonzo en el baño de la biblioteca de Alejandría
los que a una isla sólo se llevarían a sí mismos
Los inolvidables somos capaces de traducirnos de memoria
Nuestro único secreto consiste en saber cuándo cerrar la boca
o abrir ese libro del hambre que empieza y termina entre dientes.
Lección obsesa
La mujer perfecta
La que no existe
y te está mirando
La mujer ideal
La de boca flamígera
y manos sin paracaídas
La mujer orquesta
La de interpretarla
hasta la obsesión
Esa mujer irrepetible
está escrita
En aprender a leerla
nos va la vida.
Lo negro en la nieve
El azar te juega sucio
Los horóscopos deciden
por vos sin vos
La única teoría de las probabilidades
es improbable que pueda aplicarse
a tu cuadro de situación
Una bruja bien podría leerte
la mano nunca el corazón
En la borra del café
no sería extraño hallar pistas
de las mujeres que perdiste
y te perdieron
El olvido es un ejercicio vano
Insobornable como ese detective ciego
que por las noches te encuentra sin buscar
y te dice: sólo los espejos pueden mirarse a sí mismos
No les preguntes ni a ellos ni a la intemperie
Ninguno te revelará lo negro de la nieve.