Ramón Martínez Ocaranza

Elegía de los triángulos

 

 

 

ELEGÍA DE LOS TRIÁNGULOS

(Otoño de 1968)

 

 

DÍA DE MUERTOS

 

 I

 

En las pirámides nocturnas

gritaban las flores de la muerte

para que Quetzalcóatl se llenara

de palomas terribles.

 

Oremos por el tiempo de los itzcuintlis amarillos

y de los triángulos negros de los cascabeles;

para que los millones de otoños que han pasado

se llenen de amapolas.

 

Nunca la muerte tuvo tantas melancolías de serpientes

como cuando los llantos de los ataúdes rodaron por las

escalinatas;

o como cuando el viento maldijo los vientres sucios.

 

Porque días llegaran

en que la sangre de los sacrificados

inundará la conciencia del tiempo

y los ojos se saldrán de las tumbas

para clavarse en los espejos vacíos.

 

Los Códices no mienten:

los veinte días del Tonalámatl

llorarán los hijos de las flores,

las madres de las flores,

y las doncellas de las flores.

 

 

II

 

Porque los dioses se vestirán de luto

el día de las ofrendas,

y porque las apátzikuas del lago

dirán los salmos de Kurikua-Aueri.

 

Porque la danza de los cocodrilos

extenderá sus mantos negros

para que lloren las escalinatas

en los dulcísimos senos de Coatlicue.

 

Porque los mirasoles

inundarán las lágrimas de tierra

cuando se cumpla el jeroglífico

de las entrañas nocturnas.

 

 

III

 

Y entonces las palabras

dieron el cumplimiento

de las magnolias sumergidas.

 

La flor del corazón,

la Yolloxóchitl,

pintó de negro sus espumas.

 

Y las Centzonhuitznáhuac quebrantaron

la hora de la vida.

 

Y Quetzalcóatl lloró

como no había llorado nunca un Dios

sobre

la

tierra.

 

(Octubre 25 de 1968)

 

 

 

 

LA FUGA DEL MINOTAURO

 

Metal de ser para la noche de los triángulos.

 

Los vientos

pueden coleccionar odas vacías.

 

Pueden también clasificar  caballos muertos.

 

Porque la luna golpea bodegas y geranios.

 

Y cuando el minotauro huye por los ascensores.

 

O cuando crecen las yerbas negras de los teléfonos.

 

Las Parcas multiplican los laberintos de la muerte

para que las tinieblas no se traguen

a la dama de las tinieblas.

 

Pero los signos dicen

que un día caerán las substancias carcomidas.

 

Y cuando el llanto penetra las tabernas.

 

Y cuando el odio escupe las flores de los cadáveres.

 

Y cuando recordamos que la belleza cumple

su condición

adentro

de

las

tumbas.

 

 

 

 

SALMOS PARA LA HORA DE MI MUERTE

(Septiembre 4 y 18 de1968)

 

 

SALMO PRIMERO

 

En pianos de ceniza

donde magnolias y culebras

crecen las catedrales del sueño

para saber que el hombre

carga con su destino en una lágrima.

 

Quién sabe lo que después de todo hubiera sido

si en los principios.

 

Pero la colección de los nocturnos

llenó de gritos de raíces

cuando los bosques vieron

sangrar la hora del destino.

 

El fin de la cantada

puede quebrar la espina de un geranio

cada minuto de campana oscura

cuando la vida es una paloma

de las prisiones,

o los cementerios.

 

El hombre no escoge sus caminos

cuando por las guitarras;

en círculos;

por las desdichadas de las amapolas.

 

Y no son cosas de serpientes;

ni de demonios;

ni de triángulos:

es por la convicción de que tenemos

que matar escaleras,

piano a piano,

como las lunas en los hospitales.

 

Queda por resolver una pregunta

cuando por las estatuas

desnudan las sirenas

 

su condición de verde ebrio.

 

O cuando todo es una calavera de caballo.

 

O cuando se nos mueren en los brazos

las objeciones

de

los

laberintos.

 

(Septiembre 4 de 1968)

 

 

 

 

SALMO SEGUNDO

 

No dejamos en paz los testimonios

de las desdichas;

porque la víbora del tiempo

en el dominio de las culminaciones.

 

Soñamos la tumba de las ideas

como las flores que salen del cadáver

y mil caballos no pueden oponerse

al crecimiento de una hoja.

 

Porque pintamos las imágenes de los sonidos de la

muerte,

y creímos que eso eran las lágrimas de los sonidos de la

muerte.

 

Y cuando vimos las casas enlutadas

escribimos los salmos de las violetas.

 

Como si el mar tuviera puertas

para quebrar el morado terrible

cuando nos despedimos de las orquídeas

y de la biblioteca donde se queda Dostoyevski.

 

Cronista de mis epopeyas vacías

-ni ángel, ni demonio, ni hombre-

pinté los triángulos del tiempo

con el sueño de las destrucciones.

 

Y cuando vi los signos de los círculos,

estrangulé la plenitud del vacío,

y los litros crecieron en los candados

con letras de crepúsculo;

o por lo menos eso creí que eran las letras del crepúsculo.

 

(Septiembre 4 de 1968)

 

 

 

 

SALMO TERCERO

 

Bebí vinos amargos

en las tabernas

del

destino.

 

Fui descubriendo

sus

escalinatas.

 

Y cuando recogí

las piedras

tristes,

llené mi corazón de gritos

y comprendí

que

las

estatuas.

 

Ahora sólo quedan la huellas.

 

Y cuando firmo el testamento,

dejo las líneas llenas de polvo sumergido. . .

 

(Septiembre 4 de 1968)

 

 

 

 

SALMO CUARTO

 

Con qué metal.

Con qué violento choque de planetas.

Con qué signos.

 

Porque mejor será crecer de Ser a sus raíces.

 

Porque los siglos tienen

la tinta negra de los Códices.

 

¡Toda belleza es trágica!

 

La muerte

la podemos soñar en un hermoso

caracol de geranios descompuestos.

 

Nunca se es

en el estar profundo

de Ser

que se derriba.

 

Los caminos cumplen la condición de los caminos.

 

Y batallas a muerte

desde el fondo

de las batallas

ve

ri

fi

ca

ti

vas.

 

Porque pueden llegar los días del tiempo

como señales;

como tentaciones;

como galopes de caballos muertos.

 

Y cuando vamos a penetrar las formas

de las esencias,

un sonido

toma la condición de un toro verde.

 

Pueden también quebrarse las substancias

del verbo abominable.

 

Pero nunca

derribaremos

los

candados

de

la

gran

perta.

 

(Septiembre 18 de 1968)

 

 

 

 

SALMO QUINTO

 

Chillan las brujas en los palacios de muerte.

 

Perseo de luz;

espada sumergida

en el destino

de

las

palabras.

 

Los ángeles eunucos

pueden verificar su enciclopedia

de gladiolas podridas.

 

Porque no hay más amor

que cuando el llanto

de las guitarras;

o cuando el destino

se da de golpes contra las serpientes.

 

No sabemos

si al descubrir la vuelta de un capítulo

nos mata la cabeza.

 

Puede ocurrir que una circunstancia,

sobre la historia triste de un concepto;

a la mitad del tiempo;

o cuando el pan es el llanto colectivo

de las doncellas.

 

Pobre Midas

que de su soledad tiene abundancia

de sombras.

 

Cuando llegan

los testimonios de las brujas,

se petrifican las substancias.

 

Y cada quien recurre a sus caminos

de caracol en tiempo mutilado.

 

Porque se es en cántico y blasfemia;

o porque las gorgonas fornican

en el designio

de

los

pórticos.

 

(Septiembre 18 de 1968)

 

 

 

 

DEFINIENDO LA MUERTE

 

Porque la muerte es una palabra llena de pianos

amarillos;

porque la muerte desconoce la soledad de las magnolias;

porque la muerte llora triángulos de raíces abandonadas;

porque la muerte danza con las gorgonas;

porque la muerte son las yerbas negras a los mercados;

porque la muerte es una metáfora;

porque la muerte  es una sonata;

porque la muerte es una parábola;

porque la muerte pinta caballos en los cementerios;

porque la muerte come ventanas podridas;

porque la muerte come gladiolas de hospitales;

porque la muerte se bebe los bosques de las tabernas;

porque la muerte colecciona alfombras vacías;

porque la muerte es una nostalgia de golondrinas sucias;

porque la muerte  sabe de la gangrena de los zapatos;

porque la muerte es un vientre sucio;

porque la muerte es ese sonido del tiempo de las tumbas.

 

 

 

 

EL CARACOL

 

Bárbaro caracol:

los panhuehuetles

se vistieron

de

sangre

negra.

 

Danzaremos

todas las noche que nos quedan en el mundo

junto a los ataúdes

en donde duermen los héroes divinos.

 

Era la noche del otoño

cuando las nigrománticas esferas

ponían sus guirnaldas

en el silencio de los corazones.

 

El bello Xicoténcatl

llenó sus dardos del verbo amarillo

para llorar como los tigres;

para llorar como los tigres;

para llorar como los tigres.

 

Y cuando las estrellas se arrancaron los ojos;

cuando la noche se llenó de mantos terribles;

cuando sonaron todos los caracoles de la tierra.

 

CUANDO SONARON TODOS LOS CARACOLES DE LA

TIERRA.

CUANDO SONARON TODOS LOS CARACOLES DE LA

TIERRA.

CUANDO SONARON TODOS LOS CARACOLES DE LA

TIERRA.

CUANDO SONARON TODOS LOS CARACOLES DE LA

TIERRA.

 

(Octubre 14 de 1969)

 

Ramón Martínez Ocaranza Nació en Jiquilpan, Michoacán, México, el 5 de abril de 1915 y murió en la ciudad de Morelia, Michoacán, México, el 21 de septiembre d ... LEER MÁS DEL AUTOR