Conquistador
(Traducción al español de Francisco Alexander)
CONQUISTADOR
PRÓLOGO
Y el camino sigue por la tierra gastada:
y nosotros (los otros)—
¿Qué significan los muertos para nosotros en nuestra mejor fortuna?
Nos han dejado los caminos hechos y los muros en pie:
Nos han dejado las sillas en las habitaciones:
otras cosas que hay en ellos—
Ya sean sus palabras en la piedra o sus sepulturas en el suelo
O el resabio herrumbroso en las raíces del césped sobre el que pelearon—
¿Tienen la verdad contra nosotros?
(Y otro hombre
Allá donde los gansos silvestres se levantan de Michigan el agua
Viva en torno de la escarpadura de arcilla: en otra brisa…)
De seguro varía la voluntad de Dios en la tierra:
El tiempo consumado es tenebroso como las espesuras del sueño:
Tenebroso es el pasado: ninguno en la vigilia camina allí:
Ni pueden los hombres vivientes beber de esas aguas;
Y han dejado su lenguaje en las monedas para que se burle de nosotros:
Y el peso de sus calaveras a nuestro tacto es el peso de una cascarilla:
Y sus lluvias son secas y apagado el sonido de sus hojas:
(Nosotros que aún tenemos el sol y los prados verdes)
Y a ellos no les importan los hombres vivientes: y la miel del
Sol es leve en sus dientes como el sabor de una pepita—
¿Qué significan los muertos para nosotros en el prodigio del mundo?
¿Por qué (y otra vez ahora) en sus playas umbrosas
Vertiendo ante ellos la sangre lenta dolorida
Regresamos para obligarles a que hablen la verdad
Gritando como becardones a lo largo de sus arenas borrascosas
Y nos detenemos y según se llena la oscura zanja les imploramos
(Extendiendo sobre el césped sus frágiles manos) que
Nos hablen?
Como por aquel otro océano
Las sombras más viejas al hombre llevado por las olas
Custodiando la carne del carnero y la sangrienta dádiva…
¡Habladme Conquistadores!
¡Más no como ellos!
No traigáis a esos otros cuyas recién cerradas
(¡Oh Hermanos! ¡Huesos ahora en la tonta lluvia!)
Y los ojos llorosos recuerdan a los horribles vivientes:
(¡No Anticlea! ¡No el rostro de Elpénor!)
No traigáis acá en medio de vosotros a los nuevos muertos—
No sea que despierten y que los párpados perezosos
Se abran y me conozcan — ¡y el fin no conocido!
Y Sandoval vierte el primero y los vientos de Palos
Se agitan en los cabellos jóvenes: y la vela humeante
Estremece al rostro enfermo y a la piel febril:
Y vienen aún los pies de los muertos; y Alvarado
Claro en esa sombra como un leño encendido:
El valiente: estúpido y el rostro que tenía
Reluciente de guapeza: su piel rosada:
Sus piernas torcidas en las rodillas como de un excelente jinete:
Y modales de hidalgo y oscilante el cabo de la espada:
Y Olid el buen peleador: basto su rostro:
Sus dientes limpios como los de un perro: los labios arrugados:
Olea –así siguen los vientos a la mala ventura-
Olea con la espada desenvainada y adheridas
Las malezas a él y las manos rotas:
Y vienen aún: y desde la sombra fija
Los ojos en mí un hombre mudo con armadura
Clavándome la vista como un recién despierto en las ascuas:
Este es Cortés el que tomó el famoso país:
Los ojos se cierran con la noche menguante:
La cenicienta piel se arrastra debajo de la escasa barba:
Ni los ojos ni la triste boca recuerdan:
Otras y sin nombre hay sombras aquí
Frías en la poca luz como grillos invernizos:
Aletargadas en la vieja muerte: bajo los años tétricos
Ateridas como arañas pálidas ocultas en las hojas ciegas:
Estas no se agitan ante las altas voces:
Tan quietos en los árboles que abandonan las estrellas ascendientes:
Y por último y en medio de los débiles muertos viene—
sus inciertos
dedos ante sí en el aire invisible—
un anciano hablando: y las palabras que el viento sopla
Se empañan y la boca se mueve y ante los ojos
Absortos marchan las sombras de ese antiguo tiempo:
Así habla un hombre desde el sueño que lleva su
Cuerpo dormido consigo y el grito
Viene desde muy lejos como por sobre el agua-
Como el de la campana del mar que el viento cambiante divide.-
(Y el sonido corte los valles del agua.)
Y la luz regresa como el tiempo antiguo como en los atardeceres
Distantes de amarillo verano sobre la paja—
Como viene la luz en América: sin hojas…
HISTORIA DE BERNAL DIEZ
ARGUMENTO
De la conquista de ese mundo y las guerras afortunadas:
De la magna noticia y esperanza de honores:
Cómo en su juventud se hicieron a la vela: qué vida tuvieron
Hacia el Poniente bajo el viento: vagando sobre las olas
El navío varado por último en el confín del océano:
Cómo marchaban en las tierras ultramarinas:
De los caminos difíciles y de las nieves del invierno:
De la ciudad que encontraron en las buenas tierras;
cómo descansaron en ella:
cómo había siempre las hojas y los días en marcha:
Del miedo que tenían en su corazón por sus vidas:
Cómo ni el día ni la noche eran seguros; y la
Prenda que tomaron para su guarda: y cómo la desgracia vino de ello:
Cómo estuvieron muertos y acosados y sufridos:
Cómo volvieron con las armas en el mes lluvioso:
Cómo destruyeron aquella ciudad; y las calabazas estaban
Amargas de sangre: y se hicieron sus techos con las cajas de los arcabuces:
De la conquista de ese mundo y las guerras afortunadas…
-Archibald MacLeish
Conquistador
Colección Visor de Poesía