La cima del gozo
LA CIMA DEL GOZO
I
Dices que quieres
que el poema diga con palabras frescas
algo inefable,.
Descubrir en las palabras de todos los días algo;
un lodo mágico adherido,
un secreto nido de música,
una hendidura donde la abeja,
donde el agua o el aire o la luz
pusieron algo.
Pero dices que quieres que el poema tenga
un puro y claro límite
como tú tienes
la redonda, infinita curva de tu cuerpo.
Así sea.
II
Dices.
-Esta rosa que traigo en la mano es mi cuerpo
y mi alma.
Sobre tu corazón colócame.
Que el vaso de tu sangre sea mi alimento.
Dices:
-Esta llama que traigo en los ojos es mi cuerpo
y mi alma.
Déjame arder en tu frente.
Que tu pensamiento sea el vendaval que me encienda.
Dices:
-A esta unidad te llamo con mi cuerpo y mi alma.
Ámame como un río que rodeara a la tierra.
Poséeme
Tu vida sea el único idioma que yo entienda.
III
Distribuyes
direcciones, sonidos, luces, ángulos, imágenes.
Llegas como el secreto ejército del viento
que descarga su golpe arrebatando
y sin cesar girando.
Te pareces
al corazón sediento de un gran pájaro
que bebiera como un agua infinita
la infinitud del mundo.
Contigo nace joven
el universo.
Eres un árbol,-su alta copa ardiendo arriba-,
su savia como un río puesto en pie.
La vida empieza en la palabra tuya
Y no se sabe a dónde fueron el dolor y la muerte.
IV
De qué uva este vino.
De qué raíz la uva y la embriaguez.
Qué viva brasa se hunde en mi costado
y te me entrega, amor, quemando sin sosiego
mi propia llama.
Qué estrella infatigable
la que me das, amor, para vivir ardiendo.
De qué celeste oscuridad, emerges,
recién nacida fuerza, amor que llegas.
En qué ángel constante resucitas
cada día, y me salvas
de la pálida loba que me sigue.
XXXIV
Allí está la poesía, cógela.
Mírala reposar sobre esa piedra,
Iluminándola. Óyela
en este silencio, que así te habla.
De pronto pasa en un estruendo; tiembla en un árbol,
echa alas, emplea aromas, y si llora alguien,
paño de lágrimas es, y a veces
se irrita, acusa, truena, pero a nadie le importa.
El mundo es suyo, solo que
siempre anda sola, en busca
de algo que no ha perdido.
Su sabiduría está en ser loca.
LIV
Yo te he llamado leona,
pequeña fiera dulce,
salvaje pájaro encantado,
flor inmensa goteando
como un bosque en carne viva.
Ahora no tengo nombres para ti: todos los tienes.
Gracia plena del gozo.
Al lado tuyo, en ti, contigo está
ese profundo a que no alcanzo;
quizá Dios, si es la vida.
Creces en ti mi simiente.
En ti se expande la célula original
del universo.
Por eso eres,
bendecida entre todas.
Yo he nacido en tu vientre.
Bendito sea el fruto de este amor,
el hijo nuestro.
LV
Qué dilatados, infinitos, breves días hace
llegaste a mi corazón.
Esta es la cima albísima del gozo.
Dulce es el tiempo, bienamada,
que hemos creado. Nuestro día
tiene una luz sin término. Vivamos.
La vida empieza dentro de ti su llanto, su terca voz,
su irremediable sueño,
y amor es siempre la razón del mundo.