Léopold Sédar Senghor

Cantos de Sombra

 

 

(Versión al español de J.J. Arnedo)

 

 

 

MUJER NEGRA

 

¡Mujer desnuda, mujer negra

Vestida de tu color que es vida, de tu forma que es belleza!

He crecido a tu sombra, la suavidad de tus manos vendaba mis ojos,

Y en pleno Verano y en pleno Mediodía te descubro Tierra

prometida desde la alta cima de un puerto calcinado

Y tu belleza me fulmina en pleno corazón como el relámpago al águila.

 

Mujer desnuda, mujer oscura

Fruto maduro de carne tersa, sombrío éxtasis del negro vino,

boca que haces lírica mi boca

Sabana de horizontes puros, sabana estremecida bajo las caricias ardientes del Viento

del Este

Tantán esculpido, tantán terso que ruges bajo los dedos del vencedor

Tu voz grave de contralto es el canto espiritual de la Amada.

 

Mujer desnuda, mujer oscura

Aceite que ninguna brisa ondea, aceite suave en los costados

del atleta, en los costados de los príncipes del Malí

Gacela de cabos celestes, las perlas son estrellas en la noche de tu piel

Delicias de los juegos del espíritu, los reflejos de oro bermejo sobre tu piel tornasolada

A la sombra de tu cabellera, se ilumina mi angustia con los soles cercanos de tus ojos.

 

Mujer desnuda, mujer negra

Como su belleza que pasa, forma que fijo en lo eterno,

Antes que el destino celoso te reduzca a cenizas para nutrir las raíces de la vida.

 

 

 

 

EL MENSAJE

 

Me han enviado un rápido mensajero

Cruzó la violencia de los ríos, en los arrozales bajos se hundía hasta el ombligo.

Su mensaje era urgente.

He dejado la comida humeante y el cuidado de numerosos litigios.

Un taparrabo nada más he llevado para las mañanas de rocío.

Por viático palabras de paz blancas para abrirme toda senda.

 

Yo también he cruzado ríos y selvas de obstáculos vírgenes

De donde colgaban lianas más pérfidas que serpientes

He cruzado pueblos que os lanzaban un saludo envenenado.

 

Pero yo no perdía mi señal de identificación

Los Espíritus velaban el soplo de mis narices

Reconocí las cenizas de los antiguos vivaques y sus huéspedes hereditarios.

Hemos intercambiado largas conversaciones bajo los kaicédrats

Hemos intercambiado los presentes rituales.

Y llegué a Elisa, nido de halcones desafiando la soberbia de los conquistadores.

 

Volví a ver la antigua morada sobre la colina, un pueblo de largas pestañas bajadas.

Recité el largo mensaje al Guardián de la sangre.

Las epizootias, el comercio arruinado, los terrenos de caza acotados la decencia burguesa

Y los desprecios sin grasa con los que se hinchan los vientres de los cautivos.

 

El Príncipe respondió.  Esta es la huella exacta de su discurso:

“Niños de cabeza corta, ¿Qué os han cantado las koras?

Me han dicho que vosotros declináis la rosa y vuestros Antepasados los Galos.

Seis doctores de la Sorbona hinchados de diplomas.

Acumuláis papeles- si sólo fueran luises de oro para contarlos

bajo la lámpara  como hacía tu difunto padre de tenaces dedos.

Me han dicho que vuestras hijas se pintan la cara como cortesanas

Que se ponen casco para la unión libre y el esclarecimiento de la raza

¿Sois más felices?  Alguna trompeta de wa, wa, wa

Y lloráis allá en las noches de grandes fuegos y de sangre.

¿Será necesario desarrollar el antiguo drama y la epopeya?

Id a Moissel a Fa’oy, recitad el rosario de santuarios que han jalonado la Gran Vía

Recorred de nuevo la Senda Real y meditad este viacrucis glorioso.

Vuestros sumos sacerdotes os responderán: Voz de la sangre.

Más hermosos que róniers son los muertos de Elissa, escasos eran los deseos de su vientre.

Su escudo de honor y su lanza lean no los abandonaban nunca.

 

No acumulaban trapos, ni siquiera guineas para adornar sus muñecas.

Sus rebaños cubrían sus tierras, como sus moradas a la sombra divina de los ficus

Y sus graneros reventaban de granos llenos de niños.

¡Voz de la sangre!  ¡Pensamientos que rebinar!

Los conquistadores saludarán vuestro paso, vuestros hijos serán la corona blanca de

vuestra cabeza.”

 

He oído la palabra del Príncipe.

Heraldo de la Buena Nueva, he aquí su bastón de marfil.

 

 

 

 

EL TÓTEM

 

Debo ocultar en lo más íntimo de mis venas

Al Antepasado de piel de tormenta surcada de relámpagos y rayos

Mi animal guardián, tengo que ocultarlo

Para no romper el dique de los escándalos.

Él es mi sangre fiel que requiere fidelidad

Protegiendo mi desnudo orgullo contra

Mí mismo y la soberbia de las razas felices…

 

 

 

 

A LA MUERTE

 

Me has asaltado otra vez esta noche

Esta noche sin claro de luna, a la orilla de la pérfida charca, pantera

Lanzada desde el arco de una rama.

¡Ah!  Siento el fuego de tus garras en mi espalda y la angustia

Que hace gritar a medianoche hasta los dedos de mis pies temblorosos prisioneros.

Oh muerte, jamás familiar, me has visitado tres veces, recuerdo

Mi andar tras la vida como el del niño tras el pesado fruto que rueda bajo un rónier

-De pronto una segunda piña sobre la espalda lo aplasta en el suelo.

Muerte temible, que haces huir más veloz que el guerrero que dio siete vueltas a la ciudad

de las siete puertas

Mírame en el cenit de la vida y del deseo y del querer

Cuando ya está aquí el invierno, las lluvias reumáticas y tus garras profundas.

¿No has sentido el poder de mis lomos, de mi musculosa voluntad?

Sé que el Invierno se iluminará con un largo día primaveral

Que el olor de la tierra subirá a embriagarme con  más fuerza que el perfume de las flores

Que la tierra ofrecerá sus senos duros para estremecerse bajo las caricias del Vencedor

Que brincaré como el Mensajero, que revelare África como el escultor de máscaras de

intensa mirada

Que volverá sobre la hierba, mezclando su voz grave al coro del alba

La mujer de rostro negro y cabeza leonada, que marchó sin que una palabra surgiera

entre nosotros

A la isla de Francia un día de invierno luminoso.

 

 

 

 

LIBERACIÓN

 

Los torrentes de mi sangre silbaban a lo largo de las orillas de mi celda.

Esto sucedía durante noches y días más solitarios que la noche.

 

A los golpes de ariete los diques y muros pérfidamente macizos resistían con tenacidad.

Allí estaba yo golpeando con la cabeza como la desesperanza de un niño nervioso.

A un gesto del ángel que me guíe dije, paz a mi alma

Pero ¡qué lucha sin masajista, que me tiene todo el cuerpo molido!

Con la paciencia de un campesino, trabajé limado por las diecisiete horas de verano

Cuando hay que encerrar la cosecha porque el tiempo rugiente amenaza.

La otra mañana perdí la memoria de los días y de las superestructuras

Sentí en mi mejilla la leche fresca de la verdad.

Fuera reinaba todavía la noche, y ni una sola estrella en la granja más lejana.

Me iban bañando lentamente el alba y el verde tierno de la hierba mojada

de una suavidad sincera.

Alzando la mirada más allá del Sol, al Este

Vi clarear las estrellas y oí el cántico de paz.

Y, liberado de mi prisión, añoraba el pan moreno y el lecho de los insomnios.

 

 

 

 

-Léopold Sédar Senghor
Cantos de Sombra
Versión al español de J.J. Arnedo
Colección Visor de Poesía

 

L S Senghor visor

Léopold Sédar Senghor (Joal, Senegal, 9 de octubre de 1906 - Verson, 20 de diciembre de 2001). Fue un poeta y político senegalés que llegó a la jefatura del Es ... LEER MÁS DEL AUTOR