Guadalupe Amor

Sirviéndole a Dios de hoguera

 

 

 

 

 

SIRVIÉNDOLE A DIOS DE HOGUERA

 

 

Perdida en un laberinto

fiera en mí me revolvía,

y entre espirales de sombra

la estrella de Dios huía.

 

 

 

Dios con su brasa encendida,

sin fin se empeña en nublarse;

yo, con mis luces caídas,

pretendo en Dios incendiarme.

 

 

 

Allá, la tierra, aquí el cielo:

un punto desconocido

en los espacios perdido…

Y Dios abriendo su vuelo.

 

 

 

Por las vetas de mis huesos

se desliza tu potencia;

en las selvas de mi mente

se petrifica tu ausencia.

 

 

 

Solamente la humildad

puede alagarse hacia ti.

Impía, infeliz de mí;

noche soy, tú claridad.

 

 

Una piedra sin sentido,

si salió de ti, tendrá

una misteriosa vida

que colme la eternidad.

 

 

 

De entre todas las negruras

despuntas, sol de los soles;

en el hueco de mi alma

se disuelven tus fulgores.

 

 

 

Creces al crecer el viento,

palideces en la luna,

te agigantas en los astros

y en mi cansancio te nublas.

 

 

 

Tú das vida por fraguar,

a lo largo o corto de ella,

la más ardiente centella:

la muerte… la eternidad.

 

 

 

Convulsa de sueño y sueños

trato de formar frontera

a Dios, porque no se escape.

Dios me mira desde afuera.

 

 

 

Te odio de tanto ansiar

que no me niegues tu luz,

que en mis linderos sombríos

se fije tu plenitud.

 

 

 

Dios es vida que comienza

desde el último estertor;

cada sangre deshojada

filtra la sombra de Dios.

 

 

 

Todo es centro y es contorno,

todo es muerte que da vida;

Dios se disfraza de errores

porque él es luz en huida.

 

 

Camino siempre ignorado

que no acabará en error,

el universo se cimbra

pero desemboca en Dios.

 

 

Arriba de mí, el espacio;

adentro de mí, el misterio:

allá los soles gigantes

aquí mi infinito tedio.

 

 

 

Cabe en Dios la eternidad,

yo en mi angustia me eternizo;

Dios hizo todo a su modo:

a mí en mi ser me deshizo.

 

 

Dios por dentro de los cuerpos,

Dios por fuera de los astros,

Dios emergiendo en las flores,

Dios cimbrándose en los pájaros.

 

 

 

Eres violador de espacios,

eres gigante de llamas;

ignoro, porque en mi sangre

silencios solos derramas.

 

 

 

Cuando tu sombra se aleja

entre la ardiente presencia,

convulsa de movimiento,

que es tu divina insistencia.

 

 

 

Estaba, dentro de mí,

Dios observándome entera;

y yo gemía y gemía

sirviéndole a Dios de hoguera.

 

 

Llevas dentro de ti mismo

la esencia de cada ser;

y cada ser te rodea

porque te enclaustras en él.

 

 

 

Más breve aún que una estrella;

más grande aún que una flor,

me muevo en círculos rojos

y he de terminar en Dios.

Guadalupe Amor Guadalupe Teresa Amor Schmidtlein, más conocida como Pita Amor (Ciudad de México, 30 de mayo de 1918- Ciudad de México, 8 de mayo del 200 ... LEER MÁS DEL AUTOR