Consuelo Hernández

El último viaje

 

 

 

 

Noche de jazz

 

Noche de jazz infinita,

poema nunca acabado

sonidos en mis oídos

funden gotas de armonía

me diluyo en la trompeta,

soy serpiente con el saxo

y en los acordes del bajo

rumor erótico altivo…

 

 

La luna crece en el bajo, al compás del frotamiento

y otorga velocidad antes de lanzar el vuelo.

Con el piano me derramo en goterones de vida

y se estremecen mis alas que dulces llevo plegadas.

 

Ya sube ese calor típico que quema toda mi sangre

y sacude mis entrañas. Ya suenan negras campanas

dialogan saxo y trompeta mientras él habla conmigo.

Expresión de oscuridad, en tonos bajos lo sigo.

 

Me vuelvo contorsionista de energías y caderas,

exprimo todo mi cuerpo, destilo fuerzas vitales,

cíclope de ojo vacío, como el saxo que me aturde,

la trompeta que me sorbe me expulsa figura etérea.

 

Desde su boca yo nazco, en manos del bajo crezco…

aumenta ya mi energía, llego al éxtasis atónito,

grito al nocturno equilibrio, me cambio en la batería:

y a violentas dentelladas todo el placer me desgarra.

 

Malabarista de ritmos en tambores y platillos

borbotón de la cascada invade mi corazón…

la lluvia en techo de zinc, el trapiche de mi casa

aguaceros de mi trópico, de menta los cafetales.

 

La arena en la superficie de los címbalos rodando

lanza de acero atraviesa de repente entre las luces,

tras los herméticos músicos, tras las puertas ya cerradas

El Village Gate se convierte en refugio del silencio.

 

 

 

 

Ley de los beduinos

 

Salí de la tierra prometida

al desierto sin límites

bordeando las dunas y el Mar Rojo

los campamentos de mi ralea,

dueña absoluta de la libertad que necesito

para huir en busca de un oasis

de una sendero sin fronteras.

 

Con los beduinos saboreo el café

más amargo de mi vida

(aunque nací en una finca de cafetos)

la tristeza empozada en nuestra separación…

Tantos siglos detenidos en este saloncito

con todo el firmamento como techo

sin más muros que la luz

y el aire del Mar Rojo que me besa la piel.

 

Con los beduinos saboreo el café

más dulce de mi vida

porque dulce es el sabor de los rencuentros

y soy un miembro más de la nomadería.

Con su legión quiero marchar

con su alegría

marcar libre la arena del desierto

con la certeza con que escribo

sin nadie que me imponga cada día

el punto cardinal de mi destino.

Que nadie me diga

a dónde llevo a pastar a mis camellos

ni cual arena es apta para el viaje

o para levantar mi tienda de campaña.

Profeso la religión de este desierto.

Voy con las ovejas, con las cabras

ladeándome en la giba de un camello

como el caracol me desplazo con mi casa acuestas.

 

Con los beduinos saboreo otro café

más amargo que el primero

porque amargo es el sabor de la tristeza

que dejamos al partir

de los seres que nos aman

de la tierra más amada.

 

 

 

 

La inmigrante

     

A las mujeres inmigrantes

 

Mujer que caminas noche y día

con tu llave inmemorial

das nacimiento a la palabra veraz

atraviesas el río

y nadie te reconoce.

Te mojas, sudas, pierdes tus zapatos.

 

Otra jornada abrumada de cansancio

no puedes verbalizar tus injurias

pero eres sabia aunque te encuentren infraganti.

 

Te interrogan

¿Quién eres? ¿De dónde vienes?

¿Qué buscas en esta tierra que ya tiene dueños,

y fronteras y murallas

y hermanos que saben de la muerte lenta?

 

Al espacio de tu linaje vuelves

(como sombra que releo)

en tu luminosa faz el fuego no termina

escapas, caes, te levantas, te sacudes,

hablas en tu lengua de tortilla

muerdes tus palabras de café

y no te dejas derrotar por la nostalgia…

Tu canto se ahoga

se alejan las salidas

eres inmigrante

tu identidad se ha reducido para siempre.

 

No entiendes de visas

ni de planetas fragmentados

aprendes a decir “good morning”

pero a nadie le interesa “how you are”

ni que estés habitada por un hijo sepultado en el desierto

por la ilusión de un empleo

de un refugio para dormir en paz.

 

Yo también soy la ruptura de la costura

aquí adentro no se disipa la niebla…

y sucede que miro en tu espejo

¡y me veo!

 

 

 

 

El último viaje

 

Vuelves a estar lista para el viaje.

Retornarás al punto de partida

sola como cuando corrías por la grama

irán por los mares de tu cuerpo

llama(s).

Sola entre la multitud

fuerza inteligente, aunque inconsciente

obedeces impulsos matemáticos

eres una progresión desconocida

fruto maduro

a la sazón de tu palabra prima

dadadadadadadaddaddadadadada

 

Atrás quedan tus juguetes,

tus libros

tus mareos en naves espaciales,

los pergaminos inútiles,

el arsenal que te dejó paralizada.

 

De la piedra a la dulzura original

revela cómo desafiar distancias

llena tu ánfora con llamas lenitivas

y bebe de orbe sus rayos infinitos.

 

El firmamento sigue hacia su rumbo incierto

la nodriza te acoge en su regazo

y un carruaje te llevará sin que lo llames.

 

 

 

 

Guardianas de la vida

 

Más allá de alfombras rojas y flirteos,

de teatros y visión binocular…

las mujeres de la infancia despiertan en mis imágenes.

Abuela bebe el café y absorta lee el diario

y mi hermana encuentra alivio en el sol de la mañana.

 

Las tejedoras del parque bordan trajes para niños

en privado las nanas bañan a los recién nacidos

y con ternura infinita las madres los amamantan …

 

En el autobús, van solas las mujeres con sus hijos

a las niñas la modista les prueba los trajes nuevos,

la madre muy amorosa lava los pies a su hija

y pisa, con ella en brazos, los talones a la dicha.

 

De muy lejos una carta le ha llegado a la mamá

y en un confuso silencio por su rostro ruedan lágrimas;

de nervio y brío heroínas que con bálsamos de silencio

deconstruían el dolor cuando todo iba mal.

 

Madres, esposas, hermanas, en sus

planetas volátiles

fueron las precursoras de la inteligencia artificial.

Sus ojos eran las cámaras para cuidar de los niños,

su voz, micrófono en casa, asistía a los ocupantes

sin importar donde estaban.

 

Eran TV desplegable que se activaba en las noches

para arrullar nuestros sueños con historias renovadas;

sensores de la salud detectando enfermedades,

los síntomas de fiebre o cualquier otro malestar.

 

Brazos de robot en la cocina de suculentos platillos

y, luego, también limpiaban

con la mirada perdida y arraigadas en sí mismas

archivo y repositorio, dueñas del manojo de llaves

eran ellas el oxígeno que avivaba los paisajes

cuando volvíamos de viaje y el portal iluminaban.

 

Sí. Estas poderosas mujeres anónimas e ignoradas

que hoy coloca en primer plano mi reflector del poema

son guardianas de la vida y huéspedes de mi alma.

 

 

 

 

El tren de la muerte

 

Parten de México en el tren de la muerte

sin taquillas, ni boletos, o documentos

se avientan nerviosos a los vagones del desierto

la frontera con “el coloso del norte”

en las enramadas los esperan soldados y policías

golpes, maltratos, voces que gritan “perros mojados…”

 

a su tierra ancestral van con imágenes rotas

de sus mujeres solas en la casita campesina

los hijos alelados colgados del delantal

y un mendrugo de tortilla ablandado con lágrimas

sueñan “trabajar bien en lo que sea por la comida”

 

El tren carga con la muerte a bordo, comandado por estafadores

prometen recogerlos en lugares sin estaciones

donde los soldados les roben el dinero

donde la policía observe y no intervenga

sofocados deambulan en el ferrocarril de temperaturas fieras

los alerta el repentino chirrido del freno

han llegado a un destino incierto, se inicia la nueva trayectoria…

 

Del tren de la muerte se deslizan por rieles interiores

marcados por un sello anticipado de prisioneros de guerra

del trabajo forzado contra convenciones internacionales

de huellas de sangre hacia la estación desolada

la noche cómplice los acompaña

un punto de luz anima la turba horrorizada

las estaciones de tristes habitantes

tramos de locura en vagones espectrales

más puentes y túneles existenciales.

 

El humo borra la ciudad soñolienta

y su familia se alza como bandera de esperanza,

porque la vida no sólo es sufrimiento

no siempre se muere en un hangar abandonado

ni se descarrila el destino que llueve su propia muerte…

 

En otra latitud madrugan los guerrilleros

reposan los escuadrones de la muerte

el poder omnímodo destruye los caminos

explota puentes y rutas ferroviarias

te vuelven añicos con métodos discretos

 

y un día un nuevo acorde viene de tu mar

el silbato anuncia tu senda reconstruida

polifonía del viaje, fin de tu estancamiento

de las serpentinas locomotoras cargadas de dinamita

y un arco iris parte el cielo en dos mitades

la armonía de estrella de seis puntas

cicatriza las pesadillas de la guerra

de ciudades oníricas sepultadas en fango

 

el ferrocarril todo lo nivela en otro corolario de sorpresas

la sequedad de tantos años, nausea de rodar fuera de órbita

tiempo ido en el vuelo de la pluma

en toques de queda y agridulces ciclos

en la sucesión de números y la progresión desconocida

 

la coincidencia con el ángel desleal

ven otra cara del Vietnam

una guerra sin fusiles fusilada

de navajas cortantes, todos sangran

cuerpo herido, cuerpo confundido

vestidos de rojo por el cieno van

ecología humana con depredadores cerca

fotos en blanco y negro, amarillentas

último tren de los gorilas, cámara de gas

las flores llegan a otro domicilio

degluten engaños, palabras falsas

atraviesan la más férrea de las vías

el amor es desamor, la casa en llamas

el corazón a la merced del viento y ninguno es el viento favorable…

 

vuelven doblegados después del largo túnel

con las lesiones todavía frescas

chillidos de ratas cruzan las sombras de los rieles que arañan la tierra

se cierra la puerta a los pasajeros que ya duermen

escriben su herida sobre otra herida

encarnan el tren de bananeros masacrados por la UFCO en Ciénaga

se ocultan en andenes desiertos del océano

atraviesan asientos, vagones, estaciones…

 

Sé que es mi manera de sentir estas cosas

todo es cuestión de relatividad

pero los inmigrantes han cruzado fronteras de carencias

y tal vez han tomado el tren equivocado

han perdido su estación y quisieran cancelar el viaje

 

bienvenidos al riel de mis imágenes

hacia ninguna parte voy

me descarrilé en el rechazo a los lunes, en la soledad de la era digital

me despido a oscuras, nos besamos en el andén final

eres un punto cercano a mi horizonte

me voy en procesión con las ventanas donde se masturba el huracán

con tu camiseta pegada a mi pecho

pero espérame porque el tren se anuncia a tiempo.

 

 

 

 

Fracaso colectivo

 

Ineludibles los plazos se cumplen

cara a cara con Dios,

llega el silencio

un viaje imaginario

sin planes ni equipajes

en solitario transitamos al no-ser,

es decir, a otro nacer.

 

Revivimos la intensidad de la oración

bajo el ruido estrepitoso de cigarras

bordeando la risa de las cascadas.

 

Volvemos a la simplicidad de un clima familiar

la fuente y sus ondinas parlanchinas

cálidos bosques donde la paz tuvo su reino

la casa de dichosas reuniones

auroras preñadas de presagios

donde también fuimos inquilinos de las sombras.

 

Fenece la libertad

y con la reclusión de nuestros cuerpos

llega la hora de probar

la pócima de un fracaso colectivo.

Consuelo Hernández Poeta colombo-estadounidense, crítica literaria, peregrina del mundo y catedrática Emérita de American University. Es autora de seis libr ... LEER MÁS DEL AUTOR