El último viaje
Noche de jazz
Noche de jazz infinita,
poema nunca acabado
sonidos en mis oídos
funden gotas de armonía
me diluyo en la trompeta,
soy serpiente con el saxo
y en los acordes del bajo
rumor erótico altivo…
La luna crece en el bajo, al compás del frotamiento
y otorga velocidad antes de lanzar el vuelo.
Con el piano me derramo en goterones de vida
y se estremecen mis alas que dulces llevo plegadas.
Ya sube ese calor típico que quema toda mi sangre
y sacude mis entrañas. Ya suenan negras campanas
dialogan saxo y trompeta mientras él habla conmigo.
Expresión de oscuridad, en tonos bajos lo sigo.
Me vuelvo contorsionista de energías y caderas,
exprimo todo mi cuerpo, destilo fuerzas vitales,
cíclope de ojo vacío, como el saxo que me aturde,
la trompeta que me sorbe me expulsa figura etérea.
Desde su boca yo nazco, en manos del bajo crezco…
aumenta ya mi energía, llego al éxtasis atónito,
grito al nocturno equilibrio, me cambio en la batería:
y a violentas dentelladas todo el placer me desgarra.
Malabarista de ritmos en tambores y platillos
borbotón de la cascada invade mi corazón…
la lluvia en techo de zinc, el trapiche de mi casa
aguaceros de mi trópico, de menta los cafetales.
La arena en la superficie de los címbalos rodando
lanza de acero atraviesa de repente entre las luces,
tras los herméticos músicos, tras las puertas ya cerradas
El Village Gate se convierte en refugio del silencio.
Ley de los beduinos
Salí de la tierra prometida
al desierto sin límites
bordeando las dunas y el Mar Rojo
los campamentos de mi ralea,
dueña absoluta de la libertad que necesito
para huir en busca de un oasis
de una sendero sin fronteras.
Con los beduinos saboreo el café
más amargo de mi vida
(aunque nací en una finca de cafetos)
la tristeza empozada en nuestra separación…
Tantos siglos detenidos en este saloncito
con todo el firmamento como techo
sin más muros que la luz
y el aire del Mar Rojo que me besa la piel.
Con los beduinos saboreo el café
más dulce de mi vida
porque dulce es el sabor de los rencuentros
y soy un miembro más de la nomadería.
Con su legión quiero marchar
con su alegría
marcar libre la arena del desierto
con la certeza con que escribo
sin nadie que me imponga cada día
el punto cardinal de mi destino.
Que nadie me diga
a dónde llevo a pastar a mis camellos
ni cual arena es apta para el viaje
o para levantar mi tienda de campaña.
Profeso la religión de este desierto.
Voy con las ovejas, con las cabras
ladeándome en la giba de un camello
como el caracol me desplazo con mi casa acuestas.
Con los beduinos saboreo otro café
más amargo que el primero
porque amargo es el sabor de la tristeza
que dejamos al partir
de los seres que nos aman
de la tierra más amada.
La inmigrante
A las mujeres inmigrantes
Mujer que caminas noche y día
con tu llave inmemorial
das nacimiento a la palabra veraz
atraviesas el río
y nadie te reconoce.
Te mojas, sudas, pierdes tus zapatos.
Otra jornada abrumada de cansancio
no puedes verbalizar tus injurias
pero eres sabia aunque te encuentren infraganti.
Te interrogan
¿Quién eres? ¿De dónde vienes?
¿Qué buscas en esta tierra que ya tiene dueños,
y fronteras y murallas
y hermanos que saben de la muerte lenta?
Al espacio de tu linaje vuelves
(como sombra que releo)
en tu luminosa faz el fuego no termina
escapas, caes, te levantas, te sacudes,
hablas en tu lengua de tortilla
muerdes tus palabras de café
y no te dejas derrotar por la nostalgia…
Tu canto se ahoga
se alejan las salidas
eres inmigrante
tu identidad se ha reducido para siempre.
No entiendes de visas
ni de planetas fragmentados
aprendes a decir “good morning”
pero a nadie le interesa “how you are”
ni que estés habitada por un hijo sepultado en el desierto
por la ilusión de un empleo
de un refugio para dormir en paz.
Yo también soy la ruptura de la costura
aquí adentro no se disipa la niebla…
y sucede que miro en tu espejo
¡y me veo!
El último viaje
Vuelves a estar lista para el viaje.
Retornarás al punto de partida
sola como cuando corrías por la grama
irán por los mares de tu cuerpo
llama(s).
Sola entre la multitud
fuerza inteligente, aunque inconsciente
obedeces impulsos matemáticos
eres una progresión desconocida
fruto maduro
a la sazón de tu palabra prima
dadadadadadadaddaddadadadada
Atrás quedan tus juguetes,
tus libros
tus mareos en naves espaciales,
los pergaminos inútiles,
el arsenal que te dejó paralizada.
De la piedra a la dulzura original
revela cómo desafiar distancias
llena tu ánfora con llamas lenitivas
y bebe de orbe sus rayos infinitos.
El firmamento sigue hacia su rumbo incierto
la nodriza te acoge en su regazo
y un carruaje te llevará sin que lo llames.
Guardianas de la vida
Más allá de alfombras rojas y flirteos,
de teatros y visión binocular…
las mujeres de la infancia despiertan en mis imágenes.
Abuela bebe el café y absorta lee el diario
y mi hermana encuentra alivio en el sol de la mañana.
Las tejedoras del parque bordan trajes para niños
en privado las nanas bañan a los recién nacidos
y con ternura infinita las madres los amamantan …
En el autobús, van solas las mujeres con sus hijos
a las niñas la modista les prueba los trajes nuevos,
la madre muy amorosa lava los pies a su hija
y pisa, con ella en brazos, los talones a la dicha.
De muy lejos una carta le ha llegado a la mamá
y en un confuso silencio por su rostro ruedan lágrimas;
de nervio y brío heroínas que con bálsamos de silencio
deconstruían el dolor cuando todo iba mal.
Madres, esposas, hermanas, en sus
planetas volátiles
fueron las precursoras de la inteligencia artificial.
Sus ojos eran las cámaras para cuidar de los niños,
su voz, micrófono en casa, asistía a los ocupantes
sin importar donde estaban.
Eran TV desplegable que se activaba en las noches
para arrullar nuestros sueños con historias renovadas;
sensores de la salud detectando enfermedades,
los síntomas de fiebre o cualquier otro malestar.
Brazos de robot en la cocina de suculentos platillos
y, luego, también limpiaban
con la mirada perdida y arraigadas en sí mismas
archivo y repositorio, dueñas del manojo de llaves
eran ellas el oxígeno que avivaba los paisajes
cuando volvíamos de viaje y el portal iluminaban.
Sí. Estas poderosas mujeres anónimas e ignoradas
que hoy coloca en primer plano mi reflector del poema
son guardianas de la vida y huéspedes de mi alma.
El tren de la muerte
Parten de México en el tren de la muerte
sin taquillas, ni boletos, o documentos
se avientan nerviosos a los vagones del desierto
la frontera con “el coloso del norte”
en las enramadas los esperan soldados y policías
golpes, maltratos, voces que gritan “perros mojados…”
a su tierra ancestral van con imágenes rotas
de sus mujeres solas en la casita campesina
los hijos alelados colgados del delantal
y un mendrugo de tortilla ablandado con lágrimas
sueñan “trabajar bien en lo que sea por la comida”
El tren carga con la muerte a bordo, comandado por estafadores
prometen recogerlos en lugares sin estaciones
donde los soldados les roben el dinero
donde la policía observe y no intervenga
sofocados deambulan en el ferrocarril de temperaturas fieras
los alerta el repentino chirrido del freno
han llegado a un destino incierto, se inicia la nueva trayectoria…
Del tren de la muerte se deslizan por rieles interiores
marcados por un sello anticipado de prisioneros de guerra
del trabajo forzado contra convenciones internacionales
de huellas de sangre hacia la estación desolada
la noche cómplice los acompaña
un punto de luz anima la turba horrorizada
las estaciones de tristes habitantes
tramos de locura en vagones espectrales
más puentes y túneles existenciales.
El humo borra la ciudad soñolienta
y su familia se alza como bandera de esperanza,
porque la vida no sólo es sufrimiento
no siempre se muere en un hangar abandonado
ni se descarrila el destino que llueve su propia muerte…
En otra latitud madrugan los guerrilleros
reposan los escuadrones de la muerte
el poder omnímodo destruye los caminos
explota puentes y rutas ferroviarias
te vuelven añicos con métodos discretos
y un día un nuevo acorde viene de tu mar
el silbato anuncia tu senda reconstruida
polifonía del viaje, fin de tu estancamiento
de las serpentinas locomotoras cargadas de dinamita
y un arco iris parte el cielo en dos mitades
la armonía de estrella de seis puntas
cicatriza las pesadillas de la guerra
de ciudades oníricas sepultadas en fango
el ferrocarril todo lo nivela en otro corolario de sorpresas
la sequedad de tantos años, nausea de rodar fuera de órbita
tiempo ido en el vuelo de la pluma
en toques de queda y agridulces ciclos
en la sucesión de números y la progresión desconocida
la coincidencia con el ángel desleal
ven otra cara del Vietnam
una guerra sin fusiles fusilada
de navajas cortantes, todos sangran
cuerpo herido, cuerpo confundido
vestidos de rojo por el cieno van
ecología humana con depredadores cerca
fotos en blanco y negro, amarillentas
último tren de los gorilas, cámara de gas
las flores llegan a otro domicilio
degluten engaños, palabras falsas
atraviesan la más férrea de las vías
el amor es desamor, la casa en llamas
el corazón a la merced del viento y ninguno es el viento favorable…
vuelven doblegados después del largo túnel
con las lesiones todavía frescas
chillidos de ratas cruzan las sombras de los rieles que arañan la tierra
se cierra la puerta a los pasajeros que ya duermen
escriben su herida sobre otra herida
encarnan el tren de bananeros masacrados por la UFCO en Ciénaga
se ocultan en andenes desiertos del océano
atraviesan asientos, vagones, estaciones…
Sé que es mi manera de sentir estas cosas
todo es cuestión de relatividad
pero los inmigrantes han cruzado fronteras de carencias
y tal vez han tomado el tren equivocado
han perdido su estación y quisieran cancelar el viaje
bienvenidos al riel de mis imágenes
hacia ninguna parte voy
me descarrilé en el rechazo a los lunes, en la soledad de la era digital
me despido a oscuras, nos besamos en el andén final
eres un punto cercano a mi horizonte
me voy en procesión con las ventanas donde se masturba el huracán
con tu camiseta pegada a mi pecho
pero espérame porque el tren se anuncia a tiempo.
Fracaso colectivo
Ineludibles los plazos se cumplen
cara a cara con Dios,
llega el silencio
un viaje imaginario
sin planes ni equipajes
en solitario transitamos al no-ser,
es decir, a otro nacer.
Revivimos la intensidad de la oración
bajo el ruido estrepitoso de cigarras
bordeando la risa de las cascadas.
Volvemos a la simplicidad de un clima familiar
la fuente y sus ondinas parlanchinas
cálidos bosques donde la paz tuvo su reino
la casa de dichosas reuniones
auroras preñadas de presagios
donde también fuimos inquilinos de las sombras.
Fenece la libertad
y con la reclusión de nuestros cuerpos
llega la hora de probar
la pócima de un fracaso colectivo.