Dulce María Loynaz

Criatura de isla

 

 

 

 

Criatura de isla

 

Rodeada de mar por todas partes,

soy isla asida al tallo de los vientos…

Nadie escucha mi voz, si rezo o grito:

Puedo volar o hundirme… Puedo, a veces,

morder mi cola en signo de Infinito.

Soy tierra desgajándome… Hay momentos

en que él me ciega y me acobarda,

en que el agua es la muerte donde floto…

Pero abierta a mareas y a ciclones,

hinco en el mar raíz roto.

Crezco del mar y muero de él… Me alzo

¡para volverme en nudos desatados…!

¡Me come un mar batido por las alas

de arcángeles sin cielo, naufragados!

 

 

 

 

Creación

 

Y primero era el agua:

un agua ronca,

sin respirar de peces, sin orillas

que la apretaran…

Era el agua primero,

sobre un mundo naciendo de la mano de Dios…

Era el agua…

Todavía

la tierra no asomaba entre las olas,

todavía la tierra

sólo era un fango blando y tembloroso…

No había flor de lunas ni racimos

de islas… En el vientre

del agua joven se gestaban continentes…

¡Amanecer del mundo, despertar

del mundo!

¡Qué apagar de fuegos últimos¡

¡Qué mar en llamas bajo el cielo negro¡

Era primero el agua.

 

 

 

 

Amor es

 

Amar la gracia delicada

del cisne azul y de la rosa rosa;

amar la luz del alba

y la de las estrellas que se abren

y la de las sonrisas que se alargan…

Amar la plenitud del árbol,

amar la música del agua

y la dulzura de la fruta

y la dulzura de las almas dulces….

Amar lo amable, no es amor:

Amor es ponerse de almohada

para el cansancio de cada día;

es ponerse de sol vivo

en el ansia de la semilla ciega

que perdió el rumbo de la luz,

aprisionada por su tierra,

vencida por su misma tierra…

Amor es desenredar marañas

de caminos en la tiniebla:

¡Amor es ser camino y ser escala!

Amor es este amar lo que nos duele,

lo que nos sangra bien adentro…

Es entrarse en la entraña de la noche

y adivinarle la estrella en germen…

¡La esperanza de la estrella!…

Amor es amar desde la raíz negra.

Amor es perdonar;

y lo que es más que perdonar,

es comprender…

Amor es apretarse a la cruz,

y clavarse a la cruz,

y morir y resucitar …

 

 

 

 

El madrigal de la muchacha coja

 

Era coja la niña.

Y aquella

su cojera

era

como un ondulamiento

de viento

en un trigal…

 

Era coja la doncella,

trazaba eses de plata sobre el viento,

hecha a no sé qué curva sideral…

 

Cristal quebrado era la niña… Mella

de rosas, por el pie quebrada

(¡y sin cristal que la tuviera alzada!…):

Una rosa cortada

que cae al suelo y que el que pasa huella.

 

La niña cojeaba

y su cojera en una sonrisa recataba

sin acritud de llanto ni querella:

 

Como la Noche sella

su honda herida de luz-alba o centella-,

así sellaba

ella

la herida que en su pie se adivinaba…

 

Nadie la hallara bella;

pero había en ella

como una huella

celeste… Era coja la niña:

 

Se hincó el pie con la punta de una estrella.

 

 

 

 

La canción del amor olvidado

 

Para el amor más olvidado

cantaré esta canción:

 

No para el que humedece los ojos todavía…

Ni para el que hace ya

sonreír con un poco de emoción…

 

Canto para el amor sin llanto

y sin risa;

el que no tiene una rosa seca

ni unas cartas atadas con una cinta.

 

Sería algún amor de niño acaso…

 

Una plaza gris… Una nube… No sé…

 

Para el amor más olvidado cantaré.

 

Cantaré una canción

sin llamar, sin llorar, sin saber…

El nombre que no se recuerda

pudo tener dulzura:

 

Canción sin nombres

quiero cantarte

mientras la noche dura…

 

Cantar para el amor que ya no evocan

las flores con su olor

ni algún vals familiar…

 

Para el que no se esconde entre cada crepúsculo,

ni atisba ni persigue ni vuelve nunca más…

 

Para el amor más olvidado

-el más dulce…-,

el que no estoy segura de haber amado.

 

 

 

 

Yo te fui desnudando…

 

Yo te fui desnudando de ti mismo,

de los “tús” superpuestos que la vida

te había ceñido…

 

Te arranqué la corteza-entera y dura-

que se creía fruta, que tenía

la forma de la fruta.

 

Y ante el asombro vago de tus ojos

surgiste con tus ojos aun velados

de tinieblas y asombros…

 

Surgiste de ti mismo; de tu misma

sombra fecunda-intacto y desgarrado

en alma viva…-

 

 

 

 

Al Almendares

 

Este río de nombre musical

llega a mi corazón por un camino

de arterias tibias y temblor de diástoles…

 

Él no tiene horizontes de Amazonas

ni misterio de Nilos, pero acaso

ninguno lo mejore el cielo limpio

ni la finura de su pie y su talle.

 

Suelto en la tierra azul … Con las estrellas

Pastando en los potreros de la Noche…

¡Qué verde luz de los cocuyos hiende

y qué ondular de los cañaverales!

 

O bajo el sol pulposo de las siestas,

amodorrado entre los juncos gráciles,

se lame los jacintos de la orilla

y se cuaja en el almíbares de oro…

¡Un vuelo de sinsontes encendidos

le traza el dulce nombre de Almendares!

 

Su color, entre pálido y moreno:

—Color de mujeres tropicales… —

Su rumbo entre ligero y entre lánguido…

Rumbo de libre pájaro en el aire.

 

Le bebe al campo el sol de la madrugada,

le ciñe a la ciudad brazo de amante.

 

¡Cómo se yergue en la espiral de vientos

del cubano ciclón…! ¡Cómo se dobla

bajo la curva de los Puentes Grandes…!

 

Yo no diré qué mano me lo arranca,

ni de qué piedra de mi pecho nace:

Yo no diré que él sea más hermoso…

¡Pero es mi río, mi país, mi sangre!

 

Dulce María Loynaz (La Habana, 10 de diciembre de 1902 – La Habana, 27 de abril de 1997). Poetisa y novelista cubana. Escribe poesía desde muy joven y co ... LEER MÁS DEL AUTOR