Los peces y otros textos
(Traducción al español de María Del Castillo Sucerquia*)
Los peces
Los Guerreros Terracota visitan Melbourne.
El primer emperador de China, Qin Shi Huang,
los nombró Guardianes de la Inmortalidad
en busca de engañar a la muerte
y convertirse en dios.
Hay filas para ver salir a los Guerreros de la galería,
la piscina rectangular es circundada
como pozo de los deseos.
En los pueblos de todo el este del país
la gente hace fila para recibir raciones de agua,
el sistema fluvial Murray-Darling tambalea.
Meses después de la muerte de millones de peces
nadie puede decir con certeza lo que pasó
o quién tuvo la culpa.
El bacalao Murray, la percha plateada
y los cadáveres de besugo arrojados a las orillas,
flotaban en los ríos y lagos que apenas fluían.
Cuando era niña comíamos bacalao ahumado el Viernes Santo,
un recordatorio del Cristo y su sacrificio.
Mantequilla salada y cocida a fuego lento;
la memoria resbaladiza sabe a infancia,
al rechinar de los tenedores en la fina porcelana,
a la carne jugosa en mi lengua.
Cuenta la leyenda que Qin Shi Huang bebió mercurio
creyendo que era el elixir de la vida eterna,
pero lo mató.
Para evitar el pánico en su final inesperado
(¡A esconder el hedor!)
su cuerpo fue hallado en un carro,
lo rodeaba el pescado podrido.
Hoy, el olor a muerte perdura, entrevistan a una mujer,
dice que su casa junto al río ahora huele a pesquería.
Se trata del vasto hedor de algo muerto que todavía
no podemos nombrar o analizar.
Ocho mil estatuas construidas durante treinta
y seis años por setenta mil trabajadores.
Imagino aquel trabajo diario, bajo tierra, con las manos;
muchas vidas dedicadas a construir el legado de un hombre.
Los Guerreros fueron desenterrados, dos siglos después,
por agricultores que araban el campo
(las piedras ruedan, los salvadores se levantan).
Nuestro impulso por transcender es profundo
como la arrogancia para creer que nos burlaremos del final,
que jugaremos a ser dios por lo recibido
y doblegaremos la naturaleza a nuestra voluntad
y se anclarán los ojos en el horizonte milagroso
o apocalíptico ⠀⠀⠀¿Te imaginas?
estar sediento junto a un lago o río
y tomar un poco de agua con las manos…
¿Podrías beberla?, ¿verdad que lo anhelarías?
Y si no, ¿entonces qué?
Época dorada
Lucen tan afilados los cuatro hermanos. Podrías cortarte los dedos en los pliegues
de aquellos puños. Cuatro chicos, ¿te imaginas?, que la adoración
de mamá, aquel severo papá… Al menos eso me han hecho creer.
Esta no es una fotografía sonriente, sólo una de ellas -la más joven- ¡Miren
a la cámara! Y el tiempo se les agotó. Eran los 70’s. Parecen extras de una película
de Hitchcock. Mira esas manos de artista, los dedos largos.
Él sostiene al bebé en la fotografía del bautizo… ¿Qué fue de ellos?,
¿acaso importa? Y si hubo fallas, ¿debo enumerarlas? Acaso las sombras
que cayeron, los resentimientos que magullaron a los hombres solemnes
de caras largas a través de los ojos de un niño. Hablemos, en cambio, de los frascos
en la bodega de ciruelas en escabeche, y los laberínticos senderos del jardín que
ocultan árboles nudosos, cuerdas que se balancean sobre una presa vacía.
Qué decir sobre el silencio de la gruesa alfombra, la plata pulida que relucía
con el crujido y golpe de la puerta de alambre. Mejor no, no hablemos en absoluto,
tan sólo mira la fotografía… Cuatro hermanos en el sofá y el cabello peinado y las
extremidades fornidas. ¿Es por el sol, el viejo filtro Kodak o es mi imaginación?,
¿qué piensas?, ¿no es dorada esa luz?
Acostarte
Para el funeral, suavizaron tu piel amarilla con maquillaje
el cabello bien arreglado, un bléiser azul marino
de botones plateados y brillantes
Tu mano lucía gruesa, tan pesada como una losa
No supe qué decir, ¿será por el día en que te recogí?
Al parecer, te he cargado mucho tiempo
mis hombros se curvaron, las vértebras
sobresalen de mi espina dorsal
Freud afirma que te busco en otros hombres
que te arrastro con la cabeza inclinada
Es difícil ver algo, ya sé que ⠀la ⠀⠀⠀noche ⠀⠀⠀ es ⠀⠀⠀⠀para ⠀⠀⠀descansar
pero la habitación está desordenada
hay demasiados zapatos, aretes sin par
recibos de impuestos se arremolinan con el polvo
Te deslizas en mis sueños
soy una marioneta con los ojos abiertos
que te observa desde su cama individual
El esfuerzo por levantarme sólo me sumerge
en el sudor nocturno una vez más
Te veo feliz, sentado en un café al aire libre
vistes el jersey rojo que Mohair tejió
mientras fumaba cigarrillos
Quiero dejarte en este lugar, pero ⠀⠀⠀no ⠀sé ⠀cómo⠀llegamos⠀⠀aquí
a la pantalla de esta película muda y lejana
en que el gris amanecer palpita
la imagen parpadea
se desvanece
Escalando la pista
Él avanza, merodea su piel
mitad cautela, mitad león
dando al mundo una nueva forma cada día
Cuando era niña, me obsesioné
con los monos marinos, aquellas caricaturas
de rosado pulposo en la contraportada
de los cómics
¡Jamás compré uno!
Disipaba el mito en que anhelaba creer
Su cuerpo es una ráfaga vaporosa
contra el marrón del verano
Al lado de la piscina
se levanta y extiende
Las imágenes inundan:
tropas de soldados atletas y fiesteros
triunfando sobre la violencia
Su cuerpo, forma, color y geografía
le dan una soltura de coletazo
al menos, eso promete
Impacta con el agua, los adultos observamos
con holgura, desde las sillas de sol
entrecerramos los ojos, contenemos el aliento
¿les dimos lo suficiente?, ¿lo esencial?
Le apura el agua y los brazos en glissando
el cabello se agita, oscila y emerge
ascenso
en
va
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
Intersticio
Esta niña no creció en mí
pero encuentra un lugar bajo mi piel cuando se va
y me descubro siendo algo más
y un tanto amorfa
Mi cuerpo recuerda este deseo
encuentra consuelo en el pasado
me arroja contra la persona equivocada
se aferra por la noche al sudor
a la espalda, al vientre
que se difuminan con el café mañanero
el rímel corrido, las excusas murmuradas
Las primeras horas son tranquilas
pero algo me preocupa, mantengo los ojos
muy abiertos en la oscuridad ¿Es dolor?
Evoco lo que esta carne no ha podido hacer
-ahora más gruesa, menos flotante-
y ya nada recupero tan fácil
Algunas palabras me dejan perpleja
como bebé, madre, amante
anhelo la variopinta intimidad
Todavía no logro nombrar este
deslizamiento tras las costillas:
Elijo la sensación
Él y yo, peleábamos cuando ella partía
forcejeábamos en el reflujo de su ausencia
con el tiempo, aprendimos a ser amables
a cuidar la distancia entre nosotros.
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*(Escritora, columnista, correctora y traductora)
Barranquilla, Colombia 18 de marzo del 2021
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