Emilie Collyer

Los peces y otros textos

 

 

(Traducción al español de María Del Castillo Sucerquia*)

 

 

 

 

Los peces

 

Los Guerreros Terracota visitan Melbourne.

El primer emperador de China, Qin Shi Huang,

los nombró Guardianes de la Inmortalidad

en busca de engañar a la muerte

y convertirse en dios.

Hay filas para ver salir a los Guerreros de la galería,

la piscina rectangular es circundada

como pozo de los deseos.

En los pueblos de todo el este del país

la gente hace fila para recibir raciones de agua,

el sistema fluvial Murray-Darling tambalea.

Meses después de la muerte de millones de peces

nadie puede decir con certeza lo que pasó

o quién tuvo la culpa.

El bacalao Murray, la percha plateada

y los cadáveres de besugo arrojados a las orillas,

flotaban en los ríos y lagos que apenas fluían.

Cuando era niña comíamos bacalao ahumado el Viernes Santo,

un recordatorio del Cristo y su sacrificio.

Mantequilla salada y cocida a fuego lento;

la memoria resbaladiza sabe a infancia,

al rechinar de los tenedores en la fina porcelana,

a la carne jugosa en mi lengua.

Cuenta la leyenda que Qin Shi Huang bebió mercurio

creyendo que era el elixir de la vida eterna,

pero lo mató.

Para evitar el pánico en su final inesperado

(¡A esconder el hedor!)

su cuerpo fue hallado en un carro,

lo rodeaba el pescado podrido.

Hoy, el olor a muerte perdura, entrevistan a una mujer,

dice que su casa junto al río ahora huele a pesquería.

Se trata del vasto hedor de algo muerto que todavía

no podemos nombrar o analizar.

Ocho mil estatuas construidas durante treinta

y seis años por setenta mil trabajadores.

Imagino aquel trabajo diario, bajo tierra, con las manos;

muchas vidas dedicadas a construir el legado de un hombre.

Los Guerreros fueron desenterrados, dos siglos después,

por agricultores que araban el campo

(las piedras ruedan, los salvadores se levantan).

Nuestro impulso por transcender es profundo

como la arrogancia para creer que nos burlaremos del final,

que jugaremos a ser dios por lo recibido

y doblegaremos la naturaleza a nuestra voluntad

y se anclarán los ojos en el horizonte milagroso

o apocalíptico ⠀⠀⠀¿Te imaginas?

estar sediento junto a un lago o río

y tomar un poco de agua con las manos…

¿Podrías beberla?, ¿verdad que lo anhelarías?

Y si no, ¿entonces qué?

 

 

 

 

Época dorada

 

Lucen tan afilados los cuatro hermanos. Podrías cortarte los dedos en los pliegues

de aquellos puños. Cuatro chicos, ¿te imaginas?, que la adoración

de mamá, aquel severo papá… Al menos eso me han hecho creer.

Esta no es una fotografía sonriente, sólo una de ellas -la más joven- ¡Miren

a la cámara! Y el tiempo se les agotó. Eran los 70’s. Parecen extras de una película

de Hitchcock. Mira esas manos de artista, los dedos largos.

Él sostiene al bebé en la fotografía del bautizo… ¿Qué fue de ellos?,

¿acaso importa? Y si hubo fallas, ¿debo enumerarlas? Acaso las sombras

que cayeron, los resentimientos que magullaron a los hombres solemnes

de caras largas a través de los ojos de un niño.  Hablemos, en cambio, de los frascos

en la bodega de ciruelas en escabeche, y los laberínticos senderos del jardín que

ocultan árboles nudosos, cuerdas que se balancean sobre una presa vacía.

Qué decir sobre el silencio de la gruesa alfombra, la plata pulida que relucía

con el crujido y golpe de la puerta de alambre. Mejor no, no hablemos en absoluto,

tan sólo mira la fotografía… Cuatro hermanos en el sofá y el cabello peinado y las

extremidades fornidas. ¿Es por el sol, el viejo filtro Kodak o es mi imaginación?,

¿qué piensas?, ¿no es dorada esa luz?
 

 

 

Acostarte

 

Para el funeral, suavizaron tu piel amarilla con maquillaje

el cabello bien arreglado, un bléiser azul marino

de botones plateados y brillantes

Tu mano lucía gruesa, tan pesada como una losa

No supe qué decir, ¿será por el día en que te recogí?

Al parecer, te he cargado mucho tiempo

mis hombros se curvaron, las vértebras

sobresalen de mi espina dorsal

Freud afirma que te busco en otros hombres

que te arrastro con la cabeza inclinada

Es difícil ver algo, ya sé que ⠀la ⠀⠀⠀noche ⠀⠀⠀ es ⠀⠀⠀⠀para ⠀⠀⠀descansar

pero la habitación está desordenada

hay demasiados zapatos, aretes sin par

recibos de impuestos se arremolinan con el polvo

Te deslizas en mis sueños

soy una marioneta con los ojos abiertos

que te observa desde su cama individual

El esfuerzo por levantarme sólo me sumerge

en el sudor nocturno una vez más

Te veo feliz, sentado en un café al aire libre

vistes el jersey rojo que Mohair tejió

mientras fumaba cigarrillos

Quiero dejarte en este lugar, pero ⠀⠀⠀no ⠀sé ⠀cómo⠀llegamos⠀⠀aquí

a la pantalla de esta película muda y lejana

en que el gris amanecer palpita

la imagen parpadea

se desvanece

 

 

 

 

Escalando la pista

 

Él avanza, merodea su piel

mitad cautela, mitad león

dando al mundo una nueva forma cada día

 

Cuando era niña, me obsesioné

con los monos marinos, aquellas caricaturas

de rosado pulposo en la contraportada

de los cómics

¡Jamás compré uno!

Disipaba el mito en que anhelaba creer

Su cuerpo es una ráfaga vaporosa

contra el marrón del verano

Al lado de la piscina

se levanta y extiende

 

Las imágenes inundan:

tropas de soldados atletas y fiesteros

triunfando sobre la violencia

 

Su cuerpo, forma, color y geografía

le dan una soltura de coletazo

al menos, eso promete

 

Impacta con el agua, los adultos observamos

con holgura, desde las sillas de sol

entrecerramos los ojos, contenemos el aliento

¿les dimos lo suficiente?, ¿lo esencial?

 

Le apura el agua y los brazos en glissando

el cabello se agita, oscila y emerge

ascenso

en

va

⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀

 

 

 

Intersticio

 

Esta niña no creció en mí

pero encuentra un lugar bajo mi piel cuando se va

y me descubro siendo algo más

y un tanto amorfa

 

Mi cuerpo recuerda este deseo

encuentra consuelo en el pasado

me arroja contra la persona equivocada

se aferra por la noche al sudor

a la espalda, al vientre

que se difuminan con el café mañanero

el rímel corrido, las excusas murmuradas

 

Las primeras horas son tranquilas

pero algo me preocupa, mantengo los ojos

muy abiertos en la oscuridad ¿Es dolor?

Evoco lo que esta carne no ha podido hacer

-ahora más gruesa, menos flotante-

y ya nada recupero tan fácil

 

Algunas palabras me dejan perpleja

como bebé, madre, amante

anhelo la variopinta intimidad

Todavía no logro nombrar este

deslizamiento tras las costillas:

Elijo la sensación

 

Él y yo, peleábamos cuando ella partía

forcejeábamos en el reflujo de su ausencia

con el tiempo, aprendimos a ser amables

a cuidar la distancia entre nosotros.
________________

 

*(Escritora, columnista, correctora y traductora)
Barranquilla, Colombia 18 de marzo del 2021
lacabramontes@outlook.com

Emilie Collyer Vive en el oeste de Melbourne, en la tierra de Wurundjeri, donde escribe poesía, obras de teatro y prosa. Su trabajo está enfocado en la i ... LEER MÁS DEL AUTOR