El poema
(Traducción al español de Xoan Abeleira)
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No hagáis ruido, no habléis:
van a explorar un bosque los ojos, el corazón,
el espíritu, los sueños…
Bosque secreto aunque palpable:
Bosque.
Bosque rumoroso de silencio,
bosque del que se ha evadido el pájaro que se caza a lazo,
el pájaro que se caza a lazo y al que haremos cantar
o al que haremos llorar.
Al que haremos cantar, al que haremos llorar
el lugar de su eclosión.
Bosque. Pájaro.
Bosque secreto, pájaro oculto
en vuestras manos.
EL POEMA
Palabras para el canto, dices, palabras para el canto,
oh lengua de mis muertos,
palabras para el canto, para designar
las ideas que el espíritu concibió hace ya tiempo
y que al fin nacen y crecen
teniendo vocablos por mantillas—
vocablos pesados, cargados aún con la imprecisión del alfabeto,
y que aún no pueden bailar con el vocabulario
pues aún no son tan ágiles y flexibles como las frases ordenadas,
pero que cantan ya en los labios
igual que un enjambre de libélulas azules
en la orilla de un río saluda al atardecer.
Palabras para el canto, dices, palabras para el canto,
palabras para el canto, para designar
el frágil eco del canto interior
que se amplifica y resuena
intentando hechizar el silencio del libro
y las landas de la memoria,
a las riberas desiertas de los labios
y la angustia de los corazones.
Y las palabras se vuelven cada vez más vivas, más tenues,
esas palabras que, según tú, iban en busca del Canto;
pero también se vuelven cada vez más fluidas
y semejantes a esa brisa que viene de las palmeras lejanas
a morir en las cimas altivas.
Se vuelven más que cantos,
se vuelven ellas mismas—lo que siempre han sido
hasta ahora, en realidad.
Y yo quisiera cambiar, quisiera rectificar
y decir:
cantos en buscas de palabras
para poblar el silencio del libro
y plantar las landas de la memoria,
o para sembrar flores en las riberas desiertas de los labios
y liberar los corazones,
oh lengua de mis muertos
que te modulas en los labios de un vivo
como las lianas que florean las tumbas.
FRUTOS
Puedes elegir
cualquiera de los frutos de la estación perfumada;
pero yo te propongo
dos mangos bien hermosos
para que mames el sol que se fundió en ellos.
¿Cuál escogerás?
¿Éste, que es doble y firme
como los pechos de las doncellas,
y también ácido,
o aquel otro, que es carnoso y dulce
como un pastelito de miel?
Uno será todo violentas delicias,
pero no tendrá descendencia,
y lo asfixiarán las yerbas.
El otro,
manantial de roca,
refrescará tu garganta y luego
se hará bóveda rumorosa en tu patio,
y quienes vayan allí cosecharán destellos de sol.
EN RECONOCIMIENTO A PAUL GAUGUIN
Para Urbain-Faurec
Comparo, confronto
las sombras de las sombras animadas por el maestro
que duermen en el libro de Robert Rey
como cautivas encadenadas,
con algunas hojas oceánicas
en las que hay imágenes en blanco y negro,
y con los hombres que me rodean,
e incluso me comparo a mí mismo con los demás.
Después, algunos cantos de amigos
nacidos en las tierras frías
pero llamados a vivir a orillas de los mares tórridos,
con esos poemas para ser contados llamados pantoum
de los cuales florecieron los altos vástagos de los bambúes
que arponean el sol,
y con esas melopeas nostálgicas
que mecen con sus sílabas armoniosas
la infancia de la luna
en el cielo de Imerina,
y con esa voz interior también
que escucho desde hace tiempo en su lengua babélica.
¿Quién explorará las tinieblas de las afinidades oscuras,
puentes de claridad arrastrados por el oleaje y la sombra de los tiempos?
¿Quién dirigirá el coro
que celebra el origen común
de esas sombras arrebatadas en las playas australes
y luego insertadas en este libro que hojeo,
y de estos muchachos, y de estas muchachas
devueltas de manera pareja a la naturaleza por el descenso
y el nuevo ascenso posterior del pájaro de luz?
Yo los acecho durante el reino del estío,
y les veo darse la mano
en las fronteras de las leyendas,
en los márgenes del río de las fábulas;
y mientras se eleva el canto de los continentes,
clamo tu nombre,
oh Paul Gauguin, oh Paul Gauguin
que te exiliaste a orillas del mar lejano
donde tal vez mis padres embarcaron un día en aquellas chalanas-
mas donde yo, en cambio, me habría quedado
a la espera de tu milagro.
TU OBRA
“Te has pasado la vida escuchando cantos,
tú mismo no has hecho otra cosa que cantar;
no has escuchado hablar a los hombres,
ni tampoco tú has hablado jamás.
¿Qué libros has leído,
aparte de los que conservan la voz de las mujeres
y de las cosas irreales?
Has cantado, sí, pero no has hablado
no has interrogado al corazón de las cosas,
así que no puedes conocerlas”
dicen los oradores y los escribas
que se burlan al verte magnificar
el milagro cotidiano del mar y del cielo.
Pero tú sigues cantando
y te asombras al pensar en el estrave
que busca una ruta sin trazar
sobre el agua en calma
y navega hacia golfos desconocidos.
Te asombras al seguir con la mirada a ese pájaro
que no se extravía en el desierto celeste
y reencuentra en medio del viento
las sendas que conducen al bosque natal.