Adolfo Castañón

Pequeño mapa para llegar a Oku

 

 

 

 

Antes I

 

No sé llevar bien las cuentas

Algo falla

No sé por ejemplo

cuántos son cuarenta y tres…

o cuántos eran dos mil

Antes éramos tan ricos

que los muertos se contaban por miles…

Se me hace difícil sumar

el # de los que el periódico da por muertos cada día…

No sé cuántos ejemplares imprime el periódico

No sé cuántos periódicos hay en México

Todos parecen decir la misma

No sé tampoco ni quisiera saberlo quién los paga

A veces pienso que son el mismo periódico

Que todos los días les cambian la fecha

pero que es el mismo

con las mismas faltas de ortografía

con la misma y rota sintaxis

Que son los mismos muertos

las mismas muertas

(Éramos tan felices

cuando las usábamos como título de novela)

No lo sé      no lo creo

Antes el agua no costaba

ni había guerras por el oro azul

El pan no sabía a trapo

No había gusanos en la basura.

 

Las casas no se derrumbaban a la primera lluvia

Las calles no se inundaban a la primera granizada

La lluvia no era ácida

No había necesidad de hacer planes de desastre

para el país o la familia o la humanidad

Los hijos no tenían que irse a otros países

Sólo había desastres

pero no nos preguntábamos

quién estaba ganando con ellos

Poco importa el color o la forma

de los ojos de ese quién…

Me imagino que a él o a ellos

sí les salen las cuentas…

 

12 de julio de 2015

 

 

 

 

Antes II

 

Me hace falta México

el México de antes

(¿no será una redundancia?

¿no es la maldición de México que siempre es el de antes?)

cuando veía sin vértigo las corridas de toros

y comía con arrojo tacos de cabeza

en tendajones improbables e insomnes

el de los charcos en que caía la piedra de sol

sin ensuciarse

Me hacen falta las tardes

jugando al trompo a la orilla del camino

Extraño la bendita mosca de tu escritura novia

y al travieso mosquito que no sabía a dengue

Lloro por el polvo perdido

y por las fiestas incendiadas por chorros de bengala

mientras en la esquina se desangraba el aguamiel

todos lloran por los desaparecidos,

pocos se acuerdan de los que no desaparecieron

y siguen ahí dando y tomando clases bajo la lluvia cruda

y el calcinado sol

entre la basura y la desesperación…

Me hace falta el antes.

 

15 de noviembre de 2014

 

 

 

 

Antes III

 

La abuela me contaba

que las indias pregonaban

“Chichicuilotitos vivos…”

recién traídos del lago

A mi padre le tocaron

los gritos alargados de

“Botella      fierro viejo      que vendan…”

Por nuestras calles      en cambio

resuena el mismo anuncio pelado

por una voz gritona que ha sido grabada

para que los choferes sordos no tengan que desgañitarse

o la misma ininteligible grabación vendedora de tamales

(esas voces fabricadas

también se pueden comprar en un mercado)

Me alegra, aunque no compre nada,

el silbato del vendedor que pasa

con su vaporera ambulante

como un dios en el destierro

vendiendo camotes y plátanos

Aunque no tenga nada que tirar

la campana que trae el carro

de la basura me suena a

viático y reverencia

¿Qué recordarán los nietos

cuando ya todo esté pavimentado?

 

Yo me quedo callado:

¿de quién podría hablar?

 

“Intermitencias del Oeste” (2) (Canción mexicana)

Octavio Paz, Ladera Este (1968)

 

12 de julio de 2015

 

 

 

 

Pequeño mapa para llegar a Oku

 

Una silla y una mesa

ante el jardín

¿Una terraza con sombra?

Es un alto balcón

hecho de años y atención

adornado por algarabías

gorjeos      cantaves

Desde esta altura

miro la ciudad

como un lago petrificado

En lo alto de la montaña

soy montaña

El sol quema la superficie

de las piedras

el zumbido de las chicharras

hiere el oído demoniaco del mediodía

No hay reloj

Las horas se miden por la luz

a la luz las nubes le van poniendo grados

Sube el calor como el humo de un incendio

aislado en las montañas

Llegan hasta aquí los ecos de las noticias

con su olor a yesca recién quemada

Mañana –me anuncia con su carcajada

un pájaro–

vendrán unos amigos

Ayer nos visitó una pareja

de aves azules con largas colas brillantes

Miro la tierra en el sonido del viento

que pasa entre las ramas del bambú

A lo lejos el motor de una avioneta

pone al cielo de esta tarjeta postal un timbre

Ayer viajé tinta adentro

por un antiguo mapa venerable

La maleza de la caligrafía japonesa

no me impidió visitar lugares y santuarios

Iba siguiendo a un par de hombres:

uno le abría paso a otro

como si fuese un maestro

–lo era

Los vi recoger como guijarros

vistas instantáneas del camino

A cada trecho

se detenían a saludar

aquí un insecto

allá una gota trémula

posada como mariposa

sobre una hoja

Abrían sus cuadernos

de vez en cuando

y volaban hacia adentro

con pesadas alas de tinta negra

Yo los seguía en su camino

En aquel bosque fantasma

entrevisto desde el balcón de mi terraza

no veía ni oía a nadie

salvo el canto sordo

de los acentos

sobre las vocales

Un pájaro canta

detrás de otro

jugando a las escondidas

Los troncos gimen

No me siento ajeno

al canto del gallo

que saluda en la madrugada a la tierra.

 

15 de julio de 2014

 

 

 

 

IEM Westinghouse, 1951

 

El IEM 51 mi hermano mayor.

Estaba en la casa, antes de que naciera,

leche, hielos, ensaladas, quesos.

 

Es

-pues todavía me acompaña-

un mueble robusto

parece un árbol.

 

Se necesitaron ocho hombres

para “volarlo” al departamento

que ahora guarda con ronrroneo

casi imperceptible.

 

Funciona tanto y tan bien

que

hay que deshielarlo

y dejar que se

deshagan

los macizos glaciares que prosperan

en sus metálicos adentros.

Mi litigante padre

lo obtuvo como pago

por un insaldable juicio de divorcio.

Mi madre sabía guardar ahí

postres y carnes,

delikatessen y antojitos

amén de los hielos

con yerbabuena

que guardaba para

los menjules.

 

IEM sigue ahí impasible

como un centinela

que ve pasar glaciaciones.

Tiene casi setenta años.

Nunca se ha descompuesto.

Hielos y más

hielos.

Alguna vez

he llegado a guardar

en sus frígidos

adentros

libros y revistas,

considerados infecciosos.

Otras veces ha servido

para enterrar libros ardientes

de poemas que sólo podían

ser leídos bañados en

Champágne;

o bien

verdes pasteles sospechosos

o comida para bebés.

 

Ha llegado la hora

de hacer el testamento.

No sé a quién dejarle

ese refrigerador

IEM Westinghouse

1951

coetáneo de las Naciones Unidas

y de la explosión atómica

-seguramente

seguirá enfriando

después de que me enfríe.

 

septiembre 2020

 

Adolfo Castañón (México, D.F., 1952). Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. Su vocación literaria se ha declinado en la lírica: Recuerdos de ... LEER MÁS DEL AUTOR