Pequeño mapa para llegar a Oku
Antes I
No sé llevar bien las cuentas
Algo falla
No sé por ejemplo
cuántos son cuarenta y tres…
o cuántos eran dos mil
Antes éramos tan ricos
que los muertos se contaban por miles…
Se me hace difícil sumar
el # de los que el periódico da por muertos cada día…
No sé cuántos ejemplares imprime el periódico
No sé cuántos periódicos hay en México
Todos parecen decir la misma
No sé tampoco ni quisiera saberlo quién los paga
A veces pienso que son el mismo periódico
Que todos los días les cambian la fecha
pero que es el mismo
con las mismas faltas de ortografía
con la misma y rota sintaxis
Que son los mismos muertos
las mismas muertas
(Éramos tan felices
cuando las usábamos como título de novela)
No lo sé no lo creo
Antes el agua no costaba
ni había guerras por el oro azul
El pan no sabía a trapo
No había gusanos en la basura.
Las casas no se derrumbaban a la primera lluvia
Las calles no se inundaban a la primera granizada
La lluvia no era ácida
No había necesidad de hacer planes de desastre
para el país o la familia o la humanidad
Los hijos no tenían que irse a otros países
Sólo había desastres
pero no nos preguntábamos
quién estaba ganando con ellos
Poco importa el color o la forma
de los ojos de ese quién…
Me imagino que a él o a ellos
sí les salen las cuentas…
12 de julio de 2015
Antes II
Me hace falta México
el México de antes
(¿no será una redundancia?
¿no es la maldición de México que siempre es el de antes?)
cuando veía sin vértigo las corridas de toros
y comía con arrojo tacos de cabeza
en tendajones improbables e insomnes
el de los charcos en que caía la piedra de sol
sin ensuciarse
Me hacen falta las tardes
jugando al trompo a la orilla del camino
Extraño la bendita mosca de tu escritura novia
y al travieso mosquito que no sabía a dengue
Lloro por el polvo perdido
y por las fiestas incendiadas por chorros de bengala
mientras en la esquina se desangraba el aguamiel
todos lloran por los desaparecidos,
pocos se acuerdan de los que no desaparecieron
y siguen ahí dando y tomando clases bajo la lluvia cruda
y el calcinado sol
entre la basura y la desesperación…
Me hace falta el antes.
15 de noviembre de 2014
Antes III
La abuela me contaba
que las indias pregonaban
“Chichicuilotitos vivos…”
recién traídos del lago
A mi padre le tocaron
los gritos alargados de
“Botella fierro viejo que vendan…”
Por nuestras calles en cambio
resuena el mismo anuncio pelado
por una voz gritona que ha sido grabada
para que los choferes sordos no tengan que desgañitarse
o la misma ininteligible grabación vendedora de tamales
(esas voces fabricadas
también se pueden comprar en un mercado)
Me alegra, aunque no compre nada,
el silbato del vendedor que pasa
con su vaporera ambulante
como un dios en el destierro
vendiendo camotes y plátanos
Aunque no tenga nada que tirar
la campana que trae el carro
de la basura me suena a
viático y reverencia
¿Qué recordarán los nietos
cuando ya todo esté pavimentado?
Yo me quedo callado:
¿de quién podría hablar?
“Intermitencias del Oeste” (2) (Canción mexicana)
Octavio Paz, Ladera Este (1968)
12 de julio de 2015
Pequeño mapa para llegar a Oku
Una silla y una mesa
ante el jardín
¿Una terraza con sombra?
Es un alto balcón
hecho de años y atención
adornado por algarabías
gorjeos cantaves
Desde esta altura
miro la ciudad
como un lago petrificado
En lo alto de la montaña
soy montaña
El sol quema la superficie
de las piedras
el zumbido de las chicharras
hiere el oído demoniaco del mediodía
No hay reloj
Las horas se miden por la luz
a la luz las nubes le van poniendo grados
Sube el calor como el humo de un incendio
aislado en las montañas
Llegan hasta aquí los ecos de las noticias
con su olor a yesca recién quemada
Mañana –me anuncia con su carcajada
un pájaro–
vendrán unos amigos
Ayer nos visitó una pareja
de aves azules con largas colas brillantes
Miro la tierra en el sonido del viento
que pasa entre las ramas del bambú
A lo lejos el motor de una avioneta
pone al cielo de esta tarjeta postal un timbre
Ayer viajé tinta adentro
por un antiguo mapa venerable
La maleza de la caligrafía japonesa
no me impidió visitar lugares y santuarios
Iba siguiendo a un par de hombres:
uno le abría paso a otro
como si fuese un maestro
–lo era
Los vi recoger como guijarros
vistas instantáneas del camino
A cada trecho
se detenían a saludar
aquí un insecto
allá una gota trémula
posada como mariposa
sobre una hoja
Abrían sus cuadernos
de vez en cuando
y volaban hacia adentro
con pesadas alas de tinta negra
Yo los seguía en su camino
En aquel bosque fantasma
entrevisto desde el balcón de mi terraza
no veía ni oía a nadie
salvo el canto sordo
de los acentos
sobre las vocales
Un pájaro canta
detrás de otro
jugando a las escondidas
Los troncos gimen
No me siento ajeno
al canto del gallo
que saluda en la madrugada a la tierra.
15 de julio de 2014
IEM Westinghouse, 1951
El IEM 51 mi hermano mayor.
Estaba en la casa, antes de que naciera,
leche, hielos, ensaladas, quesos.
Es
-pues todavía me acompaña-
un mueble robusto
parece un árbol.
Se necesitaron ocho hombres
para “volarlo” al departamento
que ahora guarda con ronrroneo
casi imperceptible.
Funciona tanto y tan bien
que
hay que deshielarlo
y dejar que se
deshagan
los macizos glaciares que prosperan
en sus metálicos adentros.
Mi litigante padre
lo obtuvo como pago
por un insaldable juicio de divorcio.
Mi madre sabía guardar ahí
postres y carnes,
delikatessen y antojitos
amén de los hielos
con yerbabuena
que guardaba para
los menjules.
IEM sigue ahí impasible
como un centinela
que ve pasar glaciaciones.
Tiene casi setenta años.
Nunca se ha descompuesto.
Hielos y más
hielos.
Alguna vez
he llegado a guardar
en sus frígidos
adentros
libros y revistas,
considerados infecciosos.
Otras veces ha servido
para enterrar libros ardientes
de poemas que sólo podían
ser leídos bañados en
Champágne;
o bien
verdes pasteles sospechosos
o comida para bebés.
Ha llegado la hora
de hacer el testamento.
No sé a quién dejarle
ese refrigerador
IEM Westinghouse
1951
coetáneo de las Naciones Unidas
y de la explosión atómica
-seguramente
seguirá enfriando
después de que me enfríe.
septiembre 2020