Manera de no ser
La mesa
Si una cosa de las que tiene encima
le dijera que siempre no fue mesa,
que sus patas fueron antes raíces
–aunque las tenga lisas, torneadas–,
lo negaría con todos sus clavos,
barnices y molduras a pesar
de las vetas o venas que la cruzan.
Nunca ha echado de menos una rama
flexible, acogedora. Sin embargo,
siempre dispuesta todo lo recibe
sin quejarse del peso ni del roce.
Necesita sentir encima cosas
como si fueran pájaros dormidos,
confiados al ser de la madera.
Manera de no ser
Los fantasmas no existen: son tan solo unos vagos
temblores de vacíos
o de sueños.
Ni sábanas nocturnas ni cadenas ni pasos,
ni siquiera el ruido
que hace el viento,
son señales propicias para ver el milagro
de una imagen sin visos
de sus huesos.
Descarnados e insomnes, desconocen el barro
primordial del destino.
Son desvelos
inciertos de la infancia –la muerte no ha llegado–
o el perfil imprevisto
de un espejo.
Los fantasmas no existen: tan solo son amagos
de quienes nunca fuimos
ni seremos.
Acaso se conformen con vivir sin ser algo:
ni sombras de un olvido,
pero eternos.
De Maneras de vivir (1998)
Con mi hija
Papá, ¿los niños también se mueren?
Creía que solo se morían los viejos.
Si no me hago vieja,
¿me muero?
Yo no quiero morirme.
Y si no subo al cielo,
¿qué hago dormida en una caja
todo el tiempo?
Todo el tiempo voy a aburrirme.
Papi, cuéntame un cuento
A morir no se aprende
Vivir no es una escuela,
ni siquiera un camino,
que ya hubiera borrado la intemperie.
El tiempo no nos lleva
de la mano: es el aire,
el que arrastra a capricho los papeles.
No se aprende a morir.
Siempre andamos perdidos
en medio de las cosas y la gente.
De A morir no se aprende (2003)
Con la mosca detrás de la oreja
Ya tengo la mosca
detrás de la oreja
la misma de siempre
que zumba y me inquieta
que zumba y me pone
más y más alerta
antes de que un ala
me roce siquiera
Mosca rondadora
solo si se piensa
solo si se teme
conforme se acerca
sin que a estas alturas
de mi edad yo pueda
con un movimiento
simple de cabeza
al fin espantarla
Mosca cojonera
porque siempre vuelve
incordiante y terca
para recordarme
que es ella la eterna
la única mosca
detrás de la oreja
La mecedora
Siempre dice que sí la mecedora
se siente quien se siente a cualquier hora
del día o de la noche siempre espera
con los brazos abiertos de madera
Tiene ritmo de rama contra el viento
ritmo ancestral que es puro asentimiento
y ya esté ocupada o desocupada
no deja de mecerse ensimismada
Se siente quien se siente a cualquier hora
siempre dice que sí la mecedora
De El espanto seguro (2010)
En el tren
Si fuera así la vida,
en pos de su destino, pero lenta,
sin salirse un instante
de los férreos raíles
hasta llegar al final del trayecto.
Si fuera así la vida,
viendo pasar distraído el paisaje
tras un amplio cristal
y oyendo vagamente
el runrún runrún runrún de las ruedas.
Si fuera así la vida,
monótona, segura, como el tren
que se deja llevar
en pos de su destino,
¿quién en verdad la querría vivir?
El abrazo
Este miedo a quedarnos
el uno sin el otro,
a no morirnos juntos
–hagamos lo que hagamos,
aunque estemos absortos
cada cual en lo suyo–
nos trenza en un abrazo
tan carnal y redondo
que da la vuelta al mundo,
como si así los años
no pasaran del todo
mientras seamos uno…
hasta que ya el cansancio
de la vida, a su modo,
desate nuestros músculos
y quede entre mis brazos
tu ausencia sin contorno
o la mía en los tuyos.
De Un vago escalofrío (2015)
Lamento de Dafne
En medio de este bosque,
acaso para siempre estoy plantada
sin poder olvidarme
de la ninfa feliz,
de la ninfa que fui con forma humana.
Y extrañamente ahora
que es un robusto tronco ya mi cuerpo,
mis pies hondas raíces
y mis brazos dos ramas
movidas a capricho por el viento,
todo mi ser, oh Apolo,
todo mi ser vegetal te desea
con el mismo furor
con que me deseaste
cuando era yo de carne firme y tersa.
No llames a la puerta
No llames a la puerta,
contempla sin angustia la fachada
que ahora tienes delante
y no la de tu infancia,
cuyo alegre balcón han convertido
en estas dos ventanas.
No llames a la puerta,
que la niña que fuiste no te aguarda
entre estos viejos muros
como dócil fantasma,
sino dentro de ti cuando se asoma
a tus ojos con lástima.
No llames a la puerta,
quédate para siempre con las ganas
de saber quiénes viven
y cómo está la casa
donde viniste al mundo y te criaste
para que yo te amara.
No llames, amor mío,
sigamos calle abajo nuestra marcha.
Inéditos