Ricardo Miró

Patria y otros textos

 

 

 

 

EL VERSO

A un poeta joven, amigo

No es el verso corcel que se desenfrena
ni vendaval que loco se desata,
ni tampoco rugiente catarata
que suelta al sol la trágica melena.
Es la fuente cantando en la serena
tristeza de la noche su sonata,
el rayo melancólico de plata
de la luna, dorándose en la arena.
Pule tu inspiración que es un gran bloque,
y verás cómo salta a cada choque
del cincel un reguero rutilante,
y haz de tu verso de oro una sortija
en donde irradie transparente y fija,
la idea como un nítido brillante.

 

  

MUSA PANAMEÑA

Íbamos bajo la ingrata
sombra de nuestra fortuna,
mientras abría la luna
sus cataratas de plata;
y sobre las alas leves
de la brisa que venía,
una dulce voz decía:

-Yo quiero que tú me lleves
al tambor de la Alegría.

Detuvo el paso un momento,
reconcentró la atención
para escuchar la canción
que nos venía en el viento,
y oprimiendo entre sus leves
manecitas una mía
dijo con melancolía:

-Yo quiero que tú me lleves
al tambor de la Alegría.

Sin saber qué responder
a la infantil petición
me oprimía el corazón
que se quería romper,
mientras en las alas leves
de la brisa que venía,
la dulce voz repetía:

-Yo quiero que tú me lleves
al tambor de la Alegría.

¡Ilusión que el labio miente!…
¿Dónde estará ese tambor
donde no flote el dolor
sobre el cantar de la gente?…
¿Dónde, dónde, vida mía,
si son nuestros goces breves
cuan larga nuestra agonía?…
Y sobre las alas leves
de la brisa que venía,
la dulce voz repetía:

-Yo quiero que tú me lleves
al tambor de la Alegría.

Enlazados de las manos
seguimos, mudos y errantes,
más que como dos amantes
cual si fuéramos hermanos,
mientras en las alas leves
de la brisa que venía,
lejos, la voz insistía:

-Yo quiero que tú me lleves
al tambor de la Alegría.

 

 

POEMAS DOLOROSOS

Dolor el de quien ama a una mujer que ha sido
de todos, y no pueda bañarse en el olvido.

 

***

 

Yo la encontré en la calle como encontramos una
Moneda, o como hallamos en un charco la Luna;
y así como la Luna se hiciera mil pedazos
al tocarla, se me hizo pedazos en los brazos.

De qué remota estrella de amir plugo al Destino
traerla y colocarla, dócil, en mi camino?…
Acaso fue Dios mismo quien fraguó la ironía
de hacerla suave y mansa para que fuera mía?…

Mía… como la garza; mía cual la gaviota,
Como la nube errante, como la errante nota,
de todos y de nadie, que llegan al viento
poniendo la inquietud en nuestro pensamiento.

Fue una bohemia nómade, sonora y distinguida
que despertó las calles de la ciudad dormida;
algo que hube olvidado, o algo desconocido
que tenía el encanto que tiene lo prohibido…

juntos nos vio el crepúsculo por la abierta ventana;
juntos nos vio el lucero de oro de la mañana;
por las calles, a un tiempo, sonaron nuestros pasos
y el canto de la alondra me despertó en sus brazos…

Mi vida, en ese lapso divino de mi historia,
fue breve y sonrosado, crepúsculo de gloria
en donde ella era aroma, celaje, canto, estrella,
y bajo el cual viví por ella y para ella.

Un día fui a su casa y… la encontré vacía!…
Yo no recuerdo día mas triste que ese día…
Y anduve, anduve errante, por las calles perdido,
en busca de ella, o en busca, siquiera, del olvido…

Voló como la garza; voló cual la gaviota;
como la nube errante, como la errante nota
que llegan, se detienen y siguen en el viento
dejando la inquietud en nuestro pensamiento.

A dónde fue?… Quién sabe?… Se fue tal como vino
a cumplir la consigna fatal de su destino;
a rodar por las calles, tal como rueda una
moneda, o como cae en un charco la luna…

 

***

 

Dolor el de quien ama a una mujer que ha sido
de todos, y no puede bañarse en el olvido.

 

  

LA ÚLTIMA GAVIOTA 

Como una franja temblorosa, rota
del manto de la tarde, en raudo vuelo
se esfuma la bandada por el cielo
buscando, acaso, una ribera ignota.
Detrás, muy lejos, sigue una gaviota
que con creciente y pertinaz anhelo
va de la soledad rasgando el velo
por alcanzar la banda ya remota.
De la tarde surgió la casta estrella,
y halló siempre volando a la olvidada,
de la rauda patrulla tras la huella.
Historia de mi vida compendiada,
porque yo soy, cual la gaviota aquella,
ave dejada atrás por la bandada.

 

  

EL POEMA DEL RUISEÑOR

Desde la rama del ciprés dormido
el dulce ruiseñor canta a la luna
y la invita a bajar hasta su nido.
Ya ves qué casto amor tan sin fortuna…,
y eso que el ruiseñor, en un descuido,
puede llegar volando hasta la luna.
Envuelto entre la luz embrujadora
da al viento el ruiseñor todas las galas
que su garganta mágica atesora;
y la luna se vuelve toda escalas
de seda y luz… (La luna diz que ignora
que su dulce cantor tiene dos alas…)
Calla el agua en los claros surtidores,
se aduermen los arroyos cristalinos
y se despiertan a escuchar las flores.
Astro y pájaro, a un tiempo, están divinos…
y ella baja hasta él vuelta fulgores,
y él asciende hasta ella vuelto trinos…
Lleno de sombra y de quietud, como una
pupila abierta al cielo indiferente,
un retazo perdido de laguna
sueña en la fronda del jardín… Presiente
la pálida belleza de la luna
aquel espejo claro y transparente.
El ruiseñor solloza dolorido
envuelto entre la luz embrujadora
cuando calla, de pronto sorprendido,
porque desde la rama en donde llora
advierte que la luna se ha caído
y flota sobre el agua onduladora.
Calla el agua en los claros surtidores,
se aduermen los arroyos cristalinos
y se despiertan a escuchar las flores.
Luna y pájaro, a un tiempo, están divinos…
y ella asciende hasta él vuelta fulgores,
y él desciende hasta ella vuelto trinos.
El pájaro suplica, impreca y canta,
mientras se multiplica a maravilla
la flauta de su eclógica garganta…
y salta alegre al ver cómo se humilla
la luna, que corriendo tras su planta
se viene sobre el agua hasta la orilla…
Ante el dulce deliquio que le miente
la luna, riendo en el cristal del lago,
loco de amor el ruiseñor se siente,
y respondiendo al amoroso halago,
hunde el pico en el agua transparente
y se bebe la luna trago a trago.

 

 

PATRIA

¡Oh patria tan pequeña, tendida sobre un istmo
donde es más claro el cielo y es más vibrante el sol,
en mí resuena toda tu música, lo mismo
que el mar en la pequeña celda del caracol!
Revuelvo la mirada y a veces siento espanto
cuando no veo el camino que a ti me ha de tornar…
¡Quizá nunca supiese que te quería tanto,
si el Hado no dispone que atravesara el mar!…
La patria es el recuerdo… Pedazos de la vida
envueltos en jirones de amor o de dolor;
la palma rumorosa, la música sabida,
el huerto ya sin flores, sin hojas, sin verdor.
La patria son los viejos senderos retorcidos
que el pie, desde la infancia, sin tregua recorrió,
en donde son los árboles antiguos conocidos
que al alma le conversan de un tiempo que pasó.
En vez de estas soberbias torres con áurea flecha,
en donde un sol cansado se viene a desmayar,
dejadme el viejo tronco donde escribí una fecha,
donde he robado un beso, donde aprendí a soñar.
¡Oh mis vetustas torres, queridas y lejanas,
yo siento las nostalgias de vuestro repicar!
He visto muchas torres, oí muchas campanas,
pero ninguna supo, ¡torres mías lejanas!,
cantar como vosotras, cantar y sollozar.
La patria es el recuerdo… Pedazos de la vida
envueltos en jirones de amor o de dolor;
la palma rumorosa, la música sabida,
el huerto ya sin flores, sin hojas, sin verdor.
¡Oh patria tan pequeña que cabes toda entera
debajo de la sombra de nuestro pabellón:
quizás fuiste tan chica para que yo pudiera
llevarte por doquiera dentro del corazón!

 

 

VERSOS AL OÍDO DE LELIA

Óyeme, corazón. En cada rama
del bosque secular se esconde un nido
o una dulce pareja que se ama;
cada una rosa del rosal resume
un corazón, feliz o dolorido,
que de amor en la brisa se consume;
la estrella que nos manda sus reflejos
no hace más que volver con su luz pura
los besos que le envían desde lejos…
Todo tiembla de amor…, hasta la piedra
a veces se estremece de ternura
y se vuelve un jardín bajo la yedra…

 

* * *

 

No importa ser mujer o ser paloma,
ser rosa de Amatonte, estrella o paloma;
importa tener alma y dar esa alma
en risas, en fulgores o en aroma.
Triunfa el amor sobre la muerte. Nacen
las rosas para amar y hasta las rosas,
cuando al viento, marchitas, se deshacen,
se vuelven un tropel de mariposas.
Suspiro en un anhelo que, escapado
del corazón, se va a volar errante
buscando una ilusión que ya ha pasado
o algún sueño de luz que está delante…
Pues bien, la brisa pasa en blandos giros,
y no puede medir su pensamiento
la interminable tropa de suspiros
que viaja en cada ráfaga de viento…
Tú, que tienes los ojos soñadores
como una noche tropical, asoma
tu corazón a todos los amores
y sé estrella, sé flor o sé paloma,
y ya verán tus ojos asombrados,
ante la tarde que en el mar expira,
cuán hermosa es la tarde, si se mira
con dos ojos que están enamorados.

 

 

GARZAS CAUTIVAS

A doña Oderay de Lefévre

En el patio andaluz, adonde apenas
penetra el sol en ondas fugitivas,
inmóviles, calladas, pensativas,
hay, como un par de enormes azucenas,
dos garzas melancólicas, cautivas.
¡Quién sabe si una noche, al escondido
juncal, cerca a la orilla melodiosa,
una mano llegó, vio al par dormido,
lejos la madre tierna y afanosa,
y arrebató los pájaros del nido!
Tal vez fue en el corral que en la ribera
levanta frente al mar su empalizada
donde un día, al nacer la primavera,
en la sorda explosión de una alborada,
vieron la luz del sol por vez primera.
¡Y ellas no saben del azul…! Sus huellas
no serán polvo de oro tras su vuelo
a la indecisa luz de las estrellas;
y con sus ojos tristes ven el cielo
y no saben que el cielo es para ellas.
Acaso si una mano, de repente,
las echara a volar, tras un momento
de supremo estupor, abriendo al viento
sus vírgenes plumajes, blandamente
se irían a embriagar de firmamento.
Pero no volarán, ni bajo el rico
oro del sol se encenderán sus galas,
ni ensartarán estrellas en el pico,
ni abrirán a la luna el abanico
blanco y maravilloso de sus alas.
¡Melancólicas garzas…! Y en el frío
patio sin luz ni sol, sobre las zancas,
simbolizan la imagen del hastío;
y ni siquiera saben que son blancas
porque nunca se vieron sobre un río.
Y allí, bajo las penas de sus galas
inútiles -libélulas de hielo-,
dormitan sin un ansia ni un anhelo,
y no saben aún que tienen alas
y que las alas son para ir al cielo.
Melancólicas garzas que en el frío
patio sin sol ni luz, sobre las zancas,
simbolizan la imagen del hastío,
y que nunca supisteis que erais blancas
porque nunca os mirasteis sobre un río.
Hay almas cual vosotras que ni huellas
dejarán ni sabrán nunca del vuelo
que nos lleva a vivir con las estrellas,
almas que ven atónitas el cielo
y no saben que el cielo es para ellas…
Para ellas el oscuro, el escondido
patio andaluz en donde el sol no alumbra;
y van, cobardemente, sin ruido
y a través de una gélida penumbra,
en viaje al mar sin playas del olvido.

 

Ricardo Miró Nació en la capital de la República el 5 de noviembre de 1883. Huérfano de padre desde muy niño, a los quince años fue a estudiar a Bog ... LEER MÁS DEL AUTOR