La buena vida
(Versiones de Miguel Ángel Zapata)
Leyendo un poema
Imagina un poema que comienza con una pareja
Mirando hacia el valle, viendo su casa, el césped
Desde adentro con sus sillas de madera, y más allá de la cerca el ondulado
Brillo plateado del estanque vecinal, su maraña de zumaque carmesí
En la luz que se desvanece. Ahora imagina a alguien leyendo el poema
Y pensando: “Nunca hubiera adivinado que sería así”,
Y después coloca el poema al final de un libro mientras la inconsciente
Pareja – sintiendo que nada estaba perdido, ni siquiera la raya
Blanca de la cola de un pájaro les llama la atención, tampoco el ligero
Ondeo de las hojas en el viento – gira su mirada hacia la cumbre arbolada
De una colina cercana donde el violeta extendido del crepúsculo comienza,
Pero el lector, de paseo en la noche del otoño, con todos
Los sonidos prisioneros de la naturaleza desfalleciendo a su alrededor, olvida
No solo el poema, sino donde está él, y piensa en cambio
En un desolado espejo veneciano colgado de un pasillo
Al lado de una escalera curvilínea, y cómo las estrellas se hunden
en el vidrio negro del cielo y el mar las empuja fuertemente a la tierra como espuma.
De tanto ir a la deriva por los cuartos de cualquier lugar siempre abriéndose,
No puede recordar de quién fue la casa o cuándo estuvo allí.
Y ahora imagina que años después se sienta bajo una lámpara
Y saca un libro del estante: el poema se cae
Sobre su regazo. La pareja, camino a casa está cruzando un campo,
Y siente todavía que nada está perdido,
Que ellos continuarán viviendo a salvo sellados
Por el ámbar en el crepúsculo del tiempo. Pero cómo iba a saber el lector,
Especialmente ahora que pone el poema, sin mirar,
Otra vez en el libro, el libro donde un poeta mira hacia el cielo
Y le dice a la página en blanco: “¿Dónde, en qué parte del cielo estoy?”
La buena vida
Te paras al lado de la ventana.
Hay una nube de cristal en forma de corazón.
Hay suspiros del viento que son como cuevas en tu voz.
Tu eres el fantasma en el árbol de afuera.
La calle está quieta.
El clima como el mañana, como tu vida,
Está parcialmente aquí y parcialmente en el aire.
No hay nada que puedas hacer.
La buena vida no advierte.
Soporta los estados de desesperación
y aparece, a pie, irreconocible, sin ofrecer nada,
y tú estás ahí.
El jardín
Para Robert Penn Warren
Brilla en el jardín,
en el follaje blanco del castaño,
en el ala del sombrero de mi padre
mientras camina sobre la grava.
En el jardín suspendido en el tiempo
mi madre se sienta en una silla de secuoya:
la luz llena el cielo,
los pliegues de su vestido,
las rosas enredadas a su lado.
Y cuando mi padre se inclina
para susurrarle al oído,
cuando se levantan para irse
y se lanzan las golondrinas
y la luna y las estrellas
se quedan dormidas, brilla.
Incluso mientras te inclinas sobre esta página,
tarde y solo, brilla: incluso ahora
antes de que desaparezca.