James Merrill

El libro de Efraín

 

 

(Traducción al español de Antonio Rivero Taravillo)

 

 

 

EL LIBRO DE EFRAÍN

 

 

***

 

Admito equivocarme al abordar

esto en su forma presente. La prosa más escueta

requerida para el reportaje, que alcanzase

el público más amplio en el más breve tiempo.

El tiempo, se había revelado, era de la esencia.

El tiempo, la misma esencia de la Rosa,

se acababa. Sin embargo, éramos antiguos enemigos,

el plazo y yo. También la materia de mi asunto

me dio una pausa, tan íntima, tan nueva.

¿Mejor después de todo hacerlo como novela?

Mirando en torno a mí, hallé personajes

humanos y de otro tipo (si la distinción

significaba algo en la ficción). Hallé el camino

a una trama, o a lo que aún se permite de una

para la sorpresa y el placer en su elaboración.

Conocía mi escenario; y tuve, desde el principio, un tema

cuya luz constante devolvía su brillo, eso parecía, desde

el más nimio detalle expuesto a él. Llegué

a verlo como una luz vieja y exaltada:

la encarnación y el abandono de

un dios. Esa última expresión es de Nortrhop Frye.

Además tenía esperanzas estilísticas.

Harto durante tanto tiempo y de forma tan variada

de las caprichosas maquinaciones narrativas de nuestra época,

anhelaba el tipo de relato sin sazonar

presente en cuentos de hadas y leyendas,

un tono lamido hasta quedar limpio

a lo largo de los siglos por viejas lenguas suaves,

de abuelita a cachorro, serenas, anónimas.

A falta de esa voz, el brillante a su modo

nouveau roman (incluso el que yo escribí)

me pareció una forma huérfana, a cuyos seguidores,

amamantados por Woolf, no Mann, si es que les habían

contado historias en la infancia, fue por adultos

a quienes no podían amar u honrar. Así que mi narración

quería ser límpida, sin fragmentar;

mis personajes, figuras convencionales de repertorio

afligidas en un grado mínimo

con personalidad y una experiencia pasada,

una bruja, un ermitaño, amantes inocentes y jóvenes,

el tipo de seres que recordamos de los Grimm,

Jung, Verdi y la commedia dell’arte.

Que un proyecto así estuviera más allá de mi alcance

meramente incitó más fútiles tentativas.

Mi caída fue «pintura verbal». Exquisito

plumaje de cucú, extremidades ruborizadas de mera

ampulosidad desplegándose a través de la troposfera

cuya implosión de habitantes hacia la tierra sobresalta

bastante absurdamente a una pequeña multitud de mortales

(mis lectores, supuse desde donde me sentaba

en la secretaría angelical).

Cuanto más luchaba por ser sencillo, más

manierismo me trababa. ¿Para qué?

Puesto que nunca había encajado verdaderamente,

¿por qué calzar el zapato de la prosa? En verso los pies iban

descalzos.

Las medidas, además, habían sido definidas

como exigía la emergencia. Ciegas

instigaciones pusieron finalmente toda la equivocada

empresa a dormir en el más oscuro Macon

(es decir, «La Voluntad»), y me quedé solo

para contar mi historia. Pues parecía que el Tiempo,

ese canoso que se lava las manos y aparece

para contarlo en un espacio biselado de espectros

sobre las aguas calientes, el Tiempo no lo haría;

ya fuera porque corría como agua

o porque enero dibuja esta brillante

línea bajo la nueva página que me dispongo a escribir:

el Libro de las Mil y Una Noches Pasadas

con David Jackson con el Tablero de la Ouija

en Contacto con Efraín Nuestro Espíritu Familiar.

 

 

***

 

Correctos pero con cautela, aquella primera noche,

preguntamos

el nombre de nuestro visitante, era, hábitat.

Efraín fue la respuesta. Un judío griego

nacido el 8 d. de C. en Xanthos ¿Cuándo fue esto?

En Grecia, cuando lobos y cuervos estaban en roma

(al día siguiente el diccionario clásico concedía

una Xanthos en la costa del Asia Menor).

y quienes sois vosotros Se lo dijimos. sois cristianos

Eso suponíamos. que catacumba más coqueta

Cristo había causado estragos en su familia,

azuzo a mi padre a abandonar el lecho de mi madre

(también yo procedía de un hogar roto,

el primero de diversos hechos en los que coincidiríamos).

Ella era una favorita de tiberio murió

el 36 d. de C. en Capri estrangulada

por la guardia imperial por haber amado

al sobrino (sic) del monstruo Calígula

prosiguió rápidamente –¿cambiando de tema?–

con un largo manuscrito acusatorio

encajonado en bronce que yacía bajo Porfirio

al fondo de las más hondas excavaciones. Él

nos ayudaría a encontrarlo, pero por favor debíamos apresurarnos

porque Tiberio quería verlo destruido.

Vaya. ¿Y dónde, nos preguntábamos,

estaba Tiberio ahora? tercer estadio

¿Por qué nos lo decía a nosotros? Nos había oído por casualidad

hablar con Simpson ¿Simpson? Su vínculo con la tierra

Su representante Un carácter débil

completamente bestial, dado a vidas

cortas y violentas, uno que había finado recientemente entre llamas

en un almacén del Ejército. Castigado a renacer

pero no a tiempo, dijo Efraín, para evitar

que el mocoso malgastara, justo ahora en nuestra taza,

preciosos minutos de conferencia, ¡no colguéis!

Tanta chistosidad –bueno, éramos jóvenes

y estas eran cosas de vida o muerte– nos consternaba.

¿Era un demonio? Su respuesta pobres

inocentes dejó en suspenso el asunto.

Mientras corría, su flujo de conciencia

se ahondaba. Había una habitación enterrada, una cama

forjada en plata puedo llevaros allí

si ¿Si? me dais ¿Qué? ja ja vuestras almas

(en otra ocasión dirá que tomó

nuestra insolencia por inocencia aquella noche,

y quería atemorizarnos). Se cruzaron nuestros ojos. ¿Y si…?

El bajel menor de la sangre izó velas de negra espuma.

Durante cinco minutos nos quedamos paralizados por el miedo,

pero después de todo no éramos tan inocentes.

Los exploradores, a los treinta años, aún lo bastante vigorosos

como para no dejar pasar un entretenimiento de sillón

y aún bastante puros de corazón como para vencer al demonio,

entraron en el espíritu, por así decir,

y dijeron que marcharían a Capri esa misma semana.

Pausa. Luego, como si hubiéramos aprobado un examen,

los modales de Efraín cambiaron por completo. Dejó a un lado

a Tiberio y se puso seriamente a la tarea

de contestar, como un guía experimentado,

aquellas preguntas que no habíamos tenido la astucia de hacer.

Aquí en la tierra –enormes extensiones de información

han sido introducidas en estas cápsulas insípidas

y rimadas para que sean fácilmente ingeridas– en la tierra

cada cual es representante de un patrón

¿Tantos patrones hay? si oh si

Estos ángeles de la guarda seculares bufan y se quejan

por lo que debe parecer la eternidad sobre nosotros.

Les está prohibido intervenir

salvo, como era el caso, en el entreacto que media

entre una y otra encarnación. De vuelta

en el colegio tras las vacaciones desastrosamente largas

va el alma, su patrón da clases intensivas más

de nuevo con savoir vivre. ¿Nunca el burro

–de memoria, después de repetirlo cien veces– aprenderá

qué cuerdas amarran ese punto sin regreso,

un pie en el más bajo de los nueve estadios

entre los coadjutores y los magos menores?

Finalmente somos patrones, nosotros, una muesca hacia arriba

mueven nuestros mayores han soportado todo por esto

y reciben del Abismo

nuevas almitas a las que vigilar.

Una diferencia: con todo ascenso de puesto

viene un título de paz de la representación

–una expresión extraña, más como un lema

de arte abstracto– o para la Autocracia. En realidad

nuestras cabezas giran… De Oriente una luz…

pero estáis cansados, mes chers felices sueños mañana

por la noche.

 

 

***

 

Dramatis Personae (una lista parcial

que puede cómodamente insertarse aquí):

Auden, W(ystan) H(ugh), 1907-

73, el celebrado poeta.

Clay, John, muerto en 1774,

clérigo. Hoy patrón de DJ.

Deren, Eleanora («Maya»),

1917-61, decana de nuestro

cine experimental americano.

Dueña además de un estilo de vida que

en veinte años no ha parecido convencional.

Llena su piso en el Village de objetos sagrados:

muñecas, tambores, baratijas que dan vueltas y relucen,

fotogramas de obra en marcha, a los pies

el último de un linaje de enormes y negros

gatos haitianos extrañamente propensos a accidentes.

Viste su persona de alto talle, de

pechos de doncella –color rojizo afro, ojos de ágata–

con económicas galas. Con cascabeles en los dedos de los pies,

baila descalza en las fiestas. Es poseída

(vid. su libro sobre el vudú, Jinetes divinos)

durante una ceremonia (¿en 1949?)

por Erzulie, la inocentemente pródiga,

reidora, lloradora, reina que ama los perfumes

entre la loa, o divinidades.

Farmetton, Rufus, muerto de un ataque al corazón

en el Transvaal, en 1925.

La anterior encarnación de JM.

Ford, Kinton, 1810-43,

editor de las obras de Pope. Las pesquisas,

aunque lánguidas, hasta la fecha no han desenterrado

vestigio alguno de este pobre apasionado

de las letras, o de su libro, aunque ahora sabemos

de dónde proceden los pareados que tanto importunan

(Efraín, ¿no hay hechizo para exorcizarlos?)

a su leal representante JM.

Jackson, Mary Fogelsong, nacida en 1890,

madre de DJ. Representante

de Ayako Watanabe. Modelo

para «Lucy Prentiss» en la novela perdida de JM.

Lodeizen, Hans, 1924-50,

poeta holandés. Autor de Het Innerlijk

Behang, etc. Estudia en América.

Inteligente, de buen carácter, solitario, rubio,

todo en un grado turbador.

Pone una grabación de la sonata de «Primavera»

una noche de mayo en que JM tiene fiebre;

cosas no dichas los dividen desde entonces.

Muere de leucemia en Suiza,

el país de los mil años de paz.

En el Estadio Uno cuando por primera vez lo atravesamos,

y donde se le niega el gusto y el oído

que son privilegios de Efraín en el Seis.

(Estadio tras estadio los sentidos de los que uno se despide

vuelven a nosotros como imágenes en una pantalla

solidos que en el uno únicamente se ven)

El estadio de Hans es el de la visión pura

y sencilla: enjuaga la taza con ron para él,

no puede hallar su lengua, solos sus ojos

arden, llenando… como en este instante los míos.

Patrón, aquel verano, a un sagrado terror

conocido como Joselito, de cinco años de edad,

en una hacienda cerca de Caracas donde,

dice Efraín, corta caña de azúcar y la cultiva

Merrill, Charles Edward, 1885-

1956, padre de JM. Representante

de un místico de Calcuta que despacha

como un pésimo administrador Modelo

para «Benjamin Tanning» en El serrallo.

Mitsotáki, María Demertzí,

1907-74. Descrita

en otro lugar (vid. «Palabras para María»). Muerta

durante estos últimos meses de la dictadura.

Atenas será una ciudad más aburrida sin ella.

Pincus, Beatrice («Betsy») Merrill, nacida

en 1937, sobrina de JM. Modelo

para «Ellen Prentiss Cade» en la novela perdida.

Simpson, el representante de Efraín.

Renacido como «Gopping» (1955)

y (1956) como Wendell Pincus.

«Smith, Rosamund», personaje de la novela,

luego la marquesa Santofior.

Perennemente joven, mundana, rica,

y fuera del alcance de la vista hasta el desenlace, en que…

pero qué importa, ahora. Gradualmente se vuelve

como toda mi «gente» (los viejos Prentisses,

su nieta Ellen, Leo el marido de Ellen,

Joanna volando hacia ellos en la tempestad)

una presencia crepuscular. Tal vez yo aún la necesite

pero Efraín la aparta con el hombro. Pronto

se habrá arrugado en una infructuosidad púrpura,

dejando que cualquiera adivine el resultado.

Yeats, W(illiam) B(utler), 1865-

1939, el celebrado

poeta. Autor de Una visión.

Espíritu familiar: Leo Africanus.

–Pues sucedió que yo había estado medio intentando

comprender el sentido de Una visión

cuando nuestro amigo soltó su bomba: el pobre Yeats

aun simplificando

Pero si alguien allí arriba creyó que editaríamos

la Nueva Edición Ampliada,

ese laberinto de lógica interna, dogmas, fechas…

Efraín, olvídalo.

Mucho tiempo ha pasado desde nuestra última charla sobre

las estructuras tomistas en Dante. Las causas

siempre se perdían– en nosotros. Compartíamos los rasgos

del chico más mudo

del colegio y de ese pasado maestro de las cláusulas

cuya sutil mente «ninguna idea viola».

 

 

 

-James Merrill
El libro de Efraín
Traducción al español de Antonio Rivero Taravillo
Ediciones Vaso Roto, 2017

 

Merrill vaso roto

James Merrill Nació en Nueva York el 3 de marzo de 1926. Es autor de doce libros de poemas.  Obtuvo dos National Book Awards por Nights and Days y Mirab ... LEER MÁS DEL AUTOR