El libro de Efraín
(Traducción al español de Antonio Rivero Taravillo)
EL LIBRO DE EFRAÍN
***
Admito equivocarme al abordar
esto en su forma presente. La prosa más escueta
requerida para el reportaje, que alcanzase
el público más amplio en el más breve tiempo.
El tiempo, se había revelado, era de la esencia.
El tiempo, la misma esencia de la Rosa,
se acababa. Sin embargo, éramos antiguos enemigos,
el plazo y yo. También la materia de mi asunto
me dio una pausa, tan íntima, tan nueva.
¿Mejor después de todo hacerlo como novela?
Mirando en torno a mí, hallé personajes
humanos y de otro tipo (si la distinción
significaba algo en la ficción). Hallé el camino
a una trama, o a lo que aún se permite de una
para la sorpresa y el placer en su elaboración.
Conocía mi escenario; y tuve, desde el principio, un tema
cuya luz constante devolvía su brillo, eso parecía, desde
el más nimio detalle expuesto a él. Llegué
a verlo como una luz vieja y exaltada:
la encarnación y el abandono de
un dios. Esa última expresión es de Nortrhop Frye.
Además tenía esperanzas estilísticas.
Harto durante tanto tiempo y de forma tan variada
de las caprichosas maquinaciones narrativas de nuestra época,
anhelaba el tipo de relato sin sazonar
presente en cuentos de hadas y leyendas,
un tono lamido hasta quedar limpio
a lo largo de los siglos por viejas lenguas suaves,
de abuelita a cachorro, serenas, anónimas.
A falta de esa voz, el brillante a su modo
nouveau roman (incluso el que yo escribí)
me pareció una forma huérfana, a cuyos seguidores,
amamantados por Woolf, no Mann, si es que les habían
contado historias en la infancia, fue por adultos
a quienes no podían amar u honrar. Así que mi narración
quería ser límpida, sin fragmentar;
mis personajes, figuras convencionales de repertorio
afligidas en un grado mínimo
con personalidad y una experiencia pasada,
una bruja, un ermitaño, amantes inocentes y jóvenes,
el tipo de seres que recordamos de los Grimm,
Jung, Verdi y la commedia dell’arte.
Que un proyecto así estuviera más allá de mi alcance
meramente incitó más fútiles tentativas.
Mi caída fue «pintura verbal». Exquisito
plumaje de cucú, extremidades ruborizadas de mera
ampulosidad desplegándose a través de la troposfera
cuya implosión de habitantes hacia la tierra sobresalta
bastante absurdamente a una pequeña multitud de mortales
(mis lectores, supuse desde donde me sentaba
en la secretaría angelical).
Cuanto más luchaba por ser sencillo, más
manierismo me trababa. ¿Para qué?
Puesto que nunca había encajado verdaderamente,
¿por qué calzar el zapato de la prosa? En verso los pies iban
descalzos.
Las medidas, además, habían sido definidas
como exigía la emergencia. Ciegas
instigaciones pusieron finalmente toda la equivocada
empresa a dormir en el más oscuro Macon
(es decir, «La Voluntad»), y me quedé solo
para contar mi historia. Pues parecía que el Tiempo,
ese canoso que se lava las manos y aparece
para contarlo en un espacio biselado de espectros
sobre las aguas calientes, el Tiempo no lo haría;
ya fuera porque corría como agua
o porque enero dibuja esta brillante
línea bajo la nueva página que me dispongo a escribir:
el Libro de las Mil y Una Noches Pasadas
con David Jackson con el Tablero de la Ouija
en Contacto con Efraín Nuestro Espíritu Familiar.
***
Correctos pero con cautela, aquella primera noche,
preguntamos
el nombre de nuestro visitante, era, hábitat.
Efraín fue la respuesta. Un judío griego
nacido el 8 d. de C. en Xanthos ¿Cuándo fue esto?
En Grecia, cuando lobos y cuervos estaban en roma
(al día siguiente el diccionario clásico concedía
una Xanthos en la costa del Asia Menor).
y quienes sois vosotros Se lo dijimos. sois cristianos
Eso suponíamos. que catacumba más coqueta
Cristo había causado estragos en su familia,
azuzo a mi padre a abandonar el lecho de mi madre
(también yo procedía de un hogar roto,
el primero de diversos hechos en los que coincidiríamos).
Ella era una favorita de tiberio murió
el 36 d. de C. en Capri estrangulada
por la guardia imperial por haber amado
al sobrino (sic) del monstruo Calígula
prosiguió rápidamente –¿cambiando de tema?–
con un largo manuscrito acusatorio
encajonado en bronce que yacía bajo Porfirio
al fondo de las más hondas excavaciones. Él
nos ayudaría a encontrarlo, pero por favor debíamos apresurarnos
porque Tiberio quería verlo destruido.
Vaya. ¿Y dónde, nos preguntábamos,
estaba Tiberio ahora? tercer estadio
¿Por qué nos lo decía a nosotros? Nos había oído por casualidad
hablar con Simpson ¿Simpson? Su vínculo con la tierra
Su representante Un carácter débil
completamente bestial, dado a vidas
cortas y violentas, uno que había finado recientemente entre llamas
en un almacén del Ejército. Castigado a renacer
pero no a tiempo, dijo Efraín, para evitar
que el mocoso malgastara, justo ahora en nuestra taza,
preciosos minutos de conferencia, ¡no colguéis!
Tanta chistosidad –bueno, éramos jóvenes
y estas eran cosas de vida o muerte– nos consternaba.
¿Era un demonio? Su respuesta pobres
inocentes dejó en suspenso el asunto.
Mientras corría, su flujo de conciencia
se ahondaba. Había una habitación enterrada, una cama
forjada en plata puedo llevaros allí
si ¿Si? me dais ¿Qué? ja ja vuestras almas
(en otra ocasión dirá que tomó
nuestra insolencia por inocencia aquella noche,
y quería atemorizarnos). Se cruzaron nuestros ojos. ¿Y si…?
El bajel menor de la sangre izó velas de negra espuma.
Durante cinco minutos nos quedamos paralizados por el miedo,
pero después de todo no éramos tan inocentes.
Los exploradores, a los treinta años, aún lo bastante vigorosos
como para no dejar pasar un entretenimiento de sillón
y aún bastante puros de corazón como para vencer al demonio,
entraron en el espíritu, por así decir,
y dijeron que marcharían a Capri esa misma semana.
Pausa. Luego, como si hubiéramos aprobado un examen,
los modales de Efraín cambiaron por completo. Dejó a un lado
a Tiberio y se puso seriamente a la tarea
de contestar, como un guía experimentado,
aquellas preguntas que no habíamos tenido la astucia de hacer.
Aquí en la tierra –enormes extensiones de información
han sido introducidas en estas cápsulas insípidas
y rimadas para que sean fácilmente ingeridas– en la tierra
cada cual es representante de un patrón
¿Tantos patrones hay? si oh si
Estos ángeles de la guarda seculares bufan y se quejan
por lo que debe parecer la eternidad sobre nosotros.
Les está prohibido intervenir
salvo, como era el caso, en el entreacto que media
entre una y otra encarnación. De vuelta
en el colegio tras las vacaciones desastrosamente largas
va el alma, su patrón da clases intensivas más
de nuevo con savoir vivre. ¿Nunca el burro
–de memoria, después de repetirlo cien veces– aprenderá
qué cuerdas amarran ese punto sin regreso,
un pie en el más bajo de los nueve estadios
entre los coadjutores y los magos menores?
Finalmente somos patrones, nosotros, una muesca hacia arriba
mueven nuestros mayores han soportado todo por esto
y reciben del Abismo
nuevas almitas a las que vigilar.
Una diferencia: con todo ascenso de puesto
viene un título de paz de la representación
–una expresión extraña, más como un lema
de arte abstracto– o para la Autocracia. En realidad
nuestras cabezas giran… De Oriente una luz…
pero estáis cansados, mes chers felices sueños mañana
por la noche.
***
Dramatis Personae (una lista parcial
que puede cómodamente insertarse aquí):
Auden, W(ystan) H(ugh), 1907-
73, el celebrado poeta.
Clay, John, muerto en 1774,
clérigo. Hoy patrón de DJ.
Deren, Eleanora («Maya»),
1917-61, decana de nuestro
cine experimental americano.
Dueña además de un estilo de vida que
en veinte años no ha parecido convencional.
Llena su piso en el Village de objetos sagrados:
muñecas, tambores, baratijas que dan vueltas y relucen,
fotogramas de obra en marcha, a los pies
el último de un linaje de enormes y negros
gatos haitianos extrañamente propensos a accidentes.
Viste su persona de alto talle, de
pechos de doncella –color rojizo afro, ojos de ágata–
con económicas galas. Con cascabeles en los dedos de los pies,
baila descalza en las fiestas. Es poseída
(vid. su libro sobre el vudú, Jinetes divinos)
durante una ceremonia (¿en 1949?)
por Erzulie, la inocentemente pródiga,
reidora, lloradora, reina que ama los perfumes
entre la loa, o divinidades.
Farmetton, Rufus, muerto de un ataque al corazón
en el Transvaal, en 1925.
La anterior encarnación de JM.
Ford, Kinton, 1810-43,
editor de las obras de Pope. Las pesquisas,
aunque lánguidas, hasta la fecha no han desenterrado
vestigio alguno de este pobre apasionado
de las letras, o de su libro, aunque ahora sabemos
de dónde proceden los pareados que tanto importunan
(Efraín, ¿no hay hechizo para exorcizarlos?)
a su leal representante JM.
Jackson, Mary Fogelsong, nacida en 1890,
madre de DJ. Representante
de Ayako Watanabe. Modelo
para «Lucy Prentiss» en la novela perdida de JM.
Lodeizen, Hans, 1924-50,
poeta holandés. Autor de Het Innerlijk
Behang, etc. Estudia en América.
Inteligente, de buen carácter, solitario, rubio,
todo en un grado turbador.
Pone una grabación de la sonata de «Primavera»
una noche de mayo en que JM tiene fiebre;
cosas no dichas los dividen desde entonces.
Muere de leucemia en Suiza,
el país de los mil años de paz.
En el Estadio Uno cuando por primera vez lo atravesamos,
y donde se le niega el gusto y el oído
que son privilegios de Efraín en el Seis.
(Estadio tras estadio los sentidos de los que uno se despide
vuelven a nosotros como imágenes en una pantalla
solidos que en el uno únicamente se ven)
El estadio de Hans es el de la visión pura
y sencilla: enjuaga la taza con ron para él,
no puede hallar su lengua, solos sus ojos
arden, llenando… como en este instante los míos.
Patrón, aquel verano, a un sagrado terror
conocido como Joselito, de cinco años de edad,
en una hacienda cerca de Caracas donde,
dice Efraín, corta caña de azúcar y la cultiva
Merrill, Charles Edward, 1885-
1956, padre de JM. Representante
de un místico de Calcuta que despacha
como un pésimo administrador Modelo
para «Benjamin Tanning» en El serrallo.
Mitsotáki, María Demertzí,
1907-74. Descrita
en otro lugar (vid. «Palabras para María»). Muerta
durante estos últimos meses de la dictadura.
Atenas será una ciudad más aburrida sin ella.
Pincus, Beatrice («Betsy») Merrill, nacida
en 1937, sobrina de JM. Modelo
para «Ellen Prentiss Cade» en la novela perdida.
Simpson, el representante de Efraín.
Renacido como «Gopping» (1955)
y (1956) como Wendell Pincus.
«Smith, Rosamund», personaje de la novela,
luego la marquesa Santofior.
Perennemente joven, mundana, rica,
y fuera del alcance de la vista hasta el desenlace, en que…
pero qué importa, ahora. Gradualmente se vuelve
como toda mi «gente» (los viejos Prentisses,
su nieta Ellen, Leo el marido de Ellen,
Joanna volando hacia ellos en la tempestad)
una presencia crepuscular. Tal vez yo aún la necesite
pero Efraín la aparta con el hombro. Pronto
se habrá arrugado en una infructuosidad púrpura,
dejando que cualquiera adivine el resultado.
Yeats, W(illiam) B(utler), 1865-
1939, el celebrado
poeta. Autor de Una visión.
Espíritu familiar: Leo Africanus.
–Pues sucedió que yo había estado medio intentando
comprender el sentido de Una visión
cuando nuestro amigo soltó su bomba: el pobre Yeats
aun simplificando
Pero si alguien allí arriba creyó que editaríamos
la Nueva Edición Ampliada,
ese laberinto de lógica interna, dogmas, fechas…
Efraín, olvídalo.
Mucho tiempo ha pasado desde nuestra última charla sobre
las estructuras tomistas en Dante. Las causas
siempre se perdían– en nosotros. Compartíamos los rasgos
del chico más mudo
del colegio y de ese pasado maestro de las cláusulas
cuya sutil mente «ninguna idea viola».
-James Merrill
El libro de Efraín
Traducción al español de Antonio Rivero Taravillo
Ediciones Vaso Roto, 2017