El poeta como médium
por Roberto López Belloso
Maya Deren, la mayor poeta del cine experimental del siglo pasado, salió de su voz habitual -algo surrealista, bastante herética, hipnótica por completo- para filmar uno de los mejores documentales que se han hecho sobre el vudú haitiano. Jinetes divinos es un trabajo de antropología profunda. Deren se sumerge en ese mundo durante meses para alcanzar un acceso sin precedentes a los fieles de un culto de origen africano que tiene, como uno de los canales privilegiados del rito, que el oficiante actúe como vehículo de la divinidad. Vulgarmente se le llama posesión. Incorporar es la palabra correcta.
Un ejercicio similar es el que realiza el poeta uruguayo Rafael Courtoisie en Antología inventada, el libro que acaba de editar el Fondo de Cultura Económica (FCE) de México. Similar desde todas las aristas. El poeta ha venido teniendo un acceso privilegiado a la poesía, acceso nacido de la frecuentación permanente. El acercamiento ya no desde la lectura crítica, que sería, sin duda, una manera profunda de hacerlo, sino que ha realizado ese acercamiento desde la entraña misma. Ha leído, pero ha leído como poeta. Al hacerlo, al situarse en ese hueso, se ha colocado en el lugar del oficiante. Desde ese sitio ha puesto su sensibilidad en tensión para hacer el ejercicio de la incorporación de esas otras voces poéticas que son sus poetas amados -y algunas veces odiados- para encontrar la respuesta a la pregunta de la poesía. Porque la única respuesta posible a la pregunta de la poesía es la poesía.
Así, los “jinetes divinos” han sido incorporados por Courtoisie para dar lugar a una reinterpretación de sus voces. Siguen siendo, en cierto modo, sus voces, pero ahora están amplificadas por el instrumental poético de un otro. De un oficiante que se rinde ante ellos pero que también los rinde.
A veces esos espíritus, esos orixás (porque la mecánica de la incorporación ha de haberle llegado a Courtoisie, más que por el camino del vudú haitiano, por el sendero costero de la umbanda que nace en Brasil y culmina en la playa Ramírez de Montevideo) se confunden. Le llegan con nombres falsos. Le dan forma poética a quienes nunca escribieron una línea lírica pero hicieron de su acto final un acto poético (como Baltasar Brum, presidente derrocado que se pegó un tiro en plena calle para marcar con fuego la dictadura uruguaya de 1933). O le llegan de parte de narradores como Franz Kafka, a quienes la muerte parece haber liberado de la prosa y mecerlos en el limbo perfecto del verso. Que el autor no esté muerto no es obstáculo: simplemente le llegan en otro idioma, desde esa otra vida que es otra lengua, como el texto que atribuye a Houellebecq, y entonces Courtoisie debe traducirlo.
El poeta incorpora las voces que le llegan, independientemente que sean una voz femenina o masculina. Puede, así, sentir la vibración de Camille Claudel dándole, a su través, un mensaje póstumo a Rodin, o de Alfonsina Storni haciendo lo propio con Horacio Quiroga.
En sus palabras preliminares el poeta (nacido en Uruguay en 1958, formado en química, indudablemente matemático -galimatías del que llegó a ser docente además de dar clases de literatura y de mancias conexas a través de talleres- académico de las letras de su país natal, multipremiado y multitraducido) postula que su acto de prestidigitación es una suerte de construcción de heterónimos “al revés”. El autor no se despliega en nombres inventados para tañir las diversas cuerdas que lo habitan, como fue el celebérrimo caso del portugués Fernando Pessoa o, en el país de Courtoisie, del poliédrico Washington Benavides, también editado por el FCE mexicano. Lo que hace en este libro Courtoisie es dejar que esas voces de los otros lo habiten a él. Habla así, pentecostalmente, en todas las lenguas.
El resultado es una celebración carismática de la poesía, ampliada aquí de lo que ya había adelantado en Antología invisible, del cual esta Antología inventada es una versión aumentada.
Algunas veces, como con el inédito dariano “La tentación de Penélope” que el pánida dictara a una médium en el centenario de su muerte, Courtoisie lleva las cosas al terreno de lo lúdico. Lo mismo ocurre con los “inéditos” de Juan Rulfo o Franz Kafka. En esos casos el juego busca la sonrisa cómplice del lector, como sucede con el inédito de Emily Dickinson al que agrega una larga explicación llena de subtextos: “Texto encontrado en un libro usado, antiguo, en la librería de viejo Handsclean, en Brooklyn, Nueva York, en 2064. Todo indica que es letra manuscrita —handwriting— de la autora. El poema nunca había sido publicado hasta ahora. El libro costó veinticinco nuevos dólares, el equivalente a cinco micro yenes. El vendedor no advirtió que dentro estaba, en la página 263, el papel amarillento con la inconfundible letra de Dickinson. El libro se llama New Sun American Tiny Tales, an Anthology, una recopilación de Francis Sadwood”.
Cuando deja de lado ese mecanismo, cuando se deja ganar por la seriedad, establece puentes más sólidos incluso. Es lo que sucede con la página atribuida a Lao Tse, o en el texto de un tal Wen Li Fu que habría vivido en la China del siglo XIII, puentes con los que, si hay que buscarle antecedentes, habría que ir hacia los trabajos de Ezra Pound con Las Analectas de Confucio.
“El gigante miope”, atribuido a Ferreira Gullar, o el texto “Oil on canvas” que le dictara Georgia O’Keefe (en la resolución novedosa de la vieja obsesión de los poetas de traducir a palabras lo que desde las artes visuales ya era una versión de otra cosa), están entre los mejor logrados.
Pero más allá de eso, más allá de la elección que el lector haga de tal o cual página, el conjunto se sostiene como una logradísima propuesta programática. Como un homenaje a la poesía desde la poesía. Como un libro que es, a la vez, una puerta para otras lecturas. Pero no una puerta cualquiera. Un arco trabajado y labrado con la paciencia y el duende de un oficiante comprometido.
ANTOLOGÍA INVENTADA
Rafael Courtoisie
TAMBIÉN LA VERDAD SE INVENTA
Todos los textos de este libro han sido soñados y escritos por mí. El poeta del siglo XXI, en ocasiones, debe ser muchos para ser uno, para encontrar esa esencia que viene desde el fondo de la historia y desde el comienzo de la literatura y nos hace humanos. Mi abuelo literario, Isidore Ducasse, el Conde de Lautréamont (L’autre à Montevideo), afirmaba que la poesía debe tejerse entre todos.
Esta ANTOLOGÍA INVENTADA está hecha de los poetas que he amado y de algunos (pocos) que no he amado pero que forman parte de mí, esta antología reúne poetas inventados y otros que fueron poetas aunque no escribieran versos conocidos: Juan Rulfo, Franz Kafka, Ludwig Wittgenstein. También aparecen algunos que son la negación de la poesía: aquí puede leerse un “inédito” de Donald Trump donde revela quién mató a Kennedy, entre otras terribles cosas.
Antonio Machado dijo: “Se miente más de la cuenta/ por falta de fantasía: / también la verdad se inventa”. Aquí no se miente ni un ápice, se dice la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, pero para decirla recurro a un juego de máscaras.
ANTOLOGÍA INVENTADA reúne textos desconocidos de autores reales, vivos o muertos, textos reales de autores desconocidos, imaginarios, posibles o imposibles, textos que construyen una poética polifónica, heterodoxa, múltiple.
Es mi propia voz la que trata de desplegar un mundo de voces entre la intertextualidad y la invención que es, como hubiera dicho Octavio Paz, “homenaje y profanación”, deconstrucción y nacimiento.
Esta ANTOLOGÍA INVENTADA escrita de mi puño y letra (en ocasiones más con el puño que con la letra, a veces más con la letra) es, más que un libro de poesía, un proyecto cultural que emplea, entre otros procedimientos, tal vez lo contrario de un ejercicio de “heteronimia”: una práctica de asimilación y suma dialéctica de las voces de la tradición para crear desde la tormenta y el salto, desde la ruptura con esa tradición.
Rafael Courtoisie
LA ESCRITURA DEL CIRUELO
Quieto, bien hundido
en la tierra echa pezones
dulces por las ramas.
Imito al ciruelo
cuando hago
un poema
tan desnudo en invierno
sin fuego, ni caballo, ni mujer.
Imito el gesto del ciruelo.
Me río como loco
doy saltos, finjo
la primavera.
Wen Li Fu
(China, siglo XIII)
LETTER OF LOVE AND HATE TO SARAH WHO
LEFT MY BED YESTERDAY MIDNIGHT
A hole is a backward mountain
at the top of your soul
is the skull of beauty
empty, no flesh
just peeled off bone
carious
like a dirty far moon.
Clarke Woody
(Birmingham, 1931)
SIEMPRE OTRA
Porque me viste desnuda
te encandilé y te confundiste
durante el relámpago:
me llamaste Mary.
No te preocupes.
Otros se equivocan
a menudo como tú
dentro de mí
y me llaman
Lydia, Rebecca, Lucy
o simplemente rebuznan:
“honey, bitch
grease my cock
dirty dear,
oh, yeah”.
No te preocupes
encima de mí
casi todos cometen
muchos errores.
La próxima vez
muérdete la lengua
divino.
Judy Higgins James
(Iowa, 2006)
MÍSTICA
De rodillas, de rodillas
hubiera subido el Monte
Ávila si me lo pedías.
De rodillas, desnuda
pronuncié la “a”
que querías, entoné
la “o” que te gustaba
dura
humedecí
tu palabra
con mi lengua.
Una vez, en la Guaira
me rogaste que imitara
un perro: gemí, dolida
atravesada
por ti y este poema
es el eco
de aquel aullido
en cuatro patas.
María Luisa Bunge
(Caracas, 1951)
UNO SON MUCHOS
En medio de una multitud
la intimidad es el grito
que no se da, la palabra
que no se dice.
El silencio, el voto
que el alma pronuncia.
Baltasar Brum
(Poco antes de pegarse un tiro en el pecho,
Montevideo, 1933.)
MERMELADA DE DURAZNOS AUSENTES
Cuando no hay fruta en el árbol se toma
la palabra “durazno” y se la pela, se le quita
el vello transparente, se parte
a la mitad y se extrae el carozo metafísico
la semilla de cierta oscuridad
su piedra de pecado original.
Se troza.
La operación
se repite hasta obtener un recipiente
completo
vacío de duraznos: solamente la pulpa
dulce de la idea, la frescura
sabrosa de la nada pura.
Se vierte en una olla,
se agregan tres tazas de azúcar de la mente,
ideas del pasado: recuerdos de la abuela, su voz,
el cucharón de madera
funeraria.
El clavo de olor
sin peso ni aroma, un toque
de ralladura de limón de la memoria
una rama de higuera de Izmir
un guijarro de voz de un salmo griego.
Se cuece a fuego lento
se revuelve en el aire
hasta que su falta
transparente
forma un cristal mayor
y se disuelve
la canción de la tarde
en la punta sombría de la lengua.
Anne Rosennglad
(Maine, 1897)
CAVE CANEM
Pierdo la memoria, desaparecen
los nombres de las cosas, cesa
la palabra “perro” y aparece limpio
el ladrido, las fauces, la mordida.
La bestia de los años devora
los recuerdos: ya no importa
la carne de tu nombre, queda
el hueso.
Svetana Staiev
(Leningrado, 1948)
HOUELLEBECQ DESENCARNADO
“Los Otros son la conciencia del tiempo en sí mientras que el Uno (que abarca notoriamente más que el yo en cuanto a estructura, autoconocimiento y desconocimiento, pues incluye la condición animal, innata) es el saber del tiempo como circunstancia, como mera articulación de lo que exige ser sin ser alcanzado.
Eso pasa con la narrativa de Michel Houllebecq, eso pasa con la imbecilidad: es un transcurrir entre el ser en sí, y el pretender ser en sí, una suerte de alteración o ruptura del Principio del Tercero Excluido, aunque no tan drástica, más bien cercana al imperio ostentoso pero eminentemente feble de lo banal erigido”.
Jean Paul Sartre
(Fragmento inédito del libro Houellebecq, escrito después del Baudelaire y de El idiota de la familia, dedicado a Flaubert. Se supone que Sartre habla de un escritor apócrifo, pero el apellido que utiliza en su ensayo hace pensar en una suerte de premonición “bizarra” en el sentido francés de la palabra: Sartre murió mucho antes de que apareciera el primer libro de M.H.)
Traducción: Rafael Courtoisie
A LA ORILLA DEL RÍO
Cada día que pasa vuelvo a mí
vengo de mí, de los seres
que pueblan el mundo: los árboles,
las piedras, el agua de los ríos,
las nubes predicen el futuro
y cuentan lo que fui, mi abuelo
y mi abuela regresan en la niebla
mi madre muerta acaricia
mis dedos en el barro del jardín
entre los crisantemos, mi padre
cabalga la brisa, esa yegua
transparente, el universo
nace cada día en mí.
Morihei Ueshiba
(Tanabe, Japón, 1921)
PARA RODIN
Lo ido persiste para siempre
lo que se queda no está:
Ignoro todo lo que sé.
Y sé que lo ignoro.
Desnuda de mí
más adentro.
Camille Claudel
(París, 1910)
LEÍDO EN UNA HOJA DE BAMBÚ
Si se puede definir, no es Tao.
Si lo puedes tocar, no es Tao.
Si es fuerza, no es Tao.
El Tao es invisible
el Tao es camino
el Tao es mar.
El Tao no es Poder.
El Deseo no es Tao.
El Tao es hacer.
El Tao es quietud.
El Tao es movimiento.
El Tao es reposo.
No hay contradicción
en el Tao.
Los opuestos, en el Tao,
son iguales.
La apariencia no es Tao
el Tao se encuentra debajo de la piel
de la apariencia como los huesos
dentro del cuerpo.
Pero el Tao no es hueso
el Tao no es músculo.
El Tao es la energía,
la voluntad que mueve
el cuerpo.
Pero el Tao no es cuerpo.
Piensa en un tigre:
ahora quita su piel
sus manchas, sus garras
sus dientes, la misma
ferocidad del tigre
borra su fuerza
haz desaparecer al tigre
de tu mente: sólo deja
el salto, el movimiento
la pura voluntad de ser
en el salto.
Lo que queda es poesía
y la poesía es Tao.
Una sola gota y toda
la lluvia es Tao.
Pero el agua no es Tao.
La sed no es Tao.
Tao es el río, no el agua.
Tao es poesía, no palabra.
Tao es ver el silencio
con los ojos cerrados.
Lao Tse
(Siglo V a. C.)
SYLVIA PLATH LEE UN POEMA DE VALLEJO
ANTES DE COMETER SUICIDIO
“Me moriré en Londres con aguacero”
es un buen verso, creo
ya dejé a los niños a buen recaudo
ya abrí la puerta del horno, ya giré
el grifo del gas, ya puse mi cabeza
en Auswitchz, mi rostro de judía
hermosa en el horno de la cocina
de rodillas, hincada, como si fuera
a decir mi última oración, te rezo
a ti, Ted, oficial de las SS, príncipe
doméstico, mi amor, mi cielo, my
sweet heart, my honey, dejé el pastel
de fresa que tanto te gusta, listo
en el refrigerador, para ti,
el libro que aborreces
de César Vallejo, mal traducido
al inglés en su lugar, a la izquierda
en el tercer estante
del anaquel, junto a esos sonetos
tan estúpidos, tan falsos
que escribiste para mí
mi vida.
Cuando llegues
-advertido por la policía
y los vecinos-
no enciendas la luz
de la cocina.
La deflagración
podría quemar
este poema.
Sylvia Plath
(Londres, 1963)
INÉDITO DE ALFONSINA STORNI
Tú no me viste, Horacio, cuando bebí el mar de un trago.
Te escribí un poema que un muerto no puede leer.
Te llamé en la noche absoluta, viuda, sonámbula.
Te llamé en la mañana de ese día, pero ya no estabas.
Detesto esa canción, Horacio Quiroga, la aborrezco:
“te vas Alfonsina con tu soledad, qué poemas nuevos
fuiste a buscar. Larará, lará, larará. Lará, lará, larará”.
Qué tontería.
¡Ninguno!
En el fondo del mar
sólo hay piedras.
Ahora dame la mano
invisible, Horacio.
Bésame sin labios.
(Mar del Plata, 1938)