El crecimiento del tiempo
(Traducción al español de José Ángel Cilleruelo)
El crecimiento del tiempo
De pequeño
me apoyaba en la vertical de la casa y
con un lápiz trazaba una raya horizontal que
mostraba mi altura con el paso
del tiempo: la edad
subiendo
por la pared. Hoy si encuentro un espejo
(preguntando por mi edad) noto
que mi altura desistió de crecer –
en la epidermis de la cara hay
trazos desparejados
(me sorprende que hayan pasado de la pared
hacia mí). El tiempo es implacable: clava
las rayas en la piel solo
para castigar que
haya descuidado el gesto que le daba existencia
(haber dejado de medir los huesos
contra la pared) donde el tiempo confería su
propio crecimiento.
Manzanas silvestres
Más que el primer verso me inquieta
el siguiente: ¿el
segundo quién lo da? Elijo
mundo
con los párpados (abriendo y cerrando los ojos)
elegir es excluir
excluir es entender
entender es conservar. Cada poema escrito es
una oportunidad
como alguien a quien se toca y de
repente produce una descarga
(una espina en la garganta) la
uña en
una pizarra. Hacer poemas es como ir
a robar
manzanas silvestres –
vas en espera de dulzura pero
te sorprende la acidez. Dentro del poema:
sonidos
(alrededor: espacio en blanco)
silencio que trabaja.
Las estatuas empiezan a caminar
a Juan Manuel Roca
El
final de la tarde sucede y las estatuas
vuelven a la vida –
no para levantar la multitud (o moldear
ideologías) sino
por esa otra razón quizá más prosaica: el
día de trabajo concluye. Se acaba
otro día
(pasado en medio de un gesto)
guiñando el ojo estático en cada fotografía
(al metálico tintinear con el que la
calzada
habla). Las estatuas descienden desde lo alto y
regresan al movimiento
es la pequeña venganza por lo que la escasez las obliga –
un día entero quietas
un día entero calladas
un día menos en la vida.
El pintor de Altamira
El
pintor de Altamira (en la penumbra de la cueva)
sabe que las sombras que ve en la pared
son reales. Para él son indistintos
lo real y lo aparente
porque sabe que las sombras que tiemblan
en la pared son
(de hecho) de bisontes
que pastan frente a la cueva. Será necesario que
pasen dos veces
diez mil años para que otro hombre con barba afirme
una cosa diferente y
en otra cueva (a la luz
de otra luz) piense
todo
desde el inicio. Por ahora son sombras
(con rigor de bisontes) que
el pintor de Altamira imita por toda la cueva –
pidiendo a dioses de piedra que se
multipliquen para
que nunca falten sombras (ni tampoco
bisontes) para cazar
y comer.
Hamlet
Hamlet sabe que esta noche no vamos
a Elsinore. Tenemos que estar en otro lugar.
Si pasáramos
unas horas más en el norte de Dinamarca
hablaríamos de locura (real
o imaginada) de
la impiedad del tío. Sea como sea
Fortinbras tomará el castillo y
todo resulta necesario
(todo resulta trágico)
sería casi indecente privar a la vida de mentira
(de la voluntad de venganza) de
la ilusión de que
hay justicia. Lucha Hamlet lucha
contra Laertes
y contra Claudio. No necesitas saber (tan
al principio de la historia) que el final está escrito
que a ti
te corresponde la derrota.
La hipótesis del gris
En un país en blanco y negro
me recomendaron el gris. Un recurso
extraordinario. Con la posibilidad del gris podría
ensayar
soluciones inusitadas –
saborear lo tibio (que no es frío ni
caliente)
explorar el luscofusco (que
no es noche ni día) practicar la omisión
(que no es mentira
ni verdad). Blanco y negro mezclados permitían
finalmente
vivir en conformidad
desocupar los extremos (tan ajenos a la virtud)
licuarme en la multitud
en el centro en el
promedio
dorado. Con la paleta de los grises podría
mejorar el arte de la supervivencia que
(como los mansos saben bien) es
no estar vivo
ni muerto.
El nombre de los impostores
Allí
en la entrada del estadio (en la ruina de
Archaia Olympia) un ala de pedestales con
el nombre de los impostores
se resiste a la erosión del olvido. Muchos de los que ahí
han vencido
(en artes de sudor y gloria) tienen
sus nombres borrados. En el ala de los impostores
los nombres
perduran en piedra que recuerda quién quiso vencer
con soborno
o malicia. Los torsos ya
no están allí
(incluso las estatuas mueren) pero
¿quién no aprecia la ironía con la que el tiempo
hace justicia
(esa mala-eternidad con la que permanecen en la memoria)
el elogio al revés con el que
entran en la historia?
Los cuervos en Birkenau
«Let the grass grow over our footprints»
CZESŁAW MIŁOSZ
I am the grass.
Let me work.
CARL SANDBURG
Los
vagones que aquí llegaban
partieron hacia otros lugares. La madera de los chamizos
(donde los tenían a la espera)
no ha resistido las estaciones. Ninguna
columna de ceniza los lleva (como nube) por el aire.
No hay olor a quemado (ni
gritos bajo el silencio) en la plataforma raída
nadie
aparta a nadie. Incluso
las cámaras de gas (hoy
un montón de chatarra) pueden dar la idea
de que no pasó nada. Pero ellos se
visten de negro para impedir el olvido.
Sobre la hierba que renace (y trata
de cubrir el pasado) los cuervos velan la muerte
cosechando pruebas de vida
(restos de biología:)
semillas
vergüenza
agua lacrimae.
Todos los Santos
Llueve siempre
ese día. Los viejos llegan temprano a los
ritos del cementerio (con brazos de flores y nostalgia
que salmodian
por las tumbas). Es triste
pero ya no duele. Quien ahora ampara los
entes queridos en sepia son paréntesis alejados
que contienen
(en un abrazo) fechas
de principio y fin. La noche va empujando el día
alrededor de la Tierra –
muchos de los que por aquí pasaron (de paso
en el pasado) ya
viven en este lugar. Los viejos traen a los jóvenes
(enseñándoles la tradición) que comparecen
pidiendo
a la entrada del Campo Santo
«¿dulces o travesuras?» trajeados
de brujos paganos.
Acerca de la poesía portuguesa contemporánea
La belleza
desperdiciada cuando los museos están cerrados –
por la noche
no hay miradas recorriendo los corredores
solo les queda a las quejicas
(en la soledad de los marcos)
enfadarse
entre sí. Y cómo saben ser crueles (las
jóvenes zumbando a las viejas
las delgadas zumbando a las hartas) unas
y otras
rendidas a las mujeres (?!) de las telas
abstractas. Ávidas de atención
van dirimiendo vanidades componíendose
de hora en hora
(en la irrealidad de los marcos) para disputar la
atención necia
del guardia de turno.