Desbandada
Ars poetica
El abuelo partía
piñones como un rito.
Una luz de pinar
transportaba, de pronto,
la palabra-corteza,
la palabra precisa
cuando rodea el tronco
y se hace savia,
lisura de camino nevado.
Antes de ser poema
o vuelo de faisanes.
Naturaleza muerta
Un tubo seco de pintura acrílica
de color blanco seda,
el libro abandonado en provenzal,
cangrejos disecados,
piñas,
mitades de granadas,
la luz entrando en el balcón
-yo diría, entreabierto-
para enfocar
la foto de bodas
de los antepasados,
su miedo detenido
una mañana de 1900.
Vuelo y frontera
En el pulmón del pájaro
está la orografía
de la aldea flotante,
sus lomas más remotas
y el apego a los juncos.
El miedo irracional
a escoger un vocablo,
arrancar su maleza
e incorporarlo al grito.
Desbandada
Queda tu nombre por el bambudal
y en la desbandada de pájaros de junio.
En aquel perfumero que guardé por codicia
y en las hendiduras de un verso alejandrino
detenido en la tarde de verano,
cuando llegan las madres sigilosas
con ramos de astromelias.
No he vuelto a entrar a los establos
donde te vislumbraba.
Hay un desplazamiento
en hilandera y mito.
Algo se ramifica
en cerezo y placenta.
Miro a las barqueras a los ojos.
Una aldea flotante,
amores a distancia.
Miro a las barqueras
remar hacia el abismo imaginario.
(De Humo de té. XXIX Premio Leonor de poesía)
Se publicará en 2021 por la Diputación Soria
Viento y nubes
(Gabriele Münter), 1911
No es un retiro idílico.
El viento en los cipreses
golpea las ventanas de la casa,
el suelo es inestable.
La huerta rojiza,
la montaña
parecen delineadas
desde el desasosiego.
Imagino a Münter
estudiando las nubes,
y a Kandinsky
fumando, meditabundo, en pipa.
Las pinceladas fuertes de magenta
delimitan las capas
de un verano intermedio.
Nadie sale al camino.
Les biches (Las ciervas)
(Marie Laurencin), 1923
La bailarina rusa
extiende las patas de la cierva.
Ella misma se extiende,
y en esa posición
de matices azules,
se adhiere a su muslo
una sirena atípica,
cabellos grises, ojos alargados.
Parecen levitar dentro del camerino,
escoltadas por ciervas
que tratan de saltar en diagonal.
La guitarra sin cuerdas
impide que la música
dialogue, curvilínea.
La giganta
(Leonora Carrington), 1946
La diosa lunar
nunca cazó unicornios.
Salen gansos salvajes
de su túnica roja,
donde bestias fantásticas conversan.
En el fondo marino
se multiplican los cangrejos,
algas, respiraciones de ballena;
todo se convulsiona
en busca de un diluvio universal
que aniquile el dolor.
¿Del huevo plateado que custodia,
brotarán rododendros?
The seasons
(Lee Krasner), 1957
Las estaciones se suceden
en su carnalidad, en cada fruto,
follaje, yema, vulva
o martín pescador.
Puede curvar el duelo
todo lo inevitable.
Puede descomponerse o madurar
en el verde rosado,
hacia la exuberancia.
Senos y riachuelos de pintura
forman ciclos fecundos.
–(De Cobalto Oscuro, Cénlit ediciones, Navarra, 2020)