Susana Villalba

La piedra y otros textos

 

 

 

 

LA PIEDRA

 

sostener en silencio

como amar

es un arte

 

¿existiría el mar

si no lo contuviera?

 

me derrota

algo intangible

como el agua

 

su transparencia

 

¿si no me enfrentara

existiría el mar?

 

soñar sin perderse

es un arte

 

a veces una roca

se estremece contra la orilla

perdida

hasta lo irreductible

se amalgama

 

amar es eso

y te sorprende

un filón de topacio

en el porfirio

 

entonces qué creías

que es el oro

sino la cicatriz

 

es infinita

la ruptura

 

los bordes

son difusos

 

todo es fragmento

polvo del sentido

de las piedras

 

si mi amor es eterno

también la soledad

 

incorruptible

 

gravitando en el espacio

de la separación

 

sostenida de mí

 

no estoy quieta

todo me atrae por igual

 

el cielo es una pampa

 

el imán de la estrella

es su distancia

 

soy intrínseca

 

el arte de estar

quieta

es dar el corazón

al movimiento

 

silba el viento

un eco

de lo que ya anunciaba

mi desprendimiento

 

¿cantaría el agua

si no me atravesara?

 

agazapada en mí

espero

otro momento de la tierra:

 

una temperatura del amor

que funda hasta las piedras

 

de La bestia ser

 

 

 

LA NOCHE DE TANABATA

 

Es la noche

de Tanabata

pero yo no sé dónde está

la orilla del río

del cielo.

Ni el cielo

lo dice.

No sé cuál es el puente

que nos une

y nos separa.

Yo no sé qué pasó,

la vida no es un lugar

seguro.

No hay ceremonias,

los amantes unidos

por un hilo de plata.

Sueño con calles

en las que estás caminando

mientras sueño,

al despertar es tarde.

Yo no sé qué hacer,

el amor es animal.

El camino terminaba

en un acantilado.

Iba un loco

en un coche policial,

feliz de andar en auto,

sentí miedo del dolor,

de la química,

de las palabras que se quiebran

de pronto.

Fuera de mí,

fuera de mi casa,

fuera de todo lo que te ofrecí

voy.

Pero vuelvo, no creas

que pedía más

que la intensidad del azul

ante el naranja.

Yo no sé qué pensar,

para qué

si no quiero entender,

si no hay razones

a veces.

No sé si creer otra vez

en signos que no sé leer

en el río del cielo.

No sé si buscar el puente,

quizá nunca lo hubo.

No sé qué decir,

acaso te convoco sin saber

adónde.

No importa,

haré una ceremonia incorrecta

mirando la luna.

Pregunto a tu parte oscura

si es cierto

que desayunamos juntos.

El tiempo pasa,

no hay aniversarios.

La vida gira

bruscamente,

yo no vi la señal.

Ya no sé si es mejor

perder lo que se debe

para encontrar,

antes me dije estas cosas

pero estoy cansada.

¿No hay nada que decir?

No hay nada que hacer

para desanudar las almas que se aferran

a otras almas anudadas

a otras almas.

¿No hay parte en el amor

que guarde algún recuerdo?

de la luz

sobre la contingencia.

Acaso es un torrente

continuo

y precisamente

por eso.

Ya no sé quién sos.

No pudimos despedirnos

de los muertos.

Así sin inhumar

el cuerpo de este amor

enterrará el próximo amor.

Como fui yo el cordero

bajo el mismo puñal

que habías recibido.

Ahora soy quien pregunta

al río:

el amor es un torrente

continuo

pero estamos fijos en el horror

de no permanecer.

Hasta el fuego

necesita adherencia,

sólo la noche existe

aunque nadie la mire.

Acaso el puente para dejar

en claro:

cada uno ocupa un sitio

diferente.

No era necesario,

siempre estamos solos,

siempre está a la vista.

No te pedía el alma

por un pacto,

ya no hay pactos,

“es la estrategia del demonio

hacer creer que ya no existe”.

Ya no sé si creer

en las palabras,

es la noche de Tanabata

y no lo sabés,

no leímos los mismos libros.

No sé el lugar

que no conozco,

no hay corazón tan sabio

ni vocación de tenerlo

ni quien

indique el camino.

No hay caminos,

es el momento para inventar

liturgias,

construir un gesto,

un filme o un río

para los separados eternamente.

Eternamente despidiéndose

de sí mismos.

Reconstruirse en el dolor

es otro dolor:

que lo desee

no hará que exista.

Preparo café,

ya no puedo sentir más frío

por hoy,

por este año.

Todo ha sido

una actuación en el vacío,

algo se quiebra

para instaurar.

En todo viaje, la ausencia

o volver,

se mueve el paisaje.

De todos modos el río

está cegado aquí,

tiene una sola orilla

y cada vez

se es más inteligente.

Quiero decir más triste.

Ahora sé

que está cayendo la noche

de Tanabata

como una noche

más.

 

de Matar un animal

 

 

 

LA VIUDA NEGRA

 

Quizá la vida

es el momento

al despertar

en una hora muerta

entre la medianoche

y la madrugada.

Una palabra

se disuelve al llegar a la boca

porque se abren los ojos

y es otra la casa,

los objetos en su dimensión,

ya no se necesita

más que un cigarrillo,

encender la luz,

fue un momento de estupidez.

Se extraña

a quien no se conoce,

aun cuando está allí.

Un café,

hay películas

durante toda la noche.

No se puede salir

con esta  tormenta

que sacude los árboles,

un huracán magnífico

batiendo la calle,

los cristales,

alzás tu copa

hacia la ventana empañada.

Tu copa sin somníferos,

quisieras dormir como él,

absorber su pesadez,

su contundencia.

Qué se puede hacer

con esta lluvia,

lavar su copa,

limpiar lo que tocaste,

tenés que dejar el cuarto

antes de que él despierte,

nunca dirá que te recuerda,

que no entiende qué pasó

pero denunciará la falta del dinero,

del reloj.

Las mejores presas

se encuentran en el bingo.

Da igual, siempre es un sueño

superpuesto a un rostro

u otro.

Nadie está aquí,

nadie estaría aquí

cuando te despertaras

si te durmieras.

Pero hay una película,

llueve y alguien duerme a tu lado,

el cuarto está tan tibio.

Dormir

sería sin embargo despertar.

Sería dormir,

nadie te protegería como vos

al fin y al cabo lo protegés

de atravesar esta noche inmensa.

Paró la tormenta,

un cartel ilumina el espejo

y lo deja a oscuras,

con esa luz te peinás

y desaparecés,

te distraés con tus uñas,

ahora te retiene el silencio

o queda algún detalle

o falta algo,

la alianza

que cuelga de una cadena

sobre tu pecho.

La mente registra infinitos

números de teléfono,

retazos de frases,

gente

que para vos es sólo gente

y apenas te registra

como gente,

esa mujer que pasea a su perro

es el centro de su mundo.

Desde el cuarto

se percibe la llegada del otoño,

es un estado de la calle,

un viento melancólico en los árboles

furiosos

por el fin del verano.

Volvés a mirar la alfombra,

sentís que algo dejás

en esta habitación.

No importa que fumes,

todo el mundo fuma la misma marca,

no hay algo que te distinga

y nunca acertarán

en lo que te diferencia.

Aquí se ve el cielo,

lo habías olvidado.

El dinero es suficiente,

podrías ir a otra playa

antes de que llegue el frío.

O a cualquier parte,

por qué no este cuarto.

Te queda poco tiempo.

Sin embargo te quedás

mirándolo dormir,

te recuerda algo.

O es el otoño

en que todo parece recuerdo

de una felicidad perdida

como si tu relato de viudez

fuera cierto.

Querés ver el final de esta película,

“miénteme, Viena,

dime que me has esperado

todos estos años”.

Nunca dicen no quiero,

dicen no puedo,

en otra época

lo hubieras tomado en serio.

Pediría demasiado,

dijiste,

así es que no pido nada,

tomo lo que me interesa,

se rió,

se excitó,

no era un chiste.

Ya no sabés quién comenzó

la vieja historia,

es la ley del juego,

toda presencia amenaza despojarnos,

también para vos es un riesgo,

te están buscando en los casinos.

Un día me voy a encontrar

con mi destino,

pensás,

un alfil blanco

recorre esta ciudad

como un tablero,

ante cada pregunta posible

las responde todas,

devora los caballos.

Cabalgan, Viena

en pantalones de cuero

negro,

camisa negra,

esos ojos

esperaron demasiado,

destila un alcohol

venenoso,

tiene su propia taberna y llega

Johnny.

Quizá el amor sucede,

quizá exista

un nombre para decir

al despertar.

La noche es un animal

agazapado,

no la araña

que tira demasiadas líneas

en sitios de tránsito

previsibles.

Sin embargo en esa hora

de nadie

la araña parece una mirada.

Algo te paraliza

en este cuarto.

Algo que apenas sentirías,

algo

después de todo pequeñísimo

como una araña

amenaza revelarse como un rayo,

un escalofrío ante el contacto

de esta noche,

ahora

una lluvia fina

y persistente.

Los árboles están quietos,

comienza a amanecer,

apagás el televisor

y te lavás la cara,

la lluvia

va a acompañarte durante el viaje

como un solo de saxo,

no es un final tan malo

aunque trillado,

Viena lo esperó, realmente,

todos esos años

por un solo momento

de estupidez.

Susana Villalba (Buenos Aires). Es poeta, dramaturga, crítica teatral y gestora cultural. Por su labor literaria recibió la Beca Guggenheim 2011 (en Poes ... LEER MÁS DEL AUTOR